Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Sin agua en la noche de los conjuros
Dulce o susto dice la tradición celta del Halloween y a los capitalinos solo les quedó el susto para estos días de sequías en los que la responsabilidad colectiva -acentuada en las autoridades-, se extiende como dedo acusador del que todos quieren zafarse. La larga historia de una desecación continua en el Valle de México, en la que los españoles tuvieron mucho que ver con sus intervenciones hidráulicas y que se fue acentuando por ignorancia, desidia o ineptitud en el llamado México independiente, trabó mucho el acontecer que conduce a esta etapa crucial. El mal uso del agua que lleva a la pérdida de alrededor del 40 por ciento del líquido, nos los esgrimen a los neófitos con muchos argumentos: la lejanía de la extracción del agua de las más importantes fuentes proveedoras en cuyo traslado suele perderse hasta el 40 por ciento del que ellas aportan; el aumento de uso personal a 280 litros contra 150 que promedia en otros lugares del país y del mundo; las fugas, el hundimiento paulatino de la zona que con los sismos genera alteración en las instalaciones, el abuso de las empresas, la migración permanente que presiona el uso del contenido líquido, entre muchos, además de la pérdida del valor del agua por las malas facturaciones, la negativa a pagar de la población, los robos del fluido, y un sinfín de calamidades. Estas ponen a la gran ciudad en la antesala de una crisis más seria que la actual, en la que puede iniciarse -como en otras zonas del mundo-, la lucha brutal por el agua que es la lucha desesperada por la vida.
AGUA QUE NO HAS DE BEBER
La sentencia catastrófica que dio la Comisión Mundial del Agua en 1999, de que en este siglo solo dos de los 500 ríos más grandes del mundo serán considerados salubres, está a la puerta. Y eso se extiende a los lagos. El gran lago de Chapala por ejemplo, camina desde hace tiempo a la desecación (Chapala en crisis, Universidad de Guadalajara 2000), como es el caso del lago de Texcoco motivo de la consulta en torno al aeropuerto, que dio por resultado un repunte de la concientización ciudadana al optar por otra zona, Santa Lucía. Pero ahí está otro lago que hay que cuidar, advierten los habitantes cercanos, el de Zumpango.
DIA DE MUERTOS, TRADICIONES EN TORNO A NECESIDADES HUMANAS
México, un país en el que la muerte se hizo cotidiana, contradictoriamente se engalana por estas fechas para festejar a sus muertos quizá como una exudación de sus dolores a los que suele poner toques de alegría y humorismo. La gran mayoría de los países en el mundo festeja a los muertos, también, por esta época. La fiesta pagana del Halloween que se originó con los celtas hace más de tres mil años, y que es la prosapia de esas fiestas en Irlanda y en otros países donde se asentaron irlandeses, fue enfrentada por la iglesia católica con la creación del día de Todos los Santos, el primero de noviembre. Dicha iglesia suele meterse en las tradiciones populares cuando ve que le quitan relumbrón y gente y así ha pasado por ejemplo en México con el Jueves de Corpus que aquí se celebra alegremente como día de las mulas o el caso del NiñoPa en Xochimilco, que la iglesia estuvo censurando como pagana hasta que la recolectó para sus fines. No profundiza en las tradiciones que surgen por lo general de necesidades humanas o fiestas para conmemorar las dádivas de la naturaleza, como es el caso del origen de la festividad del Halloween, que aunque cruel y con sacrificios humanos en sus orígenes, celebraba y celebra, la recolección de las buenas cosechas y la dación de los bienes naturales como el agua. Para los celtas, como para los mexicanos, la fecha cierra el ciclo del otoño con antelación, y se entrega en la penumbra del invierno, cuyas dádivas restringe la naturaleza. Y para despedir parte de ese otoño, cuando se va octubre y se anuncia la muerte, en Los mejores poetas franceses (Bruguera 1994), un retazo de esta canción de Paul Verlaine ( 1842-1896), el gran poeta simbolista, amante de Arthur Rimbaud, al que Rubén Darío llamaba “el lánguido Verlaine” y del que Federico García Lorca decía que “era rosa roja y amarilla a la vez”:
CANCIÓN DE OTOÑO
Todo agitado,
pálido, cuando
suena la hora,
mi alma recuerda
días pasados
y llora
Marcharse dejo
por el mal viento
a mi alma, incierta,
aquí y allá,
igual que la
hoja muerta