Nudos de la vida común
¡Gracias, gracias, gracias!
La raíz de todo bien crece en la tierra de la gratitud
Dalai Lama
En esta edición ¡los nudos cumplen tres años! Permítanme, muy apreciables lectores, platicarles cómo nacieron y tres de los regalos que he recibido de ustedes a través de ellos. Recién había iniciado la pandemia. Tendríamos apenas unos días de que nos mandaran a las familias a trabajar y estudiar desde casa, cuando recibí una llamada de mi compadre, Carlos Monge. Me anunciaba con la alegría y el nerviosismo natural de un nuevo inicio, que estaba por arrancar con su portal de noticias, postdata.news y me invitaba a colaborar con una columna que me proponía semanal o quincenal. Creo que sabía a qué se arriesgaba, pues por hermosas coincidencias del destino, ya le había tocado en muchas ocasiones, escuchar y enriquecer mis escritos. Desde su compromiso con la libertad de expresión, tal convocatoria venía con plena apertura a lo que quisiera publicar.
La invitación me hizo desenterrar sueños de infancia de escribir: ya fueran novelas, poesía o en algún medio de comunicación. Lo anterior, aunado a las recomendaciones que se nos hacían de cuidar la salud física, emocional y mental durante el encierro que tendríamos durante un periodo incierto, me impulsaron a dar un sí al reto que se me proponía.
El contexto de esos momentos en que iniciaba la crisis sanitaria y que anticipaba aprietos en la economía global, fue la inspiración de la línea de los nudos: las coyunturas en las que los seres humanos quedamos atascados aún teniendo intereses comunes. Era pues, desde mi punto de vista, momento de conversar sobre nuestras diferencias, mismas que con frecuencia nos llevan a una perspectiva unilateral que nos impide encontrar lo común en lo diverso. El objetivo en mente era ofrecer temas para abrir conversaciones y quizás con ello, reencontrar el camino de regreso a la comunidad donde todos entramos.
Los nudos nunca han pretendido investirse de autoridad ni ser portadores de una verdad absoluta, y mucho menos perseguir seguidores alineados a una forma de pensar. Por el contrario, buscan ofrecer una perspectiva para que cada quien construya su propia opinión, sin que ello demerite nuestra pertenencia y valor para la vida común.
Sin embargo, poco a poco, los nudos han cobrado vida propia. Uno de los tres grandes regalos que me han traído las entregas semanales, ha sido la sorpresa de que más que invitar a alguna reflexión - según lo que me han comentado algunos lectores -, los nudos han sido un reflejo de su vivencia; al verse en ese espejo, hay quienes han encontrado valor en su propia experiencia y al mismo tiempo, pertenencia al descubrir que ésta es compartida por muchas otras personas.
El amplio espectro de la vida común, toca la economía, las empresas, el mundo del trabajo, la política pública, las relaciones sociales y familiares y el papel protagónico que tenemos cada uno y una de nosotros en nuestra cotidianidad compartida. El segundo regalo deriva de lo anterior y ha sido poder conectar con lectores y lectoras con formas de vida e intereses muy distintos e incluso divergentes, pero que en los nudos, han encontrado algo en común: nuestra propia existencia en un espacio geográfico y temporal del que todos somos actores.
Por último, el tercer regalo ha sido el desafío constante de indagar sobre lo que nos embrolla la vida y cómo encontrar el hilo que desenreda la madeja; el aprender a ver y apreciar los diferentes colores que emite el calidoscopio cultural de nuestro mundo y cómo uno hace brillar al otro; pero sobre todo, el dejarme sorprender y transformar por nuestra vida común, siempre antigua y siempre nueva.
Aprovecho este momento para agradecer a Posdata.news y a Quadratín Michoacán por la oportunidad de conectar con sus lectores a través de los nudos, a Carlos Monge por ser el incitador de los mismos, pero sobre todo a cada uno y una de ustedes que con su lectura los han hecho propios y les han dado vida con su propia experiencia. ¡Gracias, gracias, gracias!