Nudos de la vida común/Lilia Patricia López Vázquez
Nuestro inconsciente común
“Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser”
- Carl Gustav Jung
El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador ha sido insistente en que el Gobierno Español debe disculparse con los pueblos originarios de nuestro país por las atrocidades cometidas durante la colonización. En su postura, hay un punto cierto y válido: este hecho histórico es uno de los que más han herido nuestra historia. El dolor y las creencias alrededor del mismo, forman parte de nuestro inconsciente colectivo.
Permítame, apreciable lector, invitarle a explorar este fenómeno de nuestra vida común. Carl Jung, prominente psiquiatra del siglo XX y fundador de la escuela de la psicología analítica, acuñó el término “inconsciente colectivo” para referirse a un componente compartido en la mente humana, que es heredado culturalmente. Es decir, se trata de eventos que no necesariamente vivimos, pero que están en nuestra historia común y que residen en nuestra mente dando forma a nuestra manera de percibir e interpretar nuestras experiencias de vida.
El hecho de que las culturas prehispánicas residentes en lo que es actualmente el territorio nacional hayan sido aplastadas durante la época de la conquista, ciertamente puede ser el origen de un temor colectivo a perder lo que tenemos pues nos recuerdan la fragilidad del status quo. Quizás ahí nacen las reacciones apasionadas ante los temas que polarizan a nuestra sociedad, pues se activa una alerta de pérdida inminente.
En la historia de la conquista hubo sumisión y traición. Se abusó de la nobleza y buena voluntad del indígena, cambiándole cuentas y espejos por oro. Esta situación se ha perpetuado con el regateo a la artesanía originaria, pero peor aún, con la indignante discriminación al indígena y las personas en condición de pobreza. La diferencia del presente con el pasado, es que ya no se trata de un extraño enemigo, sino de fuego interno.
La traición, encarnada en las historias sobre la Malinche, vive en el inconsciente colectivo como desprecio y desconfianza en la mujer, donde probablemente nace la cultura machista que la somete, la cela y la controla.
Por otro lado, tenemos el arquetipo de la madre que protege y dignifica, representado en el ayate de Juan Diego donde quedó impresa no solo la imagen Guadalupana, sino la reivindicación e integración del pueblo indígena en la nueva sociedad mestiza.
Pero no solo la conquista dejó su huella en este inconsciente colectivo. En el imaginario mexicano, la independencia de México es el legado de los héroes que llamamos padres de la patria. Les hemos dado un lugar privilegiado en la historia donde se exalta a las personas y se les brinda honor. Pero donde también omitimos que sus motivaciones eran personales y no precisamente buscando el bien común de la población. Más aún, al enaltecer la personalidad de estos héroes, dejamos de ver la lucha por la independencia como un proceso colectivo. Así, nos quedamos con la narrativa de que un héroe vendrá a rescatarnos del yugo del opresor enemigo. Entonces, para que haya un héroe, primero tenemos que tener un adversario, un masiosare que nos quiere dañar. Y como cuento de hadas, esperamos la venida de un príncipe que nos rescatará y a quien le creemos y apoyamos ciegamente. Así, creemos que el presente y el futuro del país depende de una sola persona, cuando en realidad en México la democracia está constituida por una división de poderes. Asumimos que el Ejecutivo es el único responsable de las decisiones que se toman, cuando en realidad los poderes legislativo y judicial también tienen su parte, ya sea como cómplices o como opositores, tanto para bien como para mal.
Ciertamente, el ejercicio del poder, tanto económico como político, ha sido el origen de la injusticia y la desigualdad que vivimos en nuestro país. Sin embargo, el aglutinamiento alrededor de un mesías, adorado como un semidios, y pasando por alto la fuerza de los otros dos poderes, y más aún, del poder colectivo, nos puede llevar a una nueva transformación fallida, como lo fue la independencia que nos trajo una libertad tan pobre e indigna, que devino en una nueva revolución a la vuelta de un siglo.
Ahora, no todo en el inconsciente colectivo es oscuro. Nuestro México solidario nació en el terremoto del 85, con un gobierno federal indolente que optó por la inacción mientras la gente moría debajo de los escombros de una ciudad destruida. El soldado que Dios le dio a México en cada hijo, despierta una y otra vez cuando la tragedia llega a la vida común. Lo vimos nuevamente en el terremoto del 2017, en las recientes catástrofes naturales por las inundaciones en Veracruz, Hidalgo, Guerrero y Michoacán, y por supuesto, durante la pandemia donde fue la población quien se organizó para dotar de equipo de protección a personal médico y proveer de oxígeno a las víctimas del segundo pico de la infección.
Dicen que hay que conocer la historia para no repetirla. Si le hacemos caso a Jung, necesitamos conocer la historia para que deje de ser inconsciente y podamos elegir de manera consciente el mito que guíe nuestra mente colectiva: crear un héroe que nos libre de masiosare o ser los hijos que se levantan como soldados; seguir desconfiando al ver en todos una Malinche o reconocer la dignidad de las personas indígenas y darles su lugar dentro de esta nación.
Efectivamente, México está herido por su historia. Demandar a España que pida perdón por la conquista es tan solo avivar el mito de que estamos sometidos. De hecho, en esa actitud, le estamos entregando al extranjero nuestra autonomía, pues necesitamos de una acción suya para que nosotros podamos reconciliarnos con nuestra historia. La llaga colectiva de la conquista, igual que toda herida, no cicatriza cuando alguien nos pide perdón, sino cuando perdonamos. Ahí es donde México puede actuar con dignidad y demostrar que ni una colonización tan oprobiosa puede matar el espíritu de esta nación.
Darnos cuenta de nuestro inconsciente común nos permite tomar control sobre él y en lugar de reaccionar al pasado, nos posibilita dar respuesta al presente y diseñar el futuro. Solo así podremos elegir conscientemente lo que queremos en nuestra vida común. Entonces, libres del inconsciente colectivo, podremos ser una nación verdaderamente independiente y soberana.