Observador ciudadano/Enrique Bautista
EL DRAMA DE LULA Y SUS EFECTOS FUTUROS
El pasado sábado 7 de abril el ex Presidente brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva se entregó a la justicia de su país para ser internado, para cumplir la pena con la que fue sentenciado a doce años un mes de prisión en una cárcel de la sureña ciudad de Curitiba, en el Estado de Paraná, tras un proceso judicial en su contra por supuestos actos de corrupción, durante su periodo al frente del gobierno de su país entre 2003 y 2010 y durante el gobierno de su sucesora, Dilma Rousseff.
Debe recordarse que Dilma fue depuesta de su cargo en 2016, cuando desempeñaba su segundo periodo de gobierno cuatrianual, mediante un proceso de desafuero que literalmente pudiera calificarse como un golpe de Estado legislativo, ya que no se le pudieron demostrar causas legales para cumplimentar tal acción. Su falta consistió en ser la sucesora en el cargo de Lula, y su heredera política e ideológica por haber emanado del Partido de los Trabajadores.
Durante el período de mandato de Dilma es que se empezaron a escuchar y a configurar acusaciones en contra de altos funcionarios de la administración de gobierno encabezado por Lula por actos de corrupción, que llegaron al mismo expresidente. Entre estos, había temas relacionados con Petrobras, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, las constructoras OAS, y la tristemente célebre Odebrecht, involucrada en actos de sobornos en carambola a cambio de contratos de obra pública en muchos países de América Latina, entre ellos Mexico. Actos, que por cierto, han significado la caída y encarcelamiento varios presidentes de la región, como recientemente sucedió en Perú, y de una multitud de funcionarios públicos de alto nivel; menos en México.
Más allá de los actos de corrupción que el ex Presidente Lula pudiera haber cometido y/o encubierto, y que desde luego de haberse dado deben ser sancionados, el drama que se vive en Brasil por estos hechos es digno de ser analizado y conocido por la opinión pública con objetividad, dadas sus enormes implicaciones en la historia moderna de eses país y de toda América Latina.
Sin pretender hacer una apología de Lula, vale la pena recordar el papel que jugó en el desarrollo del Brasil haciendo un breve bosquejo de su trayectoria: Tras haber sido líder del sindicato minero metalúrgico, desde donde se opuso sistemáticamente a la dictadura militar que gobernó al país entre 1964 y 1985, fue fundador del Partido de los Trabajadores de Brasil. Después de haber sido candidato a la Presidencia en tres ocasiones (1989, 1994, y 1998), finalmente logró ganar las elecciones de octubre de 2002, para ser investido como Presidente de Brasil el 1º de enero de 2003.
Durante sus ocho años al frente del gobierno hizo reformas y cambios radicales que produjeron la transformación social y económica de Brasil, que triplicaron el ingreso bruto per cápita de acuerdo a cifras del Banco Mundial (de $3,060 dólares estadounidenses en 2002 a $9,610 dólares en 2010). Su gobierno fue clave para los éxitos económicos de Brasil, particularmente en materia de reducción de la pobreza, con programas sociales como Hambre Cero y Bolsa Familia que contribuyeron a sacar de la pobreza a unas 30 millones de personas en menos de una década. A la salida de Lula de la presidencia, 52 millones de personas (el 27% de la población) se beneficiaban de Bolsa Familia, y se había consolidado y fortalecido una enorme clase media. Durante esos años Brasil se consolidó a través de Petrobras como un importante país petrolero y como exportador de productos agrícolas e industriales. Lula abandonó la presidencia con una gran popularidad, tanto en Brasil como en el resto del mundo, con más de un 80% de aprobación.
