Observador ciudadano/Enrique Bautista Villegas
OBSERVADOR CIUDADANO
COVID-19, PROPUESTAS ALTERNATIVAS PARA SU CURA Y PREVENCIÓN
Enrique Bautista Villegas
En el contexto de la gravedad de la pandemia del Covid-19,que pareciera no ceder ante las medidas de prevención a la libre movilidad, establecidas por la mayor parte de los gobiernos del mundo, miles, tal vez millones de ciudadanos,se encuentran desesperados para encontrar medicamentos, consejos, remedios, y hasta fórmulas mágicas, que les permitan superar los riesgos de contraer la enfermedad, o superarla si la han contraído ya. Hay ansiedad para poder regresar a un ambiente de normalidad, que a su vez genere condiciones para reintegrarse a la actividad económica y al trabajo, que permita a los ciudadanos llevar al hogar el sustento familiar.
Hasta ahora, las autoridades sanitarias de todos los países y las representaciones de diferentes organismos de la comunidad de las naciones, tales como la Organización Mundial y la Organización Panamericana de la Salud, reconocen que no hay un solo medicamento identificado que de manera segura prevenga o cure el padecimiento.
Paralelamente, algunos médicos, investigadores en bioquímica, y hasta ciudadanos sin mayor formación académica, han venido señalando que cuentan con fórmulas o recetas que son capaces de prevenir y curar al virus que tiene de cabeza a la humanidad.
Quienes estamos atentos al tema observamos con cautela la aparición de propuestas de investigadores en el ámbito de la bioquímica que señalan que sus aportaciones pueden ser la vía para enfrentar la pandemia y minimizar sus efectos sobre la salud de la población.
La Ing. Bioquímica mexicana Gabriela León Gutiérrez, que durante años se ha dedicado al desarrollo y fabricación de sanitizantes, creó una nano-biomolécula a partir de cítricos que argumenta, es capaz de combatir bacterias, hongos, gérmenes, esporas y virus, incluyendo al coronavirus. La científica mexicana, que tiene reconocimientos por su trabajo científico y empresarial de organismos como la ONU y el Foro Económico de Davos, a través de su empresa Gresmex, en asociación con Federal Express y la organización internacional Direct Relief, hace algunos años envió a Liberia, un cargamento de siete tarimas de 2.8 toneladas con productos que incluían sanitizantes de diversos tipos para contribuir a reducir los efectos de la pandemia del Ébola, un virus que ha azotado fuertemente a diversos países africanos en la últimas décadas. Tiempo después recibió el agradecimiento formal del gobierno de esa nación por haber contribuido a reducir los efectos de la enfermedad ente su población.
También, de manera paralela, se ha venido promoviendo por médicos e investigadores en bioquímica el uso de diversas sustancias a partir del Dióxido de Cloro (ClO2), que argumentan se ha usado exitosamente desde hace años para combatir la malaria, el paludismo, otras enfermedades transmitidas por vectores, y el propio Ébola en diversos países africanos.
En los hechos, el uso del Dióxido de Cloro se ha popularizado en diversos países, al grado de que sus promotores han venido construyendo una red internacional en la que se difunden los supuestos logros obtenidos con su uso en el combate del Covid-19.
En México se ha vuelto viral la experiencia del Dr. Manuel Aparicio Alonso, director del Centro Médico Jurica, en Querétaro, cuya zona Covid fue clausurada por el uso del Dióxido de Cloro en sus pacientes, a pesar de que el médico argumenta haber atendido y curado a 59 personas que habían contraído el virus.
Ante ese estado de cosas, hace unos días la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris) emitió un comunicado que textualmente señal lo siguiente:
La Cofepris informa sobre el riesgo que representa el uso de la sustancia denominada dióxido de cloro o solución mineral milagrosa (SMM).
La Cofepris no cuenta con evidencia científica que determine el uso de dicho producto para el tratamiento de ninguna enfermedad.
Esta autoridad sanitaria no ha autorizado registros sanitarios de medicamentos que contengan en su formulación las sustancias dióxido de cloro, clorito de sodio o sus derivados.
