Nudos de la vida común
Dirigir y liderar
Dame un empleado del montón pero con una meta y yo te daré un hombre que haga historia. Dame un hombre excepcional que no tenga metas
y yo te daré un empleado del montón
- James Cash Penney
Para conducir a una organización humana hacia su florecimiento hace falta tanto precisión en la acción directiva como liderazgo. Por ello, es necesario que quienes tengan la mayor responsabilidad asuman el compromiso de desarrollar en sí mismos o bien, mantener vigentes, sus competencias tanto estratégicas como humanas.
Todo grupo humano, ya sea político, comercial, social, civil, deportivo o religioso, tiene como centro ciertas competencias operativas que son su razón de ser y de estar en la sociedad. Es decir, entregan un producto o un servicio que se espera que sea de valor para alguien, ya sea creando o no beneficios lucrativos. La capacidad estratégica de sus dirigentes permite posicionar ese producto o servicio en un nivel lo suficientemente competitivo para darle viabilidad en el tiempo y lograr los objetivos de su existencia.
Así, el director de la empresa - en la actualidad pomposamente llamado CEO, por sus siglas en inglés Chief Operating Officer -, requiere conocer a profundidad la naturaleza de su operación para ser capaz de ver su potencial y diseñar su futuro. Las organizaciones necesitan que quienes dirigen sus destinos, tengan la capacidad de visualizar sus horizontes con profundidad y amplitud, pues a su cargo está la toma de decisiones trascendentales que harán la diferencia entre su ascenso o su declive, o bien, entre el logro de sus metas o la frustración de las mismas. También está en sus manos el diseño de cómo se perseguirán tales objetivos, coordinando y controlando la implementación de iniciativas y proyectos que conduzcan a que el grupo humano avance hacia la visión deseada. En ese proceso, el director de empresa toma decisiones importantes sobre la obtención y uso de recursos, tanto humanos como financieros, materiales y tecnológicos como relacionales. De hecho, esto es el valor que crea una empresa: el diferencial entre el total de beneficios obtenidos (mismos que deseablemente deben ser dimensionados en lo económico, lo ambiental y lo social) y los costos, gastos e inversiones realizadas para producirlos (medidos en las mismas dimensiones anteriores). Poder ejecutar con eficiencia lo anterior, es a lo que nos referimos con las competencias estratégicas del director.
Sin embargo, la acción directiva es solo uno de los pies que hace caminar a la organización hacia su destino. Con este solo pie, la organización ciertamente podrá avanzar, a costa de cojear, rebotar, caerse y con frecuencia retroceder. El otro pie es el liderazgo, el cual integra el conjunto de competencias humanas que aportan el movimiento, el ritmo y la agilidad a la organización.
El liderazgo, más que un carisma, es la acción consciente del líder sobre su impacto y la organización tienen en su entorno y su decisión sostenida de que sea siempre positivo.
Se trata de la convocatoria a una apuesta común de quienes tienen un interés en la organización, tanto internos como externos a la misma, a través de procesos de comunicación que siembren y cosechen confianza por su integridad y congruencia. Es justo ahí donde germina el trabajo en equipo, la colaboración, la iniciativa y la resiliencia.
Mientras que la acción directiva tiene que ver con el hacer, el liderazgo tiene que ver con el ser. La estrategia implica destrezas para definir objetivos elevados, alinear la operación al entorno y tomar decisiones y acciones certeras para el logro de un fin. El liderazgo implica una relación humana individual y colectiva que dispone a la ejecución animosa y eficiente de la estrategia. Un líder no inspira por las cosas que hace o que pretende que la organización realice, sino por el impacto que tiene su misión en la vida de los demás, empezando por la de los miembros de su equipo. La estrategia se desarrolla con el intelecto, lo cual hace que el director se enfrente con sus limitaciones y que supere con su esfuerzo y determinación. El liderazgo, por su parte, nace desde el corazón, por lo que su desarrollo demanda al líder confrontarse con sus miedos y heridas, los cuales se vencen solo con valor y esperanza. Así es como casi todos sabemos dirigir, pero pocos, liderar.