Más excusas que mañaneras/Enrique Cervantes Ponce
La “Cuarta Transformación” se derrumba. Las encuestaslo dicen, las protestas lo visibilizan, la desesperación presidencial lo delata. Encuestas que apuntaban una larga luna de miel, hoy revelan las ganas de un divorcio exprés; el grito de esperanza que vitoreaba “es un honor estar con Obrador”, a mutado a la exigencia de desesperación “Andrés Manuel, reacciona por favor”; lo que antes era sumisión o incondicionalidad a la figura del Ejecutivo Federal, ahora es crítica y señalamiento inclusive de miembros de su propia coalición electoral. Por ello la necesidad de regresar a la gira presidencial, a pesar de estar en la situación más crítica de la pandemia y siendo a todas luces una irresponsabilidad; por ello volver a hablar del dinero repartido de forma clientelar, de las obras faraónicas que su gobierno ha decidido encabezar y poner sobre la mesa nuevos conceptos o mediciones como “nueva normalidad” y “bienestar del alma”, ante la imposibilidad de garantizar lo que se comprometió en campaña a realizar.
No es casualidad que esta semana, desde su cuenta de Twitter, el presidente haya publicado un video, con la intención de darse palmadas en la espalda, en el que Damián Alcázar, reconocido actor, pinta un retrato de él a ojos cerrados, fuera de contorno y poco apegado a la realidad. En el video, Damián menciona que votó por López Obrador a quien califica de un gran hombre, y que, según él, ha sido el mejor presidente en muchísimos años. Además, asegura que hay personas que no son capaces de reflexionar sobre el país que tenemos y los descalifica diciéndoles cobardes, resentidos y corruptibles. Sin embargo, se equivoca. Precisamente porque los mexicanos tienen la capacidad de reflexionar, de investigar, de leer y escuchar, es que les preocupa el destino que su país pueda tomar. Porque lo que preocupa a los mexicanos es un presidente que culpa constantemente al pasado en lugar de asumir los retos que enfrentamos; un presidente que siempre posee otros datos, SUS datos; un presidente que en el discurso dice respetar la libertad de expresión, pero que con sus actos no hace más que denostar y minimizar a quienes buscan un país mejor; un presidente que continúa dividiendo a la sociedad en buenos, malos, fifís o chairosolvidando que lo que importa es que somos mexicanos. Con una economía que decrece, una inseguridad que crece, un desempleo que aumenta, una inversión extranjera que se ahuyenta, una democracia contra la cual se atenta y una corrupción que se incrementa y que barriéndola ya se ha saltado algunos escalones de la escalera. Ese es el México que los ciudadanos ven y que Andrés Manuel se niega a reconocer.
En los próximos meses, veremos a un presidente con más excusas que mañaneras; con un discurso, como anillo al dedo, en el que buscará culpar a la pandemia de no poder lograr los objetivos que le hubieran gustado plasmar. La tarea entonces será, como ciudadanos, no dejarse engañar y entender que la crisis no vino a detener la “transformación”, sino a visibilizar la incapacidad del Gobierno Federal y a empeorar aquello que ya se venía haciendo mal. La buena: estamos a un año de las elecciones intermedias en las que podremos el rumbo cambiar; la mala: faltan 365 días de ocurrencias por escuchar.