Nudos de la vida común

Uno y uno
El amor es el cuidado de la fragilidad del otro
- vox populi
¿Qué pasaría si aplicamos el uno y uno en la vida común? El uno y uno ha sido una práctica muy exitosa para dar fluidez al tránsito de vehículos en las ciudades donde se ha instaurado. Quizás en ella podamos encontrar una forma de pensar y actuar que nos permita una vida en sociedad más plena.
Esta norma de tránsito tiene un valor importante en la convivencia vehicular. Para empezar, rompe con la antigua norma de que las avenidas grandes tienen preferencia, y por derivación, aquellas paralelas a la misma. Para continuar, reconoce que todos vamos a algún lugar, sin cuestionar de dónde venimos, ni el tamaño o el modelo de tu vehículo. Lo importante es reconocer que tu destino y tu ruta son tan valiosos como el mío. Saber esperar nuestro turno fortalece la paciencia, en la cual encontramos la tranquilidad de que todos atravesaremos en algún momento, y que de hecho, si todos cooperamos, nadie excusa para arrebatarle el lugar a nadie, pues así avanzamos todos más rápido.
Ese momento de espera tiene el potencial de ser un rato de calma, donde mientras observamos cómo hay lugar para todos y todas, podemos simplemente respirar, en lugar de observar el avance del reloj en nuestro tablero, el cual no podemos detener de ninguna forma, salvo cuando él nos detiene a nosotros, por tratar de ganar el paso provocando un accidente donde nuestra vida y la de otros puede cambiar de un momento a otro, o de plano terminar.
Otra lección importante del uno y uno es que tampoco podemos ceder el paso indefinidamente, porque no solo se trata de nosotros, sino de los que vienen detrás. Es uno y uno. Ahí reside la armonía de la vida común.
Sin embargo, hay una falla muy importante en esta forma de organizarnos que no podemos dejar de ver y que necesitamos restaurar. El uno y uno tiene que ver con los automotores que circulan en la ciudad, y que se han vuelto dueños de las calles dejando de lado al peatón y al ciclista. Ellos también son parte de este flujo y sin que la circunstancia sea relevante, se encuentran en fragilidad frente a los automóviles. La protección que tenemos en nuestro vehículo es la fortaleza que puede proteger a quien no la tiene con una acción muy simple: ceder el paso. No se trata de vivir una impaciente tolerancia mientras cruzan los peatones, aquéllos en vulnerabilidad frente a nosotros, sino de hacer una valla para que su caminar también fluya, y que lleguen con bien a dónde se dirigen, al igual que nosotros.
El uno y uno es un mapa para coexistir, en un mundo donde todos entramos y es también un remedio para la radicalización política, social, laboral y familiar. La alternancia en el poder ha demostrado alrededor del mundo que da viabilidad a las naciones, pues permite que confluyan los intereses de todas las fracciones políticas, bien que mal, representando todas las necesidades de la población, además de que previene la apropiación ilimitada del poder, lo que termina expulsando a sectores poblacionales del proyecto de nación, y creando estructuras de corrupción fortificadas por el propio sistema de gobierno.
En el ámbito social, si bien de manera normativa gozamos de una igualdad protegida por la constitución, el rechazo público a maneras de pensar, de expresar y de vivir diversas -ya sea en redes sociales o en evento aleccionadores e incluso, a veces en las aulas-, son el germen de la violencia por razones de género, por condición económica y por orígen, por capacidades físicas, mentales y emocionales e incluso, por edad. El uno y uno reconoce la dignidad de todas las personas y es la herramienta para que esa igualdad teórica se convierta en igualdad sustantiva, pues no necesito expulsar a nadie de la fila para darme cuenta de mi propio lugar y evolución.
El mundo laboral, por su parte, es una dimensión donde parece que la consigna es hacer la vida miserable a los demás, en una jungla competitiva donde el éxito se logra cuando se logra someter a los colaboradores para lograr resultados numéricos que hacen felices a las carteras de los inversionistas. En este contexto, el uno y uno es urgente. La creación de medios de producción es vital para la generación de empleo, sobre todo en una economía como la nuestra, pero sus intereses y demandas no pueden ir por la avenida más amplia, sin ceder el paso a las necesidades y aspiraciones de las personas que hacen posible que esos medios productivos, puedan producir y tengan sentido.
En el ámbito familiar sería maravilloso pensar que todos los adultos ven por los menores y que ahí, el cuidado al frágil es un ejemplo claro de amor incondicional. En la crianza también hay errores y descuidos lacerantes: los casos de abuso infantil son alarmantemente frecuentes. Niños y niñas explotados laboralmente o como moneda de cambio entre los conflictos entre sus padres y madres; violencia física normalizada “porque mas vale un manazo a tiempo”; asignación de roles a las niñas para atender a los varones de la casa y complacerlos hasta el extremo permitir incluso el abuso sexual; adolescentes de treinta y cuarenta años que juzgamos de inmaduros cuando en realidad en el dominio paterno o materno no les permitió crecer; hijos y hermanos excluidos por que no van con los valores familiares, tal como si se tratara de una desvinculación en una empresa. Estas y otras historias de familias envían personas a la vida común a que sus heridas se rocen con las del otro y terminen por fracturar el tejido social. El uno y uno es necesario también en los hogares, respetando el origen y el destino de cada miembro de la familia, dándole paso y valorando como fluyendo juntos, todos y todas podemos ser quienes estamos llamados a ser.
Y usted, amable lector, ¿a quien necesita cederle el paso hoy?