Nudos de la vida común
Soledad nuestra
Tercera parte
“La soledad es muy hermosa… cuando tienes a alguien a quién decírselo”
Gustavo Adolfo Becquer
El trabajo basado en tecnología, nos lleva a tener mucha comunicación digitalizada. Resulta común en las empresas, por ejemplo, que las instrucciones de trabajo, el desarrollo de alternativas de solución a tareas e incluso, las correcciones de desempeño, se hagan a través de mensajerías instantáneas - frecuentemente personales, como WhatsApp - y correos electrónicos.
Cada vez es más común despersonalizar el trabajo enviando correos aún cuando el receptor del mismo se encuentre a una distancia no mayor a dos metros. El argumento es dejar evidencia de la comunicación laboral. Sin embargo, esto denota un tema de desconfianza que se agudiza precisamente por la falta de contacto humano, a pesar de compartir un espacio físico. Con el uso de medios digitales, borramos el rostro de los interlocutores: deja de ser importante con quién hablamos y lo único que interesa, es el contenido de comunicación. Invisibilizar a las personas, es una causa potente de la soledad nuestra.
Aún cuando el trabajo en casa ofrece bondades tanto para las empresas como para los colaboradores, y habiendo sido una herramienta para lograr la continuidad laboral durante la pandemia, los costos emocionales siguen siendo un tema no reconocido. Las juntas en línea con cámaras apagadas, se han convertido en un mensaje permanente de rechazo a la pertenencia a un núcleo social. “No quiero que me veas, no quiero verte” es una lectura sutilmente amarga del trabajo virtual. Nuevamente, la indiferencia hacia la persona se recrudece y la falta de verse reflejada en un otro, desemboca en un sentimiento de soledad. Si el centro laboral ignora que esto es algo que está pasando en el trabajo desde casa, el problema se institucionaliza, pues el deterioro de la percepción de la propia humanidad se convierte en un costo que la empresa está dispuesta a aceptar. Con ello, se alienta esta soledad sistémica.
Ante ello, es conveniente que en la medida de lo posible, se busque que en el esquema de trabajo a distancia, haya toques de base presenciales con el equipo de trabajo al menos una vez por semana, o cuando la distancia geográfica lo impida, es conveniente establecer dinámicas periódicas donde los colaboradores puedan reconocerse como personas, más allá de lo estrictamente laboral.
La socialización innegablemente es una necesidad humana profunda. En los últimos años, en los estudios sobre la felicidad, se ha encontrado que posiblemente el factor clave para ser felices, es el lograr establecer relaciones interpersonales significativas y satisfactorias a través de las diferentes etapas de la vida. Bajo esta lógica, la soledad sería la mayor causa de infelicidad humana.
Lo anterior podría explicar el auge de las redes sociales, las cuales alimentan un imaginario de las relaciones humanas. Obtener un “me gusta” significa obtener la validación de alguien en quien resueno, sin correr el riesgo de relacionarnos desde quienes somos en realidad. En las redes sociales, al contrario de las reuniones virtuales, “quiero que me veas y soy visto”, pero en un marco de seguridad donde yo controlo la imagen que los demás reciben de mí, como un salvaguarda al rechazo por ser quien soy. Se, amable lector, que en este momento está pensando que en las redes también hay mucho odio, pero en como dice la canción de Julio Jaramillo, odio quiero más que indiferencia, porque en el odio, existo y hay un vínculo, aunque sea destructivo.
Así, las agresiones que se leen en redes sociales ante los temas polémicos de la vida común, quizás sean, de alguna forma, un mitigante de la soledad. Si me atacas, existo para tí, luego entonces, hay alguien que me ve, y eso me hace sentir menos aislado. La popularidad en redes, puede ser una cortina de humo que oculta una profunda soledad.
Al final del día, las plataformas de interacción social por internet, ya sean para trabajar o estudiar, ya para entretenernos, son solo ponernos frente a una caja de fierros que adormece nuestra soledad. Sin embargo, eliminarlas a estas alturas de su evolución, puede significar un verdadero suicidio social. Lo importante, es darnos cuenta qué pasa dentro de cada uno de nosotros cuando hacemos uso de ellas y tomar consciencia de que son un instrumento para dar continuidad a nuestras relaciones o a la ejecución del trabajo, más no son vida social por sí mismas y que detrás de esa reacción con un emoticon o un meme, hay alguien que se está sintiendo solo.
En la siguiente entrega, si usted me acompaña amable lector, cerraremos esta serie explorando cómo la soledad es fermento para el populismo, y que quizás, lo que necesitamos para combatir la polarización, no son razones para convencer al otro de que está equivocado, sino más bien, aliviar su soledad con nuestra compañía. Mientras tanto, le deseo una muy feliz Navidad construyendo vida común con las personas más próximas a su corazón.