Nudos de la vida común
La felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación se fundan en la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.
-Juan Domingo Perón
La discusión de la reforma eléctrica en la cámara de diputados durante el día de ayer fue un entretenido y vergonzoso circo. Lo que menos importaba, era el suministro de energía para el país. Se trataba de una lucha de poder entre los partidos de derecha e izquierda. Ambas bancadas gastaron el tiempo en alentar el encono mutuo. Bien sabían que gracias a las redes sociales y al día de asueto, contarían con una gran audiencia entre la población y se lucieron. Hicieron del debate un fuego cruzado de descalificaciones, insultos y adjetivaciones personales. Incluso hubo quien anticipó que no se trataba de un tema técnico, sino moral. Pero, ¿hay algo más inmoral que jugarse el futuro del país con tal de ganar poder?
Esta sesión fue en realidad la verdadera disputa por la revocación o ratificación de mandato. La lucha fue por validar o cancelar al presidente de la nación, no por asegurar el porvenir energético del país. Lamentablemente, este escenario ya lo veníamos viendo desde los debates de los candidatos presidenciales en 2018, pues esa fue su tónica. El intercambio no es alrededor de estrategias para lograr el bienestar del país, sino que los esfuerzos se dirigen a descalificar a las personas. Los políticos, de ambos bandos, anteponen sus intereses personales a la construcción de un proyecto de nación, lo cual condena al país a seguir en este ciclo vicioso llamado sexenio.
No hay forma de construir acuerdos cuando no hay escucha, cuando no se establecen objetivos comunes. Los diputados y las diputadas, gritan desde sus curules, sin siquiera intentar llegar a un diagnóstico de la realidad de las y los ciudadanos. Este debería ser el principio que rija la discusión y a partir de ello, encontrar el cómo satisfacer las necesidades de la población. Pero no, buscan el triunfo de su ideología para acceder a los beneficios que les otorgan sus escaños.
¿Que sí necesitamos los mexicanos? Que los recursos del país sean nuestros y para nuestro beneficio y que se garantice su conservación en el largo plazo, pensando en las generaciones presentes y futuras. El problema es cómo le hacemos para usar esos recursos de manera sustentable y equitativa.
Desafortunadamente, la evidencia que tenemos es que las empresas operadas por el Estado, al ser propiedad de todos y de nadie, se han convertido en arcas abiertas para la corrupción, pues nadie exige cuentas sobre su desempeño. El liderazgo de las mismas, se otorga como un seguro de protección del poder y un premio a la lealtad política, independientemente de la capacidad de quienes ocupen los cargos directivos. Esta es la verdadera inmoralidad y traición a la Patria en la que han incurrido todos los gobiernos de la República desde siempre.
Lo que urge en México, es dar viabilidad a los servicios energéticos para que toda la población encuentre en ellos habilitadores de desarrollo y nadie se quede en rezago por falta de los mismos. Es imperativo hacer una evaluación honesta del estado de las cosas en la Comisión Federal de Electricidad, pues parece que el tema no es la ventaja en eficiencia que le está sacando la iniciativa privada, sino la inviabilidad de su modelo de negocio al quedarse sin los grandes clientes que representan las industrias que están produciendo sus propias energías, lo cual a su vez, pone en riesgo el subsidio del servicio a las personas con mayor vulnerabilidad económica y hace inviable convertirlo en un derecho humano.
Proteger las energías empieza por una operación responsable, encabezada por los perfiles profesionales más competentes técnica y socialmente y con una rendición de cuentas transparente. La tarea de la administración federal, es buscar los esquemas de financiamiento que hagan que estas industrias sean autosuficientes y sustentables, garantizando la provisión de energía a todos los mexicanos así como la conservación del medio ambiente, nuestra casa común. Así de simple, sin nuestro entorno no tenemos vida, no tenemos desarrollo, nos quedamos sin nada.
Pero nuestros diputados y diputadas, lamentablemente, no están preparados para esa discusión. Ojalá nosotros, los ciudadanos, lo estemos la próxima vez que seamos convocados a votar.