Nudos de la vida común
La huelga silenciosa
Nudos de la vida común
El trabajo más productivo es el que sale de las manos de una persona contenta.
El sector productivo enfrenta una crisis muy importante: la escasez de personal operativo. Los reclutadores de mano de obra se encuentran con duras dificultades para cubrir sus vacantes. La producción de las empresas está frenada y el personal actual está llegando a un punto de desgaste incluso superior al que vivió durante la pandemia, pues la carga y horas de trabajo van en aumento, pues no hay quien haga el trabajo.
El índice de desempleo en México se encuentra en un nivel inferior al del año pasado e incluso, a la media histórica, alcanzando tan solo un 3.5%. El Instituto Mexicano del Seguro Social, por su parte, ofrece datos que refuerzan la idea de que México ha logrado una importante recuperación del empleo, pues ha llegado a un crecimiento anual en los puestos de trabajo registrados del 4.9%, la cifra más alta en los últimos 12 años.
Observando el fenómeno de manera superficial, podríamos decir que estamos entrando a una etapa de empleo pleno en el país. Sin embargo, aún falta generar 2 millones de empleos para regresar al número de puestos registrados en el seguro social en marzo de 2020. ¿Por qué entonces el índice de desempleo está tan bajo si aún no se recuperan todos los empleos perdidos durante la pandemia? Y esto sin considerar el número de personas que se incorporan a la población económicamente activa por edad o porque han concluido sus estudios.
Me parece pertinente contextualizar que el índice de desempleo mide el número de personas que están buscando trabajo de manera activa y no lo encuentran. El tema es que no tenemos forma de dimensionar si son más o menos las personas que están buscando trabajo. Mi hipótesis es que no se trata de que se han creado más puestos de trabajo, sino que hay menos gente buscando empleo. Les explico por qué, estimados lectores.
Con la llegada de la pandemia a México, 12 millones y medio de personas perdieron su empleo de marzo a abril del 2020. Estas personas tuvieron que buscar opciones para su manutención. En nuestro país, en nuestra cultura, se acoge al caído en desgracia. Las familias arroparon a sus miembros que perdieron el trabajo y se acomodaron a vivir con el presupuesto disponible. Algunos más, optaron por autoemplearse en las plataformas de entregas o servicios privados de transporte y descubrieron beneficios importantes: un horario flexible según sus propias necesidades y preferencias, una entrada de dinero correlacionada a su esfuerzo y la liberación de ambientes y jefes tóxicos. En muchos de los casos, lograron ingresos superiores a los obtenidos en los empleos perdidos. El 50% de los repartidores de plataformas, gana más de 40 pesos la hora, lo que equivale a un mínimo de 320 pesos diarios por una jornada de 8 horas. Muchos de estos trabajadores, aún sin contar con seguridad social, salieron ganando: un sueldo equivalente o superior, flexibilidad y autonomía, ¿por qué volver a trabajar como empleado, sujeto a malos tratos y abusos laborales cuando se tiene otra opción, aún cuando sea tan precaria como la anterior? En eso se encuentran ocupados alrededor de 350,000 personas.
Lo mismo sucede con todos aquéllos que tras perder su empleo, buscaron la vía del emprendimiento. Un camino difícil que requiere compromiso, perseverancia y aprender de los errores rápido, pero que igualmente, ofrece una promesa de independencia moral y económica.
Más aún, el costo de vida en México no está correspondido por las compensaciones que ofrece el empleo. Una persona que gana cerca de los ocho mil pesos al mes - que ya es un sueldo muy difícil de conseguir en estos días para un trabajador operativo - difícilmente logra cubrir sus propios gastos, aún sin dependientes económicos. Ni pensar en que pueda construir un patrimonio. Entre el pago de renta donde vive y el transporte al trabajo, apenas le queda lo suficiente para cubrir su alimentación. Si a eso se le agrega labores rutinarias, que no ofrecen ningún tipo de desafío o desarrollo, trabajar resulta más una frustración que una respuesta dignificante para la persona. Quedarse en la casa familiar y conseguir un apoyo social, resulta una mejor opción. Más cómodo, menos desgaste y mismo futuro desalentador.
Por otra parte, el programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” ha vinculado al mundo laboral a más de cuatrocientos mil personas entre 18 y 29 años que no estaban estudiando ni trabajando. La cifra de jóvenes no es nada despreciable y ha sido un incentivo importante para que dejen la vida de inactividad, con la consecuente caída en vicios. Sin embargo, ha puesto un estándar que sigue conteniendo las compensaciones salariales. Cada uno de ellos recibe 5,128 pesos mensuales y seguro social. Las empresas obtienen mano de obra gratis y si alguien se da por esa cantidad de dinero, ¿por qué ofrecer un sueldo superior?
Pues bien, mi conclusión es que la escasez de mano de obra no es el resultado de estar logrando el empleo pleno, sino por el contrario, de una depreciación del mismo: una huelga silenciosa donde las personas ya no están dispuestas a trabajar jornadas eternas, con bajos sueldos, con carencia de prestaciones y nula calidad de vida, dentro y fuera del trabajo.
Para cubrir sus vacantes, las empresas deberán responder como se hace cuando hay poca oferta y alta demanda de cualquier producto o servicio: pujar más fuerte. Las empresas necesitan reestructurar su modelo de negocios para mejorar sueldos, prestaciones y condiciones laborales si desean atraer talento en cantidad y calidad suficiente para su negocio. Pero para hacerlo, primero necesitan reconocer el valor de su mano de obra y dejar de verla como un “commodity”, una materia prima común e indiferenciada, y recordar que la frase popular que dice que lo barato sale caro, aplica también a las personas.