Nudos de la vida común/Lilia Patricia López Vázquez
El discurso del rey
Segunda Parte
NUDOS DE LA VIDA COMÚN
Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción
- Simón Bolívar
En México, la ignorancia es un descuido social conveniente, del cual las clases privilegiadas, encabezadas por la política, han sacado muy buen partido. El rezago en calidad educativa en nuestro país, ciertamente es la herencia de cien años de política partidista.
La ignorancia es el germen de la desigualdad y la injusticia social. Una desventaja en el conocimiento, deriva en múltiples y diversas desventajas materiales. Por ejemplo, el desconocimiento de la ley, no exime a nadie de responsabilidades, pero la ignorancia de los derechos es una puerta abierta para el abuso. ¿Cuántos trabajadores reciben como único pago de sus horas extras el ser calificados por su patrón como “el que sí se pone la camiseta”? ¿Cuántos usuarios del sistema de salud pública creen que el gobierno les proporciona generosamente medicinas gratuitas como si fuera un regalo y no como un derecho por los impuestos que pagamos todos los mexicanos?
Se trata de un mal endémico macerado por décadas. Si bien es cierto que AMLO no fue quien puso al pueblo mexicano en esta situación cruel de desventaja, si está capitalizando para sí los frutos de la misma.
Por un lado, en su discurso, López Obrador ejercita el poder identitario. Cada vez que habla de “los pobres”[1], fortalece una identidad social en el imaginario de 60 millones de mexicanos, que acrecienta su poder. Él no habla de erradicar la pobreza, sino que la enaltece como virtud, como cuando aplaude el crecimiento de remesas en vez de preocuparse por la generación de empleos formales y dignos. Promueve, al igual que sus predecesores, una injusticia hermenéutica: le niega al pueblo el conocimiento que necesita para entender su contexto y sus circunstancias, para que así pueda tomar el control de su propia vida.
El actual titular del poder ejecutivo busca congregar a su alrededor a “los pobres” no a través de una consciencia de clase (que si me permiten, amables lectores, es mucho más fiel a las ideas marxistas para el logro del bien común), sino a través de la continua inserción de un enemigo en el imaginario de sus seguidores.
Una técnica muy básica para fortalecer la identidad de cualquier grupo social, en cualquier ámbito, es ponerlo frente a un adversario. Pensemos por ejemplo en los equipos futbolísticos con las aficiones históricamente más leales: las águilas y las chivas. El “clásico”, sin importar en qué lugar de la tabla están los equipos involucrados, enciende no solo la pasión, sino también la identidad.
Los neoliberales es el apelativo que López Obrador utiliza una y otra vez para descalificar a quienes presentan argumentos, datos y hechos que no favorecen su imagen, mientras que su política no se escapa de las mismas tácticas. Por ejemplo, la búsqueda del control inflacionario a través de políticas monetarias como el manejo de la tasa de interés, es una medida típicamente neoliberal.
Otro caso. Mientras que en el tema energético busca regresar a la política proteccionista, en el de salud presume que con su fallida estrategia para suministro de medicamentos, hará posible la compra de los mismos al extranjero, dejándolos de comprar a las productoras farmacéuticas mexicanas alegando que se trataba de prácticas monopólicas ¿no es esto neoliberal? … y bueno, ya ha demostrado que la corrupción no es un mal exclusivo de los neoliberales, pues su discurso de honestidad únicamente ha servido para revelar su propia sombra.
Al utilizar continuamente esta construcción de fantasmas neoliberales, AMLO abona a una capa más de injusticia cognitiva, la llamada testimonial. Esta se refiere a que la credibilidad de una persona es cuestionada por la pertenencia a un grupo social, en este caso, todo aquél, que aún sin serlo, es calificado como neoliberal por su majestad. Así, tenemos ya universidades, ciencia, tecnología, artes, medios periodísticos e incluso entretenimiento neoliberales y que por ende, hay que reprimirlos hasta hacerlos desaparecer.
Parece que la consigna es que avance la ignorancia, para mantener, paradójicamente, el status quo. Sin embargo, la ignorancia no es creación de AMLO ni de la 4t. Es una tragedia en nuestro país de la cual todos y todas somos corresponsables. Los privilegiados han encontrado ventajas deshonrosas en la ignorancia de las personas en vulnerabilidad. Las personas en pobreza, por su parte, encuentran alivio a su ansiedad doxástica, en la muralla de ignorancia que AMLO ha construido a su alrededor con la descalificación de aquéllo que pueda abrirles los ojos.
Uno y otro bando hacen de la noche negra del conocimiento y la consciencia, ganancia de pescadores. Pero AMLO lleva por mucho la ventaja, pues su discurso no apela a la razón, sino a la emoción y a las entrañas. El único enemigo a vencer, es la ignorancia. Pero no solo se trata de la ausencia de conocimiento, sino de la ceguera e indiferencia hacia la realidad del otro. Quien pretenda realmente hacer un cambio en el país hacia la justicia y equidad, deberá hacerlo desde ambas dimensiones: conectar con el pulso y sentir de la población e incorporarlo con empatía a la vivencia propia y expandir el conocimiento sin sesgos oportunistas, promoviendo un pensamiento crítico e independiente en cada mexicano y mexicana, para permitirles tomar el control de su propio destino en libertad.
[1] Que en un lenguaje inclusivo y de respeto a la dignidad debería llamar “personas en pobreza”