Nudos de la vida a común/Lilia Patricia López Vázquez
Signos de los tiempos
Nos adentramos en la temporada navideña, un periodo del año de alto gasto, animado por el aguinaldo, por las múltiples ocasiones de encontrarnos con los seres queridos y por un semáforo pandémico que nos da tregua, aún con la probabilidad de un cuarto pico. Merecemos sin duda, días para relajarnos, reencontrarnos y retomar fuerzas después de las sacudidas sociales, políticas y económicas de este año.
Sin embargo, amables lectores, es momento también de estar atentos a los signos de los tiempos y actuar con prudencia en las finanzas personales. Además de la inflación, de la cual hemos platicado en un nudo anterior, hay dos signos más que llaman a la cautela: la paridad del peso con el dólar y la tasa de interés.
Aún si usted no tiene planeado un viaje al extranjero o no importa productos del vecino del norte de manera directa, el aumento del precio del dólar afecta de manera directa a nuestros bolsillos.
En primer lugar, porque al vivir en una economía globalizada, muchos de los productos que consumimos tienen componentes y materias primas, de por sí escasas y por ello caras, cuyas transacciones están cotizadas en dólares. Y ni qué decir de los hidrocarburos, pues estos se mueven a precios internacionales en la moneda verde, ante cuyo aumento de precio se desata una inflación por empuje de costos, creando una bola de nieve inflacionaria.
Más aún, el ascenso del valor del dólar significa una depreciación del peso mexicano.
Esto es, nuestra economía se debilita y grita a los mercados la ruta de inversión de los capitales: más vale invertir el dinero en efectivo en dólares, en mercancía que se vende en esa moneda o en empresas arraigadas en otros países.
Lo anterior puede devenir en una fuga de capitales, lo cual recrudece la capacidad operativa de las empresas mexicanas, ya de por sí afectadas por la ruptura global de las cadenas de suministro. Menos operación de empresas, menos empleo, más pobreza, más gente empujada a delinquir ante la falta de opciones para satisfacer sus necesidades.
El otro signo es la tasa de interés. Además de ser el precio del dinero, la tasa de interés es un instrumento utilizado por el Banco de México para proteger al peso y controlar la inflación. El Banco de México establece una tasa de interés que sirve de referencia para las operaciones crediticias en el país: el dinero que la banca presta a empresas e individuos y el dinero que empresas e individuos ahorran invirtiendo en instrumentos gubernamentales o privados.
Al subir la tasa de interés, el Banco de México busca incentivar el ahorro, tratando de seducir a las personas a ahorrar en lugar de gastar, para con ello, mantener el equilibrio entre oferta y demanda de productos y así evitar la inflación. Recordemos que una de las formas en que se genera la inflación es cuando existe en el mercado una demanda de productos mayor a su oferta: si hay pocos productos en el mercado, los oferentes los venderán a quienes puedan pagar un precio mayor por ellos, para así compensar el menor volumen de venta.
En estos momentos, la oferta de productos es limitada por la falta de materias primas provocada por la pandemia, y al llegar los ingresos decembrinos a los bolsillos de la población, hay una mayor cantidad de dinero disponible para gastar.
En el caso de Michoacán, el tema de falta de pago al magisterio durante casi tres meses complicó mucho la economía, pues por un lado, disminuyó el consumo interno y endeudó a los profesores, quienes tuvieron que financiar sus necesidades acudiendo a créditos tanto en la banca formal como la informal, mermando sus ingresos con el pago de intereses. Por otro lado, este ahorro forzado deja mucho circulante concentrado justo en este momento donde entre el buen fin, el viernes negro, posadas, navidades y días de reyes, gastar demás es muy tentador.
El desequilibrio entre oferta y demanda es inminente en estos momentos y anuncia que la inflación está en un alto riesgo de desbocarse.
Elevar la tasa de interés para promover el ahorro es una buena medida, pero tan solo es como un paracetamol aliviando un dolor de cabeza. No atiende a las causas, sino sólo a los síntomas. Justo esta situación es la que se debió prever al inicio de la pandemia apoyando a las empresas para lograr su supervivencia.
Pero como en nuestra cultura empresarial prevalece el abuso al trabajador como estrategia de negocios, el gobierno optó por abandonar a las empresas en vez de vigilarlas y exigir prácticas laborales y de negocios justas. Es decir, estamos en un ambiente de tanta desconfianza, que resulta mejor destruir que remendar.
El problema es que para salir de la crisis, la política monetaria de control cambiario y de inflación a través de la tasa de interés es temporal e insuficiente. Se necesita una reactivación económica a través de la productividad y la recuperación del empleo de calidad - no el informal, pues es el más precario.
Para ello se requiere colaboración estrecha entre el gobierno y el sector productivo. Por un lado, tenemos un gobierno incompetente para navegar en la complejidad social y económica y negado al diálogo y a la construcción de acuerdos, y por otro, un sector empresarial que actúa de manera natural atendiendo sus propios intereses.
Ya ni siquiera se trata de una lucha de poderes entre ambos bandos, sino por el contrario, un arrinconamiento de cada uno en su esquina. En el abandono, queda la clase trabajadora, quienes sufre el embate de la crisis.
¿Qué hacer entonces ante los signos de los tiempos? Recuperar el poder de nuestras decisiones personales, y en este caso, en el ejercicio responsable de nuestras propias finanzas.
Lo primero es evitar cualquier deuda, especialmente la de tarjetas de crédito, aún en las famosas promociones de meses sin intereses, pues estas son solo un gancho para engordar nuestro saldo promedio, y si como usuarios de este tipo de crédito no somos totaleros, acabamos pagando intereses altos aun por aquello que pensamos que no nos costaría.
Lo segundo, es moderar el gasto. Por supuesto qué hay que celebrar en la medida de nuestras posibilidades, pero es importante ser conservadores al respecto. Si podemos darnos algunos gustos, que sea en negocios locales, con pequeños comerciantes y productores para ayudar a mantenerlos a flote. Se trata de nadar juntos, no huir de la inundación.
Lo tercero, es tratar de ahorrar y buscar instrumentos de inversión, aprovechando el aumento de las tasas de interés. Ciertamente que aún son bajas comparadas con la inflación, pero es mejor buscar que nuestro dinero recupere algo de su poder adquisitivo que perderlo todo. Existen instrumentos de inversión sencillos y seguros para pequeños inversionistas que permiten disponer con facilidad de los recursos y obtener rendimiento al mismo tiempo.
Por último, ser solidarios es lo que nos permitirá resistir juntos el trancazo económico por venir. El gobierno y las empresas son abstractos de poder político en el primer caso, y económico en el segundo, que en realidad no verán por nosotros y nosotras, a menos que encuentren un bien superior en ello y se alíen para hacerlo, pero es muy poco probable que eso sucederá.
Pero podemos recuperar nuestro poder ciudadano en la empatía y solidaridad.
Entre todos podemos sanar nuestras vulnerabilidades: compartir con el que tiene hambre; informar al que ignora, acompañar al que sufre; comprarle al que no vende porque la gran empresa deslumbra más; darle trabajo a quien ejerce un oficio de manera independiente. Las y los ciudadanos somos más, solo debemos dejar de llevarnos por la ilusión que algún poderoso, ya empresa, ya gobierno, es nuestro superhéroe y empezar a hacer equipo como comunidad.