Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
LOS MIGRANTES QUE FUIMOS
Teresa Gil
Un alto porcentaje de México, ha sido migrante y cada quien puede contar su propia experiencia. Yo fui migrante toda mi infancia y en el camino me topé con chinos, europeos sudamericanos y estadounidenses. En la Colorada, donde se explotaba la mina de oro de ley del mismo nombre, los chinos poblaban buena parte de la zona y después fueron brutalmente perseguidos. En la capital de Sonora, Hermosillo, y en otras ciudades del estado, los franceses, rumanos, españoles y muchas otras nacionalidades, daban la pauta de la minoría europea, -después mayoría- frente a las etnias originarias, yaquis, mayos, seris, pápagos, pimas, etcétera. En los traslados migratorios dentro de Sinaloa, nos topamos con griegos, portugueses -un abuelo descendiente , españoles -otro abuelo descendiente-, y con multitud de mexicanos originarios de Oaxaca, Michoacán, Guerrero y otros estados. En el campo sonorense a donde arribábamos en parvadas como pájaros hambrientos, nos topamos con argentinos, otros sudamericanos, italianos y ¡gringos!, entre muchos. Los que llegaban huían de la pobreza, de la falta de trabajo aunque había algunos que eran evadidos y se escondían por algún delito. Muchos vivieron en nuestra casa cobijados por la solidaridad que daba mi padre, dentro de una solidaridad que él mismo y su familia habían recibido. Ya en Cajeme, nuestra casa -con un galerón y un enorme patio- se llenaba constantemente con los migrantes del campo que llegaban en busca de mi padre y la gran mayoría eran sinaloenses que esperaban las zafras del norte y el posible pase a Estados Unidos. El ánimo de migrante quedó plasmado en mi vida y emigré del campo a la ciudad, de familia en familia, mientras mis padres se quedaban en el campo y en su momento en mi primera juventud emigré a la capital del estado, hice migraciones constantes a otros países y finalmente emigré a la capital del país. En mi casa he recibido migrantes de todo tipo y colores, gente por lo general estudiosa – migraban por las universidades, sobre todo la UNAM-, comprometida, gente de El Salvador, de Argentina, de Nicaragua, de Australia, de Italia, de Uruguay, et al.
SOLIDARIDAD EN AUMENTO A LA CARAVANA, FRENTE A POCOS MISERABLES.
La multitud de migrantes hondureños y otros pueblos de centroamérica, se desplaza en medio de la polémica y la necesidad, y a su paso, surge el apoyo y la solidaridad de la gente y de las comunidades que a lo largo se apresuran a ayudar, mientras la situación se convierte en tema político mundial. La gente de siempre, los egoístas, los pobres de espíritu, los que muy religiosos pero que se han olvidado del precepto dar es mejor que recibir, han aparecido también en el camino para vapulear el avance de la multitud y para refugiarse en su pequeñez. Los análisis pululan, el tema es complejo, hay instituciones como el Colegio de México que han hecho profundos estudios sobre el tema, pero hay divergencias sobre un fenómeno que se practica desde más de 70 mil años, según la historia. Causas religiosas como aquellas de las nueve Cruzadas, de guerras, de pobreza, de expulsión, de ambiciones, cuestiones que se concentran en económicas, políticas y sociológicas salen a relucir, mientras miles, niños, mujeres, ancianos y hombres caminan sin parar hacia la meta de Estados Unidos; en un recorrido que durará largas semanas. La solidaridad es urgente, así como la pertinencia del gobierno, ante un Trump que amenaza.
LA GRAN RIQUEZA CULTURAL QUE EMIGRÓ
Si reviso mis libreros, la gran mayoría de los escritores son o fueron migrantes. Muchos por pobreza, algunos por persecución política, otros por la necesidad de trascender o por enfermedad, pero son pocos los escritores que no se desplazaron en un momento de su vida a otro país y en algunos casos a adoptarlo definitivamente, que es el caso de Henry James, estadounidense que se naturalizó inglés; V. S. Naipaul de origen hindú nacido en Trinidad que se convirtió en inglés; Margarite Youcenar que de belga se convirtió en estadounidense: Vladimir Nabokov nacido en San Petesburgo que terminó en Suiza; Robert Stevenson nacido irlandés y que por motivos de enfermedad se refugió en Samoa de la Polinesia, en Oceanía: Franz Kafka que nació en la república checa y se refugió en Austria donde murió ; Guillaume Apollinaire de Italia que vivió la mayor parte de su vida en Francia, Henning Mankell, el sueco que vivía al morir en Maputo, en Mozambique y así por el estilo. Algunos regresaron como es el caso del argentino Jorge Luis Borges, después de deambular por Londres y por Europa. Un caso raro de alguien que jamás se movió de su terruño, es el del filósofo Emanuel Kant que nació, vivió y murió en Konigsberg, Prusia. Esa diversidad y los aportes que han hecho a los países a los que emigraron, se ve en los premios Nobel de literatura, de Inglaterra, que tiene al búlgaro Elías Canetti, al irlandés Seamnus Heaney, a la iraní Doris Lessing, al hindú Rudyard Kipling y al también hindú trinitense, Naipaul, ya convertido e inglés, entre otros. A muchos los marcó la ausencia de sus países; otros jamás los olvidaron y se reflejan en sus obras. Tal vez como en la canción El Emigrante, del churumbel Juan Legido, el Gitano Señorón. Van dos versos:
EL EMIGRANTE
Adiós mi España querida
dentro de mi alma te llevo metida
y aunque soy un emigrante
jamás en la vida yo podré olvidarte
Al salir de España un día
Volví la cara llorando
porque lo que más quería
atrás me lo iba dejando.