Observador ciudadano/Enrique Bautista Villegas
PETRÓLEO, ENERGÍAS LIMPIAS Y CFE
El petróleo en México constituye un símbolo de reivindicación de la soberanía nacional, alcanzado mediante la expropiación de la industria petrolera decretada el 18 de marzo de 1938 por el entonces Presidente de México, Lázaro Cárdenas del Río. El manejo nacionalista, transparente y creativo de esa actividad, desde el momento de su expropiación y hasta finales de la década de los 70 del siglo pasado permitió a nuestro país volverse autosuficiente en la producción de gasolinas y energéticos derivados del hidrocarburo. También permitió el desarrollo de una industria petroquímica fuerte y autónoma durante muchas décadas, gracias a la investigación y desarrollo del sector por ingenieros mexicanos, egresados sobre todo del Instituto Politécnico Nacional, la UNAM, y otros centros de educación superior mexicanos. Muchos de ellos se integraron a centros de investigación en Petróleos Mexicanos, el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) y diversos centros de investigación públicos y privados del sector petroquímico.
Petróleos Mexicanos fue una empresa fuerte y autosuficiente, orgullo nacional, hasta principios de la década de los ochenta, cuando los gobiernos llamados neoliberales se apoderaron del control político y económico del país. Paulatinamente iniciaron el desmantelamiento de Pemex y de la industria petroquímica nacional, entregando al sector privado, sobre todo extranjero, las actividades más económicamente rentables derivadas de la industria petrolera. Bloquearon el desarrollo de la investigación y el desarrollo de la tecnología petrolera y petroquímica que se efectuaba en el IMP y otros centros de investigación, por la vía del recorte de sus recursos presupuestales.
Los sectores nacionalistas de la sociedad mexicana siempre nos opusimos a lo que visualizábamos desde esos años como una política contraria a los intereses y a la soberanía nacional. Observamos con frustración y enojo como, a partir de principios de los ochenta se fueron desmantelando y rematando las empresas petroquímicas y de fertilizantes del Estado, así como las de fabricación de equipos y suministros para su desarrollo. También presenciamos con tristeza e impotencia como se dilapidaron los ingresos derivados de la extracción del petróleo de Cantarell y otros importantes yacimientos de las reservas con las que el país contaba. Observamos los intentos fallidos de los gobiernos neoliberales, hasta el sexenio pasado, para concretar una serie de reformas constitucionales y legales encaminadas a abrir la extracción del petróleo a la inversión privada y extranjera, no por considerar que su aprovechamiento debiera detenerse, sino por tener claridad en cuanto a que el verdadero propósito era arrebatarle a la Nación los recursos estratégicos que debían servir para impulsar el desarrollo del país.
Durante ese periodo, de 1982 a 2018, México paso de ser autosuficiente en producción de gasolinas, diésel, y diversos productos petroquímicos estratégicos, a importador, mientras que se desmantelaba la industria nacional que los producía y se exportaban grandes cantidades de petróleo crudo; como ha dicho el Presidente López Obrador: “equivalía a vender naranjas y comprar jugo de naranja”. En otras palabras, la lógica del absurdo, la del enemigo de los intereses nacionales.
Por ello, desde su campaña por las presidencia, el actual primer mandatario se comprometió a revertir esa situación y lograr la autosuficiencia en la producción de combustibles petroleros. En es lógica se inscriben las fuertes inversiones a Pemex, la modernización de las refinerías en proceso, que se encontraban en calidad de chatarra, y la construcción de una nueva en Dos Bocas, Tabasco.
Podremos o no estar de acuerdo con esa decisión en la coyuntura actual, pero lo que es innegable es que responde al sentimiento soberano de la mayor parte de los mexicanos y a la expectativa de que el petróleo y Pemex vuelvan a ser pilares del desarrollo nacional.
