Nudos de la vida común
El mercado político
No encuentres clientes para tu producto. Encuentra el producto para tus clientes.
- Seth Godin
Las campañas políticas en la carrera por la presidencia de la República y los demás cargos a ser renovados en las próximas elecciones están resultando meros estudios de mercado para conocer qué es lo que la gente está dispuesta a comprar a cambio de su voto y con ello, crear los recursos discursivos para una venta efectiva.
Al inicio del mandato de López Obrador, la oposición condenó apasionadamente los programas sociales argumentando su falta de efectividad en la atención a las causas raíces de los problemas y así como por la falta de una lógica presupuestaria que garantice su sostenibilidad. Seis años después, la candidata de la coalición opositora, ofrece en el primer debate exactamente lo mismo, pero con un “extra”, anunciando de antemano nuevas tarjetas para la distribución de beneficios a la población en condiciones de vulnerabilidad. Lo anterior es una respuesta para desarmar un motivo poderoso por el cual los 42 millones de beneficiarios de tales programas refrendarían su voto a la cuarta transformación. Es decir, vamos a ver quién da más.
Por su parte, la candidata en el partido en el poder se centró en enfatizar en los premios que recibió su gestión en la Ciudad de México en el intento de alejar de la memoria colectiva las grandes negligencias de su gobierno que costaron vidas en la línea 12 del metro y en el colegio Rébsamen. Durante el debate, la candidata se apegó estrictamente a este discurso como estrategia publicitaria clásica para disolver una crisis de imagen, con la esperanza de que tanto las víctimas como quienes se han indignado por ello, sepulten esos recuerdos y compren la idea de que su gestión ha sido exitosa y quizás con ello, logre recuperar a la mitad de los votantes de la ciudad de México que le dieron la espalda en las elecciones locales pasadas.
Lo preocupante de todo esto es que los mexicanos nos estamos dejando llevar nuevamente al mercado político a comprar espejitos y se nos está tratando como clientes de una sola ocasión y no como ciudadanos cuyas vidas dependen de las decisiones que tomen los próximos gobernantes.
Al votar estamos entregando un presupuesto federal sexenal de aproximadamente cincuenta y cuatro billones de pesos. Esto representa 432,000 pesos por mexicano, lo que equivale a 72,000 pesos anuales por cada miembro de su familia. Sin considerar pensiones y servicios del IMSS, del INFONAVIT y del ISSSTE, así como agua potable y energía eléctrica, porque eso los pagamos aparte, los servicios y beneficios que usted recibe, estimado lector, ¿valen esa cantidad de dinero? Un voto de 432,000 pesos ¿merece tanta inseguridad, educación de bajo nivel, malos empleos, si es que los hay, agua contaminada y escasa, un futuro incierto para nuestras juventudes y un sistema judicial ineficiente que protege todo menos los derechos humanos? La brecha entre lo que recibimos y lo que nos cuesta el gobierno, es uno de los grandes boquetes por los que se escurre nuestra calidad de vida, y se llama corrupción.
Necesitamos que México ya no sea gobernado por más mercaderes políticos, sino que es momento de que tengamos a estrategas de la nación al mando, que no anden en campaña para venderse, sino para aprender a ver al país de manera sistémica y para que descubran las entrañas de las condiciones y los problemas que nos impiden una vida plena para así crear un plan sólido y responsable que nos conduzca a una verdadera vida común en la cual nadie sea excluido ni tratado como desigual.
Lo que sí puedo conceder en este trato mercantil que se le da a nuestro voto, es que como ciudadanos tenemos el poder de exigir mucho más por él, con una mayor participación e involucramiento en las decisiones que se toman entre quienes se asumen Dioses del Olimpo y no servidores públicos. Necesitamos no conformarnos con programas sociales que solo adormecen temporalmente nuestros malestares en alimentación, salud y economía, sino exigir cambios estructurales que realmente creen condiciones para que todos tengamos la posibilidad real de una vida plena, con seguridad, educación, acceso al desarrollo pleno de la personalidad y los talentos, a la cultura y al deporte, y cobijada por el respeto y protección irrestrictos a nuestros derechos. Esto es lo que necesitamos que las y los candidatos nos garanticen y que durante la campaña, nos demuestren que tienen al menos una hipótesis de cómo lograrlo, sin sacrificar una cosa por otra, y mucho menos, a unos ciudadanos por otros.