La población debe seguir las indicaciones establecidas por las autoridades sanitarias para la prevención y tratamiento del Covid-19.
Más adelante señala … “Ambas sustancias químicas son altamente reactivas y al ser ingeridas pueden provocar irritación de la boca, el esófago y el estómago, se pueden presentar náuseas, vómito y diarrea, además de trastornos cardiovasculares y renales”. Sin embargo, no presenta evidencia científica para acreditar el señalamiento anterior.
Este observador no aboga ni recomienda el uso del denominado SMM o del Dióxido de Cloro (ClO2), pero tampoco lo rechaza o considera que se le pueda señalar como altamente riesgoso para la salud, cuando no se ha presentado evidencia concluyente en ese sentido.
No se debe pasar por alto que el enfermo está dispuesto a tomar lo que sea para buscar superar su padecimiento, máxime cuando la medicina alopática ortodoxa, la científicamente reconocida, ha aceptado que a la fecha nos hay evidencia de que medicamento alguno represente una cura para el Coovid-19.
De acuerdo con un comunicado de la Dirección de Investigación del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, INCMNSZ, de diciembre de 2017sobre la Declaración de Helsinki (http://www.innsz.mx/opencms/contenido/investigacion/comiteEtica/helsinki.html#:~:text=DECLARACION%20DE%20HELSINKI&text=La%20Declaraci%C3%B3n%20de%20Helsinki%20es,base%20de%20muchos%20documentos%20subsecuentes.): “Para la obtención de conocimientos médicos y el avance de la ciencia tanto en diagnóstico como tratamiento de enfermedades se requiere de la investigación científica que en muchas ocasiones requiere de la experimentación en sujetos humanos. Dicha experimentación debe realizarse con apego a principios éticos que protegen a los sujetos que participen en estudios científicos. Los principios se han publicado en diversas declaraciones y consensos mundiales, uno de los más importantes es la Declaración originalmente adoptada en junio de 1964 en Helsinki, Finlandia y que se ha sometido a múltiples revisiones y clarificaciones.
“La Declaración de Helsinki es un documento que auto-regula a la comunidad médica en lo relativo a la investigación y es la base de muchos documentos subsecuentes.
“El principio básico es el respeto por el individuo, su derecho a la autodeterminación y derecho a tomar decisiones una vez que se le ha informado claramente los pros y contras, riesgos y beneficios de su participación o no en un estudio de investigación médica. Para que un sujeto participe de un estudio debe obtenerse un consentimiento informado, el cual es un documento donde el sujeto acepta participar una vez que se le han explicado todos los riesgos y beneficios de la investigación, en forma libre, sin presiones de ninguna índole y con el conocimiento que puede retirarse de la investigación cuando así lo decida”
El documento del INCMNSZ señala más adelante que:
“Cuando se encuentre en estudio un método de diagnóstico o tratamiento novedoso, éste deberá compararse siempre contra el mejor método disponible, de no haberlo está justificado el uso de placebo, que son sustancias sin actividad en el cuerpo humano cuyo uso sólo se justifica si no existen un tratamiento probado (Artículo29).”
En otras palabras, si no existe, como es el caso en la actualidad, una vacuna o un medicamento idóneo disponible para prevenir o curar el Covid-19, lo correcto resultaría que fórmulas como la nano-biomolécula desarrollada por la científica Gabriela León Gutiérrez, y los tratamientos a partir del Dióxido de Cloro, usados por el Dr. Manuel Aparicio Alonso, que se han popularizado en muchas partes del mundo sin que se haya comprobado científicamente que causan efectos colaterales negativos a la salud de las personas, fueran evaluados con una metodología científica rigurosa por los propios organismos encargados de sancionar su efectividad; esto es, la COFEPRIS en México, o la FDA, en los Estados Unidos (por sus siglas en inglés: Food and Drug Administration).
Lo que no es aceptable es que esas alternativas sean vetadas o descalificadas, si no se les ha sometido previamente a una rigurosa evaluación científica. Y si se hubiera hecho, que se den a conocer.
@enriquebv [email protected]