En abono de ese objetivo, vale la pena subrayar que el petróleo seguirá siendo por lo menos durante un par de décadas la fuente más importante para la producción de combustibles para los diversos medios de transporte: terrestre (automóviles, camiones y ferrocarril), marítimo (barcos de carga y cruceros turísticos) y aéreos. Pero además el potencial de aprovechamiento del petróleo en la industria petroquímica no ha sido siquiera totalmente desarrollado. Hoy los derivados del petróleo están prácticamente en todos los sectores industriales y de consumo (ver: https:// www.repsol.com/imagenes/infografias/intranet/usos-no-energeticos/index_es.html ). La petroquímica es y debe seguir siendo a fututo un sector estratégico por su potencial. En ese contexto el gobierno debe aprovechar racionalmente las reservas del hidrocarburo con las que el país cuenta, y recordar que éstas son también el patrimonio de generaciones futuras de mexicanos.
Como se ha dicho ya, por la falta de atención a las actividades de refinación y de investigación y desarrollo tecnológico en que sumieron los gobiernos anteriores al sector, hoy el gobierno de la República se enfrenta a una realidad complicada.
En el proceso de rehabilitación de las refinerías abandonadas por tantos años se arrastran ineficiencias; entre ellas la mala calidad de subproductos como el combustóleo, que es y ha sido una fuente energética para la generación de energía eléctrica en el país, y que hoy es señalado como un factor dañino para el medio ambiente y cuyo uso va en demérito de la energía limpias.
Si el asunto se ve como una fotografía, fuera de contexto, ciertamente pareciera que el uso del combustóleo es contrario a la también prioritaria recuperación del medio ambiente. Resulta curioso que los ahora gallardos defensores de las energías limpias no hayan identificado, o defendido con vehemencia en administraciones pasadas el rechazo al uso del combustóleo. Para descargo de las preocupaciones de tales críticos es importante señalar que hoy existen diversas tecnologías que permiten filtrar las partículas sólidas en los humos contaminantes para disponer de ellas sin afectar la atmósfera, tales como los precipitadores electrostáticos húmedos, entre otras (ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Precipitadores_electrost%C3%A1ticos ). Deberán Pemex y CFE resolver este tema ignorado por sus antecesores para seguir aprovechando el combustóleo en la generación de energía eléctrica. La primera, buscando mejorar su calidad y la segunda, invirtiendo en procesos anticontaminantes del medio ambiente.
Atendiendo con cuidado los argumentos del gobierno de la Republica respecto al “Acuerdo por el que se emite la Política de Confiabilidad, Seguridad, Continuidad y Calidad del Sistema Eléctrico Nacional (SEN)” publicado en el DOF el pasado 16 de mayo, que entre otros aspectos, señala controles sobre Centrales Eléctricas con Energía Limpia Intermitente, situación que la que quedan enmarcadas las empresas generadoras de electricidad con tecnologías limpias y que la entregan a CFE para su almacenamiento, porteo y distribución, cada día queda más claro que el motivo no es un rechazo absurdo de la administración actual a las energías limpias, sino el mantener el papel del Estado como rector de la política de generación y distribución de la energía eléctrica en el país, para reivindicar el principio inalienable del interés Nacional. La actividad de generación eléctrica en el país, como en el caso del petróleo, se había venido dejando de lado y cediéndola en términos anticonstitucionales y contrarios al interés nacional a los inversionistas privados, locales y particularmente extranjeros.
Conviene atender los argumentos esgrimidos respecto a los motivos que llevaron a la emisión del Acuerdo señalado, del director de la CFE y los que señala la Diputada Dolores Padierna, de Morena
De acuerdo con lo señalado por el director de CFE en entrevista con Carmen Aristegui, el pasado 24 de mayo. (https://aristeguinoticias.com/tag/manuel-bartlett/ ). “La energía eólica y la energía solar son intermitentes, no generan todo el tiempo. Cuando no hay sol, cuando no sopla el viento, no hay electricidad. ¿Qué pasa? Instantáneamente tienen que entrar las máquinas de la CFE. ¿Sabes quién las paga?, nadie. No pagan el respaldo las eólicas ni las fotovoltaicas”. Cuando una empresa privada de energía limpia se instala en algún punto del país, la CFE tiene que instalar de manera cercana otra planta que la respalde para no dejar de generar energía mientras no hay sol o viento. El costo de la transmisión y distribución de la energía eléctrica generada por estas empresas a otras partes del país no lo cubren sus propietarios, los cubre la CFE. Las ganancias las obtienen ellos, la inversión la pone el gobierno a través de CFE.
