Marcelo
Allá por el año de 1993, un joven Marcelo Ebrard, Secretario General del Departamento del Distrito Federal (ahora Ciudad de México), tenía la firme y fundada creencia de que un futuro aún más promisorio le esperaba; en sus proyecciones políticas estaba que su jefe y mentor, Manuel Camacho Solís fuera designado Candidato del PRI a la Presidencia de la República el año siguiente, elección en la que él contribuiría a la victoria, para posteriormente ser designado Secretario de Gobernación y, ahora sí, empezar a trabajar en su proyecto, la candidatura y Presidencia de la República en el año 2000, obvio, por el PRI.
La incertidumbre sobre la candidatura de Camacho era amplia, pero Marcelo creía que la cercanía de este con el Presidente Salinas sería el f actor determinante, y una vez pasada esta garita, la elección sería mero trámite y su designación también, era el brazo derecho de Camacho Solís, nadie lo discutía.
La elección de Luis Donaldo Colosio como Candidato del PRI trastocó los planes y oscureció el futuro de Camacho y por ende de Marcelo (una constante en su vida pública). Su jefe renunció como Regente del Distrito Federal, por tanto, él también abandonó su cargo. En breve, Manuel Camacho fue designado Secretario de Relaciones Exteriores y él fue nombrado Subsecretario del ramo; sin embargo, el panorama político de ambos había cambiado, estos nombramientos eran de sobrevivencia, esta lucha estaba perdida, pero, vivirían para pelear otra vez.
El levantamiento del EZLN el 1° de enero de 1994, que propició la designación de Manuel Camacho como Coordinador para el Diálogo y la Reconciliación en Chiapas, y el magnicidio de Colosio, en marzo de ese mismo año, hicieron que, de manera breve, nuevamente fuera viable el proyecto Camacho-Ebrard, pero como se señaló, el respiro fue muy breve, la percepción de responsabilidad que acechó a Camacho sobre el caso Colosio, solo hizo más estrepitosa la caída política; Zedillo fue electo presidente y en octubre de 1995 Camacho y su pupilo renunciaban al PRI.
Con esta renuncia empezó el verdadero periplo político de Marcelo Ebrard. En 1997 fue incluido en sus listas plurinominales como Diputado Federal por el Partido Verde Ecologista de México, al que renunció rápidamente, concluyendo su encargo como diputado “independiente”; bajo esa etiqueta, en conjunto con su mentor, Manuel Camacho, fundaron el Partido de Centro Democrático.
Las principales expectativas de éxito para este partido nuevo n el proceso electoral del 2000, estaban en los acuerdos y alianzas de facto que pudieran hacer con otros partidos; en otras palabras, era un membrete encabezado por dos tipos listos (y de cuidado) a la caza del mejor postor. Marcelo fue candidato a Jefe de Gobierno y el mejor postor fue Andrés Manuel López Obrador, por quien declinó Marcelo.
Año 2000, nuevo milenio; el año que puede considerarse un parteaguas en la vida pública de Marcelo, a partir de su nombramiento como asesor del Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, comenzó a tener doble tutelaje, el de su mentor y el de su nuevo jefe.
En 2002, Marcelo fue designado Secretario de Seguridad Pública del D.F., cargo del que salió bajo escándalo (remember Tláhuac); parecía, otra vez, su tumba política; pero no, su estrella volvió a brillar y de ser un defenestrado jefe policiaco paso a ser la cara bonita de la administración obradorista, en cuanto Secretario de Desarrollo Social (2005). Desde esta Secretaría fue que retomó su viejo anhelo: ser Presidente de México: el plan era sencillo, Jefe de Gobierno en 2006 y Presidente de la República para 2012, preferentemente que su nuevo protector le entregara la banda presidencial.
La primera parte del plan se cumplió sin problemas, ganó por amplia mayoría la Jefatura de Gobierno, ahora venía la parte complicada, además de transitar bien por la administración y evitar el desgate propio del cargo, la de obtener la candidatura presidencial del PRD. Su escenario ideal no se pudo cumplir; Andrés Manuel había perdido la Presidencia y creía que la candidatura le pertenecía nuevamente.
Como todos sabemos, en 2012, Marcelo Ebrard decidió hacerse a un lado en la disputa por la candidatura frente a AMLO, apostando a la victoria de este, para así retomar, again, su proyecto presidencial. El trayecto sería el mismo que había visualizado 18 años atrás, primero la Secretaría de Gobernación y luego a la Silla del Águila, que si hablará sería perico, Miguel Alemán dixit.
Andrés Manuel perdió y Ebrard se tuvo que exiliar en París. En 2015 trató de llegar a la Cámara de Diputados, vía Movimiento Ciudadano, pero lo bajaron desde la Presidencia de la República, dicen que por el tema de la Casa Blanca. Cuando esto, muchos pensaron que ahora si Marcelo era un cadáver político, no fue así.
Llego el 2018 y de la mano de AMLO, Marcelo regresó a la política nacional por la puerta grande, con el vistoso cargo de Secretario de Relaciones Exteriores, desde el cual brillo a nivel internacional y se sintió nuevamente a las puertas Palacio; como no iba a ser merecedor de escuchar las palabras mayores, sí en 2012 había sido humilde y magnánimo con su carnal Andrés. Se la debía.
Y se la seguirá debiendo. Lo acontecido en esta semana parece ser un nuevo desahucio político para Marcelo, todo dependerá de las decisiones que tome en estos días y de los planes que tenga el Presidente para con él.
En fin, poco vivirá el que no sepa el desenlace de esta historia, y, con independencia de ello, lo que me queda clarísimo es que Marcelo Luis Ebrard Casaubón es un político hábil, poseedor de tantas vidas como un gato y con una estrella enorme; quien sabe, a lo mejor en 2030, con 70 años, logra cumplir su sueño. Se le ve fuerte y la edad no debe ser tema, pregúntenle a Biden, Bernie o Trump.
Otrosí: Vivimos momentos históricos y de júbilo, todo indica que próximamente tendremos una mujer de Presidenta.