Nudos de la vida común
Constitución, estrategia y aborto. Última parte
La constitución es el alma de los Estados
Isócrates
Así como Isócrates afirmó que la constitución es el alma de un Estado, la estrategia es el equivalente para una empresa. Cerramos esta serie, apreciables lectores, enfocándonos ahora en el ámbito empresarial desde esta analogía que hemos venido realizando en las últimas entregas.
Hemos venido comentando como el Supremo Tribunal de Justicia de los Estados Unidos revocó un caso que servía como jurisprudencia para mantener el aborto como un derecho constitucional y concluimos cómo esta decisión obedeció a que en su proceso original no se tomó en cuenta un principio fundacional de la nación americana, la democracia. Justo esa es la función que tiene una estrategia en una empresa: crear un marco de referencia para la toma de decisiones en todos los niveles de la organización.
Cuando una empresa es pequeña y sus dueños fundadores están activos en su operación, la estrategia es aprendida de manera implícita no sólo por sus colaboradores, sino también por todas las personas que tienen alguna relación con la compañía: clientes, vecinos, proveedores, prensa, etcétera.
Lo que dicen y más aún, lo que hacen los dueños de la empresa, es absorbido por todos sus públicos como la forma en que se hacen las cosas ahí. Es decir, el cómo se trabaja se asume de manera inconsciente como la estrategia. Si ésta no está declarada de manera formal, los colaboradores se sumarán a ella siempre y cuando se sientan identificados con la conducta de los dueños, o por el contrario, presentarán resistencias e incluso sabotajes si perciben alguna disonancia con sus propios valores e intereses.
Cuando la empresa empieza a crecer o los dueños fundadores se han retirado de la operación, esta forma de hacer las cosas va perméandose de colaborador en colaborador, corriéndose el riesgo de que se convierta en un teléfono descompuesto y es entonces cuando las decisiones, desde las trascendentales hasta las más sencillas, se toman desde un deseable - pero pocas veces real - sentido común. Pero si el propósito de la organización y los valores de la misma se asumen considerando que deberían ser un producto de la lógica, no hay espacio para que se desarrolle tal cosa como un sentido común. Luego entonces, cada colaborador toma decisiones y se comporta desde un sentido individual, que obedece a sus propias experiencias, intereses, anhelos y hasta traumas.
He ahí la importancia de declarar una estrategia. Primero, porque se trata de un ejercicio de hacer una reflexión profunda sobre el propósito de la organización, los valores que le permiten vivirlo y cómo con ello, pueden competir en un mercado, posicionándose de tal forma que puedan realizar esa razón única y diferente de ser la empresa.
Esta declaración, en segundo lugar, permite conducir la creación de ese sentido común propio de la empresa. Es decir, ya no se trata de lo que cada uno interprete, sino que da claridad sobre lo que la empresa es y lo que quiere lograr.
Pero al igual que la constitución, tener la estrategia declarada no es suficiente.Y permítanme insistir, constitución y estrategia son marcos fundacionales de los cuales derivan leyes, normas, reglamentos e instituciones, en el caso del Estado, y planes, políticas, reglamentos, iniciativas y estructuras organizacionales, en caso de la empresa. Constitución y estrategia guían los objetivos comunes de largo y corto plazo en ambos escenarios, así como las acciones y el marco de comportamientos necesarios por parte de sus miembros para lograrlos.
Más aún, la constitución es la expresión del espíritu de un país, pues refleja sus valores y la identidad de sus ciudadanos. De hecho, en este mundo globalizado donde la capacidad de movilización entre fronteras cada vez es más grande, estamos viendo ya migración no solo por necesidad, sino también por la posibilidad de optar por culturas más afines a los intereses propios de cada individuo.
De manera análoga, la estrategia comunica la esencia de las empresas y cada vez más, las personas buscan emplearse en lugares donde haya mayor afinidad entre sus intereses y anhelos y los de la compañía. De esta forma, la estrategia ya no es solo un posicionamiento comercial, sino también, para mantener una fuerza laboral como sustento para lograr sus objetivos.
En conclusión, no es que la ley sea la ley. Constitución y estrategia son mucho más que eso: son el corazón de conglomerados humanos interdependientes en una vida común; por eso son el génesis de toda decisión, toda acción y todo comportamiento. Son principio y fundamento del pacto social en el que las personas desarrollamos nuestras vidas. Así que cada vez que un grupo social deba tomar una decisión, tan compleja como la legislación del aborto o tan operativa como la elección de un proveedor, siempre tendremos como referencia el marco de la constitución o la estrategia para poder así, ordenarlas al bien común.