No es lo mismo exportar hierro que turbinas/Karla Cruz
No es lo mismo exportar hierro que turbinas
Hace unos meses tuve la oportunidad de asistir a una conferencia acerca de las participaciones económicas mundiales en el ramo de ciencia, tecnología e innovación, en la sede del Comité Económico y Social Europeo (CESE), en Bruselas; me sorprendió el presupuesto asignado a este rubro en conjunto por parte de la Unión Europea, pero más me sorprendió darme cuenta que con todo y sus presupuestos exorbitantes únicamente Alemania y el Reino Unido (aún considerado miembro de la Unión Europea) se encontraban en las primeras posiciones a nivel mundial, mientras que Suiza, Suecia, los Estados Unidos de América, Finlandia y Singapur, son quienes encabezan la clasificación del Índice Mundial de Innovación de 2016, publicado por la Universidad Cornell, el INSEAD y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).
Al día de hoy, la ciencia y tecnología son factores primordiales para el desarrollo económico y social de un país, resultando fundamentales para que una nación se diferencie de sus competidores y construya ventajas competitivas reales.
En México existen diversos esfuerzos para la conformación de un sistema de innovación que involucre a todos los actores en procesos continuos y sustentables para elevar la competitividad. Entre esos esfuerzos destaca el trabajo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) que, para contribuir al crecimiento económico en el contexto de la globalización, tiene como objetivo principal incrementar la competitividad del aparato productivo, coadyuvando a elevar la capacidad de los mexicanos para innovar, adaptar y difundir los avances tecnológicos.
A pesar de dichos esfuerzos, es importante destacar los grandes retos que enfrenta nuestro país en materia de ciencia y tecnología, por ejemplo, en México el nivel de gasto en estos rubros (0.4% del PIB) es inferior al de muchos otros países con un PIB per cápita menor o igual que el nuestro, por otro lado, México está entre los países con menor número de investigadores en ciencia y tecnología por cada millón de habitantes, siendo más comunes las profesiones del tronco de las ramas sociales y en menor medida ingenierías y ciencias exactas, por poner un ejemplo y de acuerdo a cifras del observatorio laboral del Servicio Nacional del Empleo, por cada 100 abogados, únicamente hay un físico, (yo misma soy abogada y existe una alta probabilidad de que quien esté leyendo esto también lo sea) En el mismo sentido, la producción de literatura científica de México (0.77% de la producción global) sigue siendo de las más escasas comparada con la de otros países.
En la era en la que vivimos resulta imperioso dar mayor difusión y brindar estímulos y oportunidades que permitan que las nuevas generaciones se inclinen por ingenierías y carreras del ramo de la ciencia y tecnología, en esta parte el gobierno juega un papel cada vez más importante como factor de competitividad, siendo el principal impulsor de una nueva economía del conocimiento, que permita la creación de medios que promuevan el valor agregado en nuestras materias primas.
La posición geográfica, los tratados comerciales y la cercanía con Estados Unidos hacen de nuestro país una potencia exportadora, sin embargo no es lo mismo exportar hierro, que turbinas de avión, así como no es lo mismo exportar petróleo, que gasolina.
Al principio de la actual administración, el Presidente Enrique Peña Nieto apostó por el desarrollo científico, prácticamente duplicando el presupuesto para tal ramo, sin embargo para el 2017, como consecuencia de la baja en el precio del petróleo, y para contrarrestar los efectos derivados de esto en la economía mexicana, el Presupuesto de Egresos de la Federación sufrió severos ajustes, específicamente el ramo 38, correspondiente al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, tuvo disminuciones en comparación con el del 2016 por más de 7,000 mil millones de pesos en recortes, que en mi opinión no son justificables, que bien pueden provenir de otros ramos, no de mayor o menor importancia, pero sí prioridad.
Siempre me ha parecido injusto comparar a México con países cuya historia es más antigua, como algunos miembros de la Unión Europea; pero, por ejemplo, sí que podemos hacerlo con un país latinoamericano en condiciones similares como Colombia, que, a través del Programa de Transformación Productiva (PTP) del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo avanzó en los últimos seis años en la transformación de 20 sectores estratégicos, y uno de los resultados es el aumento del 43% en la exportación de bienes de alta tecnología como transformadores eléctricos, motores, máquinas sofisticadas, turbinas entre otros.
Ahora, el Gasto en Investigación y Desarrollo Tecnológico (GIDE) del presupuesto contempla la modalidad de la inversión del Gobierno Federal con otros sectores, entre ellos el sector privado. En Corea del Sur, por ejemplo, existe la inversión más alta del mundo, superior al 4% del PIB, sin embargo los recursos gubernamentales alcanzan el 0.9% del PIB, lo que significa que el grueso de la inversión en investigación y desarrollo experimental viene del sector privado. Por el contrario en México, el grueso de la inversión viene del Gobierno Federal, un 70% del sector público y una fracción muy pequeña de poco más de 20% está asociada a la inversión del sector privado.
En resumen, las naciones innovadoras implementan políticas públicas en materia de ciencia y tecnología para aumentar su productividad y ser más competitivas ante el escenario global. En México quedan muchas áreas de oportunidad para que la ciencia, la tecnología y la innovación contribuyan al desarrollo económico, por ello en mi opinión resulta fundamental pugnar por presupuestos más sólidos para este rubro, que permitan una detonación real de la economía de nuestro País, inversiones que sin lugar a dudas, en un futuro veríamos reflejadas en mejores condiciones para todos.
La historia y la evidencia internacional nos enseñan que se requieren políticas sostenidas para fortalecer las instituciones de gobierno encargadas de estas tareas, ya que habitualmente son quienes tienen como propósito disponer de una base fundamental para el diseño y evaluación de las políticas de ciencia y tecnología y quienes lleven adelante el seguimiento de la gestión de los procesos. Para ello se requieren planeaciones a largo plazo, puentes de entendimiento entre el sector público y privado, que promuevan la inversión en conjunto y de manera consecuente, así como recursos humanos calificados y bien remunerados que encuentren los medios para el desarrollo de sus habilidades en nuestro propio país.