En marzo de 2016, en medio del escándalo de corrupción de Petrobras, fue nombrado Ministro de la Casa Civil, por el gobierno de Dilma Rousseff, algo visto por sus detractores como una forma de obtener inmunidad judicial. Este nombramiento fue suspendido por un juez del Supremo Tribunal Federal de Brasil. El 12 de julio de 2017, Lula fue condenado en primera instancia a nueve años y seis meses de prisión por el juez Sérgio Moro, y en enero de este año la pena fue incrementada por un tribunal de Porto Alegre a doce años un mes por la supuesta entrega encubierta de un departamento de tres pisos en San Paulo, por parte de la empresa constructora OAS a cambio de “favores” para que se le adjudicaran importantes contratos de construcción en Petrobras. Este laudo al no haber logrado ser revocado apenas la semana anterior por parte de sus abogados, resulto definitivo para que se le declarara auto de formal prisión.
En un emotivo discurso emitido el pasado sábado 7 antes de entregarse a la justicia para cumplir con la orden de aprensión en su contra, el expresidente Lula señaló entre otras cosas:
"Yo soñé que era posible gobernar incluyendo a millones de pobres, que un metalúrgico sin título llevara a los negros a la universidad. Cometí el crimen de poner pobres en las universidades, pobres comiendo carne y viajando en avión. Por ese crimen me acusan. Yo soñé, si ese es mi crimen, seguiré siendo un criminal. Me voy a presentar ante el comisario con la cabeza erguida y la historia va a mostrar que los que cometieron un crimen fueron los que me acusaron. No los perdono por haber enviado a la sociedad la idea de que soy un ladrón.
“Yo no estoy por encima de la justicia… El fiscal dice que no tiene pruebas, pero tiene convicciones. Que guarde sus convicciones para sus cómplices. Lo que no se dan cuenta es que, cuanto más me atacan, más crece mi relación con el pueblo brasileño.
“Voy a acatar la orden para transferir la responsabilidad, porque ellos no saben que el problema de ese país no es Lula, sino la conciencia del pueblo. No alcanza impedir que yo camine el país, porque hay muchos para caminar. Voy a cumplir la orden de prisión. Y todos ustedes van a ser Lula y van a caminar por este país. Yo ya no soy un ser humano, soy una idea. Todos vamos a llamarnos Lula. Ellos tienen que saber que la muerte de un combatiente no para la revolución.
“Me dicen que vaya a la embajada de Bolivia, de Uruguay. No tengo edad para eso. Los voy a enfrentar mirándolos a los ojos. Cuanto más días de tengan preso, más Lulas van a nacer en este país. Voy a salir de esto mayor, más fuerte, más verdadero. No tengo cómo pagar la gratitud, el cariño y el respeto que ustedes me dieron.
“Los poderosos podrán matar una, dos, cien rosas, pero jamás van a impedir la llegada de la primavera. No van a decir que yo estoy prófugo o escondido. No les tengo miedo. Hagan lo que quieran. Yo voy a probar mi inocencia”.
Más allá de opinar sobre el grado de responsabilidad de Lula en los delitos que se le imputan, es innegable su popularidad actual y su enorme influencia en la situación política y social actual de Brasil, así como la que esa Nación habrá de experimentar en las próximas elecciones presidenciales de Octubre entrante, y en los años por venir. Muy seguramente si Lula hubiera evitado que se le dictara formal prisión y se le limitaran sus derechos civiles, habría sido candidato a la Presidencia de Brasil este año y eventualmente triunfador en las elecciones correspondientes.
La enseñanza que hasta ahora deja la experiencia de Lula como Presidente de una nación con graves problemas, una gran población con mala distribución de la riqueza, pero rica en cuanto a sus recursos naturales es aleccionadora. Con un gobierno con un fuerte liderazgo y compromisos sociales los avances y las transformaciones pueden y deben ser mayúsculos en un corto plazo.
También resulta ilustrativa, particularmente para los mexicanos, la experiencia de Brasil y otros países de América Latina en cuanto a que la lucha contra la corrupción debe ser implacable para la recuperación de los valores cívicos, la erradicación de la delincuencia y la inseguridad.
Sería de esperar que los mexicanos tomáramos lo bueno, y aprendiéramos, de estas importantes experiencias.