De acuerdo con la Diputada Dolores Padierna en entrevista con Alejandro Caballero, de la Agencia Proceso (https://www.proceso.com.mx/631419/la-cfe-subsidia-a-las-eolicas-y-solares-con-160-mil-mdp-al-ano-dolores-padierna ). Las empresas privadas que generan energía eólica y solar reciben del gobierno federal, vía subsidios, miles de millones de pesos anuales.
Dice Padierna: “al pararse la actividad económica (con la pandemia del Coronavirus) se detuvo también la demanda de electricidad y no se puede generar más electricidad de la que cabe en la red porque revienta, pero tampoco se puede producir menos porque si baja el voltaje hay que parar centrales eléctricas.
“Entonces, la baja en el consumo de energía obliga a la CFE a que sus plantas sean las primeras que paran, porque sin fundamento legal ni constitucional, los gobiernos anteriores, en particular el de Enrique Peña Nieto, creo vía oficio el programa de Despacho por Orden de Mérito que significa que quien entra primero a la red de transmisión y distribución de energía son los productores privados. ¿Qué significa eso? que quienes no dejan de ganar son las empresas privadas y quien pierde es la CFE”.
Padierna señala, además: “Hay un subsidio por lo que se llama Respaldo, que es una energía eléctrica que pone la CFE para respaldar la intermitencia en la producción de las centrales eólicas y solares. Como éstas funcionan sólo con viento y sol, cuando no hay estas condiciones o requieren mantenimiento, se detienen y entonces, para que no baje el voltaje, lo cual dañaría al sistema eléctrico nacional, se genera ese respaldo que pone la CFE para que puedan seguir operando y cuyo costo no pagan las privadas.
“La regulación secundaria consiste en montar una central eléctrica a un lado de la eólica o solar porque por cada megavatio que produzcan estas privadas se tiene que poner uno, es decir, por cada megavatio intermitente se necesita uno firme y esto ¿a quién le cuesta? A la CFE. Las privadas no lo pagan”.
En resumen, “el subsidio de la CFE a empresas privadas por el respaldo, las regulaciones primaria y secundaria, por interconexión y porteo ascienden a alrededor de 160 mil millones de pesos anuales”, asegura.
Ciertamente, la decisión de cambiar las reglas del juego a las empresas generadoras de energía eólica y solar, con fuertes sumas de inversión extranjera en el país, está resultando en descontento, inconformidad y recursos legales para defender sus intereses, no solo de parte de las empresas afectadas, sino de los gobiernos de los países donde estas tienen sus matrices a partir del hecho de que las reglas del juego se acordaron con autoridades constitucionales del país en otros momentos.
El dilema del Gobierno actual, radica en determinar hasta dónde las decisiones institucionales de gobiernos anteriores siendo contrarias al interés nacional, deben prevalecer, y hasta dónde deben de cancelarse, o eventualmente negociarse por necesidad con quienes argumentan derecho sobre las mismas, para evitar el riesgo de diminución de futuros flujos de inversión en otros sectores.
Lo que queda claro es que son totalmente correctos los argumentos del Presidente López Obrador respecto a que las decisiones más importantes en materia económica de los gobiernos del llamado periodo neoliberal, nunca vieron por el interés nacional ni de la mayoría de los mexicanos, sino por el de un pequeño grupo de privilegiados, tanto locales como extranjeros. Eso, lo debiéramos entender todos los mexicanos.