Magnitud apocalíptica
Si usted, estimado lector, se interesa seriamente por conocer el estado real de la salud climática del planeta, o para comenzar, por la salud climática de su país, su estado o municipio, se va a encontrar una cantidad importante de estudios serios que con datos concisos le darán explicación del estado que guarda esa salud ambiental.
Sería extraño que usted encontrara documentos complacientes. Que por ejemplo sustentaran con datos verificables que la economía ha prosperado sin haber ocasionado daños a los ecosistemas del entorno, que no hayan generado impacto en los consumos de agua o en la integridad de los causes como consecuencia de los desechos.
Más extraños aún serían los estudios que afirmaran que los gigantescos sistemas de agroexportación no han sido causa de destrucción de bosques, apropiación ilegal de aguas, cambios de uso de suelo y contaminación por químicos adversos tanto a fauna y flora silvestre como a los propios humanos.
Será, por el contrario, regular que usted encuentre en abundancia informes, que, si no fuera por la evidencia empírica puesta a los ojos de todos, parecerían informes propios de una novela apocalíptica.
Los estudios que suelen publicar, entre otros, los organismos de la ONU dedicados a comprender la causas y daños al medios ambiente y advertir sobre los riesgos de la fragilidad climática no son para nada condescendientes con la inacción de los gobiernos del mundo y las sociedades, y si por el contrario son enfáticos en advertencias que cualquiera podría considerar como extremas y pensadas para ocasionar preocupación y motivar a la acción.
Encontrará usted que los pronósticos que alumbran fronteras de crisis, valorados hace algunos años bajo juicios de prudencia bastante conservadores, se están cumpliendo mucho antes de las fechas sugeridas. Por ejemplo, se indicó que sería hasta el año 2030 que la temperatura planetaria podría subir hasta 1.5 ° Celsius, por arriba del promedio de la época previa a la Revolución Industrial, pero ese rebasamiento ya se alcanzó en el 2023 con 2 ° C y para el 2030 se augura un incremento hasta de 2.7 °.
Se advirtió, con fundamentos en el monitores del calentamiento global y el cambio de los patrones climáticos, que los huracanes alcanzarían máximos históricos de Categoría 5, y que serían devastadores. En esta temporada de huracanes, sin embargo, los científicos que estudian el comportamiento de los ciclones sugieren que se hable ya de la Categoría 6 puesto que estos fenómenos han incrementado su intensidad de manera preocupante.
El crecimiento de grupos humanos y de todo tipo de especies que sufren por estrés hídrico es una realidad que es imposible ocultar. Este es un fenómeno, que en el plano de la evolución económica y social nos plantea realidades francamente difíciles, sino que imposibles de resolver. Realidades que están más allá de ideologías, credos y períodos gubernamentales.
Nunca la humanidad había sufrido tanto como consecuencia de su propio modelo de expansión y desarrollo de sus actividades para satisfacer tantas y nuevas necesidades. El planeta, si se coteja con esta dinámica de crecimiento exponencial de necesidades, se está quedando pequeño y está resultando insuficiente en tierras, aguas, bosques y ecosistemas para sustentar la vida humana.
Que los informes acerca de la salud planetaria resulten siempre apocalípticos es porque realmente esa es la realidad. Los datos sobre calentamiento global, contaminación de aguas y océanos, muerte de cuerpos de agua, arrasamiento de bosques, contaminación de químicos, infertilidad de tierras, no son ficticios. Existe una correlación entre los conceptos y la realidad, y esa correlación deriva, en una palabra: realidad apocalíptica.
Que la acción de los gobiernos ha sido históricamente irresponsable y evasiva ante esa realidad, es muy cierto. Afirma Ignacio Lula da Silva, presidente del Brasil, que “el planeta está cansado de acuerdos climáticos incumplidos”. El horizonte distópico que ilumina nuestro presente se lo debemos en gran parte a los gobiernos que protegiendo intereses económicos han cerrado los ojos ante los estudios y recomendaciones internacionales y mirado al vacío para no aplicar el propio estado de derecho, y han sido en extremo pragmáticos frente a los poderes fácticos, e incluso sus personeros forman parte del propio problema, son mineros, huerteros, talamontes, exportadores, constructores de infraestructura para el robo de aguas, etc.
Dice Holderin, un pensador alemán, que “donde está el peligro crece también lo que salva”. Si así fuere, en el crisol de las tribulaciones de esta perspectiva apocalíptica estaría naciendo el factor que de ella nos salvará.
A mi me queda claro que ese factor, antes que gubernamental, será social porque solo en la sociedad autónoma e independiente, es de donde saldrá de manera clara y franca la fuerza y el camino para recuperar el planeta. Política ambiental que no incorpore la presencia social estaría condenada al fracaso; presencia social que, sin embargo, solo puede ser si hay libertad e independencia frente a las entidades de poder.