Observador ciudadano/Enrique Bautista
OBSERVADOR CIUDADANO
LOS RETOS DE BIDEN COMO PRESIDENTE DE EUA
A mediados de la década de los setentas del siglo anterior llegué a Gran Bretaña con una beca de Conacyt a cursar una maestría en una prestigiada universidad británica. Recuerdo que durante el tiempo que pasé en es país, mucho me impactó la conducta violenta de grupos jóvenes y adultos de raza blanca, simpatizantes de organizaciones de ultraderecha que veían con malestar la presencia de inmigrantes, residentes temporales, y visitantes, de otras razas. Muchos de estos ciudadanos británicos estaban afilados o simpatizaban con organizaciones ultraderechistas como el “National Front” (NF), o Frente Nacional en castellano. Se trataba de una formación con tintes xenófobos y racistas que logró la cima de su popularidad en esos años. Su apoyo electoral alcanzó su punto máximo en las elecciones generales de 1979 en las que Margaret Thatcher llegó al poder, recibió 191,719 votos (0,6% de la votación total), lo que sin embargo no le alcanzó para obtener asiento alguno en el Parlamento Británico. La piedra angular de su discurso fue, y continúa siendo desde 1974, la repatriación obligatoria de todos los "no blancos" o inmigrantes "de color", según reza en su "manifiesto":
"El NF aboga por la prohibición total de cualquier aumento de la inmigración "no blanca" en Gran Bretaña, y el lanzamiento de un plan gradual de repatriación de todos los inmigrantes "de color" (a sus respectivos países)."
Las ideas sobre la inmigración de esa agrupación partidista a partir de 2012 se mantienen sin cambios en lo que respecta a su política de repatriación obligatoria para los no blancos.
Los integrantes del FN y de otros grupos de extrema derecha en Gran Bretaña, y en otros países europeos con movimientos similares, están conformados mayoritariamente por ciudadanos con origen ancestral en las tierras de que son nativos, y con un conocimiento limitado de la historia colonial que caracterizó a sus respectivas naciones. Para ellos, la presencia de inmigrantes de las naciones que alguna vez fueron colonizadas por sus ancestros, o de otros países con una población racial no blanca, ha resultado siempre antinatural, injustificable y reprobable; no entienden, o no aceptan, que es el resultado de una deuda histórica hacia las antiguas colonias.
Los integrantes de esa categoría de movimientos nacionalistas de extrema derecha, consideran que los inmigrantes son invasores que han llegado a usurpar sus derechos, sus empleos y sus oportunidades de bienestar, que a partir de su pensamiento solo les deben pertenecer a quienes tiene sus raíces en su territorio.
La enorme simpatía, para muchos inexplicable, que el todavía presidente del los EUA, Donald Trump, despertó con su discurso antiinmigrantes, xenofóbico y racista, en casi la mitad de los votantes estadounidenses en las elecciones de 2016, y que en buena medida se repitió en los procesos electorales del 3 de noviembre anterior, tienen en cierto grado una explicación similar.
La mayoría de los seguidores de Trump son de raza blanca, con ascendencia de los grupos de colonizadores que en los siglos 18 y 19 ocuparon, lo que hoy constituye la parte noreste del territorio estadounidense. Después de correr, y/o exterminar, de los territorios ocupados a los grupos autóctonos originales, los ancestros de ocho, diez, o más generaciones atrás, de los entonces recién llegados, se asentaron en los mismos y se apropiaron de ellos. Esto se tradujo en el hecho de que, en la actualidad, los descendientes de los colonizadores consideren que resulta injusto e injustificable, que inmigrantes de otras naciones y razas diferentes a la blanca, pretendan llegar a asentarse y usufructuar las oportunidades y la riqueza que hoy el territorio que habitan ofrece.
Como en el caso de los seguidores del NF británico, entre los seguidores de Trump hay grupos de extrema derecha, que recuerdan, o tienen sus raíces, en organizaciones como el Ku Klux Klan (KKK), creado en el siglo XIX después de la guerra de Secesión, y que promueven principalmente la supremacía de la raza blanca y, por tanto, el racismo, la xenofobia y el antisemitismo, así como la homofobia, el anticatolicismo y el anticomunismo.
Desde luego que entre los adeptos a Trump, también hay grupos de minorías reciales que consideran que bajo su liderazgo han fortalecido sus derechos en la sociedad estadounidense; tal es el caso de los flujos de inmigrantes cubanos que llegaron principalmente a Florida, huyendo de la revolución castrista de la segunda mitad del siglo pasado, y de otros grupos de inmigrantes de origen latinoamericano, que consideran que en el territorio estadounidense las fortunas económicas que han logrado amalgamar, se encuentran más seguras que en sus países de origen.
Lo que cada día queda más claro es que con su discurso de los últimos cuatro años, el todavía presidente de los estadounidenses, logró polarizar la visión del conjunto de los habitantes de esa nación, entre quienes impulsan la visión de una sociedad multirracial, multicultural y plural, con derechos equivalentes, y quienes demandan una sociedad dominada por los primeros colonizadores de raza blanca, y los que han seguido llegando para fortalecer su presencia territorial, que ven en los inmigrantes de otros orígenes raciales a intrusos, que en el mejor de los caso deben estar al servicio de los primeros.
A Biden y quienes le acompañen en su gobierno les tocará la difícil tarea de lidiar con ambos grupos, buscar la conciliación de intereses, y la construcción y reconstrucción del tejido social, en el que todos los habitantes de esa nación disfruten de los mismos derechos.
Desde luego, que también tendrá la tarea de construir una relación más justa, equitativa y racional con el conjunto de las naciones, en materias como: la ambiental, energética, comercial y económica.
En el caso particular de la relación con nuestro país hay grandes retos por delante, en los que el diálogo y la cooperación deberá buscar, ser constructiva, equitativa y respetuosa de la soberanía de ambas naciones. Difícil reto, pero posible, con voluntad política e inteligencia.