Nudos de la vida común
Querida empresa… ¡ponte las pilas!
Creo honestamente que es mucho mejor fallar en algo que amas que tener éxito en algo que odias
George Burns
Durante mucho tiempo temimos que el avance de la tecnología desplazaría puestos de trabajo de manera masiva. Imaginábamos androides, al más puro estilo de la guerra de las galaxias, trabajando en fábricas y que cientos de miles de personas estarían en la calle pasando penuria por la falta de empleo. ¿Quién nos diría que esto sería al revés? Parece que las empresas menospreciaron el talento, la capacidad y sobre todo, la voluntad de las personas. Nunca se imaginaron que serían ellas quienes dieran la espalda a la vida de empleados.
Permítanme, apreciables lectores, retomar el tema de la escasez de mano y mente de obra en el mundo, pues es un tema que se recrudece velozmente, aún cuando ya había muchas señales de que esta era otra crisis que se avecinaba, y como las otras, que fue acelerada por la pandemia. Una crisis más de nuestra vida común.
La falta de mano y mente de obra está causando cuellos de botella en las cadenas productivas. Por ejemplo, miles de contenedores están varados en los puertos aduaneros en todo el mundo por la falta de personal que los descargue e inspeccione, causando desabasto y con ello, que muchas empresas no puedan responder a la demanda que tienen. De igual manera, muchísimos negocios encuentran sus estantes vacíos por falta de mercancía o están prestando un servicio ineficiente a sus clientes por no contar con un equipo que les ayude a atenderlos debidamente. El resultado de estas situaciones es una escasez de bienes y servicios, que al tener una demanda insatisfecha, eleva los precios y abona a la escalada inflacionaria.
Entre las causas de esta falta de personal está el envejecimiento de la población. En países desarrollados, la pirámide poblacional ya ha empezado a invertirse, de tal suerte que cada vez hay menos personas en edad de trabajar y más adultos mayores jubilados. En Europa, por ejemplo, esta necesidad de trabajadores estaba siendo satisfecha con los inmigrantes provenientes de África y Oriente Medio, muchos de los cuales tuvieron que regresar a sus lugares de origen por el cierre de las actividades productivas debido a la pandemia y decidieron permanecer en sus hogares y ya no regresar.
En países latinos, los despedidos de la pandemia encontraron formas de subsistir generando su propio empleo o arropándose en algún programa social de gobierno. A la par, los negocios de multinivel han proliferado, creando distribuidores independientes a quienes seducen para que se conviertan en autoempleados, con un discurso de que sean sus propios jefes y que trabajen para lograr sus sueños y no los de alguien más.
La idea de que trabajar es malo se ha popularizado. Un ejemplo es la afirmación que reza “haz que tu dinero trabaje por tí", la cual pocas veces viene acompañada de una asesoría seria y termina en juegos especulativos con consecuencias como las que hemos visto recientemente en las burbujas y caídas de instrumentos parafinancieros, como las criptomonedas.
A lo anterior se le suma que hay un cambio muy importante en la forma de pensar respecto al trabajo. Durante las últimas dos décadas, las universidades han impulsado la formación emprendedora, inyectando en sus estudiantes la mentalidad de no salir de la escuela a buscar empleo, sino a crearse el propio. Con un mercado globalizado y digital, el talento independiente ha encontrado muchas formas de monetizar sus capacidades, siendo más rentable que contratarse con una empresa, por grande que ésta sea.
Paradójicamente, las empresas se han encargado de confirmar lo malo que es trabajar para muchas de ellas. Sus modelos de negocio están basados en una escasez histórica de empleo donde las personas aceptaban cualquier condición laboral con tal de contar con un ingreso seguro, sin importar lo bajo que fuera, lo maltratados que salieran de cada jornada y la ausencia de prestaciones y desarrollo personal y profesional. Las ganancias de las empresas no pueden seguir apalancadas en la explotación laboral.
Ahora que hay escasez de mano y mente de obra, el poder de negociación está del lado del trabajador. Este es el lado amable de esta crisis. La necesidad de cubrir las vacantes ha abierto las posibilidades de empleo a personas que antes eran injustamente descartadas para el trabajo: ser mayor de 40 años, ser inmigrante, ser mujer, no haber concluido estudios universitarios, no tener experiencia, o peor, todo junto. Ahora las grandes empresas de América del Norte solicitan al gobierno de México su apoyo para contratar connacionales y llevarlos a trabajar a esos países de manera legal, con empleos que aún cuando sean temporales, son bien pagados, y donde se les ofrece condiciones dignas de vivienda y subsistencia que les alcanza para mantener a los familiares que dejan en el país.
Para el caso de profesionistas, la oferta es igual o más atractiva aún. Si el talento y la preparación vienen acompañados del dominio de una lengua extranjera, estaremos viendo próximamente una fuga de jóvenes profesionistas en búsqueda de un futuro mejor fuera de nuestras fronteras.
Es momento de que las empresas se pongan las pilas. El modelo laboral de la era industrial se ha agotado. En el nuevo modelo, la tecnología está al servicio de las personas, para lograr formas de trabajo compatibles con la vida personal, a través del trabajo remoto y flexible. En este escenario, las empresas deben literalmente competir por el talento disponible, ofreciendo compensaciones salariales y no económicas de acuerdo al valor que aporta la persona y no por el puesto que ocupa. La competencia por un buen empleado está en cualquier parte del mundo y cada persona es dueña de su propia carta de negociación. Las condiciones laborales deben ser más atractivas que trabajar de manera independiente, tanto en tiempo, ingresos, posibilidades de desarrollo y calidad de relaciones interpersonales.
También es importante que las empresas tomen consciencia de que esta escasez de empleados no es una ola, sino que necesitan innovar en su modelo de negocio y transformar a sus empresas digital y tecnológicamente para cubrir sus necesidades operativas.
La tecnología no desplazó la mano de obra, sino que ésta descubrió que el empleo no es la única forma de vivir, y con ello, está obligando a las empresas a aprender e invertir en nuevas formas de operar, pero sobre todo, a crear esquemas laborales más humanos y justos y valorando en verdad el talento y la aportación de las personas en el trabajo.