Los valores de la inclusión
Para impulsar la inclusión al interior de comunidades o en los centros escolares, mínimamente debemos como sociedad avanzar significativamente en cinco valores: igualdad, participación, comunidad, respeto a la diversidad, y sostenibilidad y otros más que aportaré en otra reflexión sobre los valores de la inclusión.
La igualdad, así como la equidad, la imparcialidad y la justicia, hacen centralidad de los valores inclusivos; y es que la desigualdad, la inequidad, la parcialidad y la injusticia son formas de exclusión, en donde se controlan los cuerpos.
Espero que se comprenda que la igualdad no significa que todos sean lo mismo o que sean tratados de la misma manera, sino que todos sean tratados “como de igual valor”; y es que consideramos que iguales ante la ley, pero también iguales ante las oportunidades, pero con el mismo valor. Esto tiene implicaciones en cómo los adultos y los estudiantes se comportan los unos hacia los otros en los centros escolares.
Reconocer las diferencias y aceptar que unos y otros tenemos los mismos derechos, la misma dignidad, es decir debemos transitar a un enfoque con perspectivas de derechos humanos; dicho enfoque se basa en la preocupación por la igualdad. Es decir, es una forma de expresar el igual valor de las personas, ya que todos, todas, todes, tenemos el mismo derecho.
Por otro lado, para pronunciarnos como poseedores de derechos nos debe quedar claro que toda la colectividad tenemos los mismos derechos a la libertad de querer y a la libertad para actuar. Así todos tienen el mismo derecho a la alimentación, refugio, protección, seguridad y cuidado y a la participación como ciudadanos, pero también a un trabajo digno, a un medio ambiente sano, a la educación, a la salud. Donde las acciones lleven a la desigualdad, entonces no puede argumentarse que se tienen derechos.
Otro importante valor para la inclusión es la participación, la entrega a la colectividad, al bien común, es decir, La participación no es ocasional, o cuando se necesita, debe ser permanente, porque permanentes son los problemas en los que vivimos y sobre ellos debemos de trabajar la comuna. La participación va más allá de solo estar ahí, haciendo presencia; la participación implica dos momentos: la acción participativa o actividad y la participación en sí misma. Una persona participa no solo cuando está involucrada en actividades conjuntas, sino también cuando se siente implicada y aceptada (la identidad, la pertenencia al grupo). La participación es dinámica, no estática y de relación en una lista de participantes, no, es estar y colaborar con otros, entendernos con la otredad, sentir a la otredad y sus necesidades, expectativas, compromisos. La participación en la educación y sus procesos de enseñanza desde ahí también se genera la participación de quienes se incluyen en el acto educativo, lo digo por la experiencia en trabajar con comunidades de aprendizaje para la resolución de problemas y conflictos, la colectividad, la comuna, de igual modo se involucra activamente en el aprendizaje dialógico a través de planes de acción para la resolución de problemas en donde se resuelven problemas con la participación de todas las personas.
La participación involucra el diálogo con otros basado en la igualdad y requiere reflexionar deliberadamente acerca de las diferencias de estatus y de poder. La participación se incrementa cuando al involucrarse con otros se refuerza el sentido de identidad, el sentido de pertenencia, cuando somos aceptados y valorados por quienes somos, no necesariamente por lo que tenemos, por lo que podemos aportar, sino por el valor de nuestra corporalidad.
El valor de la diversidad es fundamental porque permite la comprensión de las diferencias sociales, culturales, sexuales en un grupo social, nos permite reconocer la riqueza social en que nos desarrollamos.
La “diversidad” incluye las diferencias visibles y no visibles y las similitudes entre las personas: la diversidad trata de la diferencia dentro de una humanidad común, esa humanidad que es tridimensional. La diversidad abarca a todos, no solo a los que se observan a partir de una normalidad que es ilusoria y se ata a las ideologías machistas, misóginas, racistas, entre otras. Sin embargo, su uso a veces queda corrompido al vincularla con la “anormalidad”, los que no son como “nosotros”. Cuando los grupos y las comunidades se ven como homogéneas, universales, binarias y cuando las diferencias entre ellos no son reconocidas, el valor de la diversidad se pierde. Una respuesta global a la diversidad desde los pluriversos da la bienvenida a la creación de diversos grupos y respeta la igual dignidad de los demás, independientemente de la diferencia percibida
Hablar de la diversidad es fundamental, cuando la gente no quiere reconocer que también tendrá un deterioro físico y que llegará la vejez, lo que hace que tiendan a separarse y a discriminar por su edad o por su discapacidad a ciertas personas. Por ello, un enfoque inclusivo de la diversidad implica la comprensión y oposición hacia los peligros destructivos que equiparan diferencia con inferioridad y que en el lenguaje es común su expresión androcéntrica, incluso sexista y excluyente, por ello, cuando esto sucede y se convierte en una creencia arraigada en una cultura, vemos aflorar la discriminación.
En este sentido, la inclusión requiere de la base de la comunidad, y los valores de la comunalidad, por ello, es importante construir comunidad; para hacerlo se requiere del reconocimiento de que vivimos en relación con los demás y con un enfoque de alteridad y que la otredad, siendo estos las amistades, amigos, vecinos, compañeros, son fundamentales para nuestro bienestar. Construimos comunidad a través de culturas que fomentan la colaboración, es decir con un ejemplo colaborativo. Una visión inclusiva de la comunidad se extiende más allá de la obligación con la familia y las amistades, los vecinos, a un sentimiento de solidaridad más amplio, expresa el Papa Francisco en su encíclica de todos somos fraternos, el hacernos hermanos, porque al ser género humano, somos planetarios, todos somos hermanos.
La comunidad como valor de la inclusión, debe estar vinculada a un sentido de responsabilidad hacia los demás y con las ideas de servicio público, de vocación de servicio, ciudadanía, ciudadanía global y reconocimiento de la interdependencia global, y es que somos seres planetarios, tridimensionales.
Otro de los valores de la inclusión a practicar de manera permanente es, preparar en la educación a los estudiantes y a los jóvenes para modos de vida sostenibles, dentro de comunidades y entornos sostenibles de manera local y global, es decir, utilizando el concepto glocal. El compromiso con los valores inclusivos implica un compromiso con el bienestar de las generaciones futuras, de su sostenibilidad para esta generación y para las próximas generaciones. El debate sobre la inclusión siempre contiene la pregunta “¿inclusión en qué?”. Las comunidades, así como los centros escolares que se desarrollan inclusivamente son lugares que fomentan un desarrollo sostenible a través del aprendizaje y la participación de todos y la reducción de la exclusión y la discriminación, en mucho ayuda la teoría del aprendizaje dialógico que ya se práctica en muchas partes del mundo.
Para México, para Michoacán, para Morelia, se requiere hacer que las autoridades coadyuven a generar espacios para la inclusión, pero no solo en el discurso, eso suena bonito, sino en acciones permanentes que involucren a la sociedad y permitan el crecimiento y desarrollo humano de la sociedad buscando la felicidad.