Libre expresión
¡Presidenta!
“La prueba para saber si puedes o no hacer un trabajo, no debería ser la organización de tus cromosomas”. Bella Abzug (1920-1998). Política estadounidense.
Que Claudia Sheinbaum Pardo sea la primera presidenta de México, sin duda es un hecho histórico que debe celebrarse por todo el significado que implica, lo que está mal, es dar por sentado que será un mejor gobierno, ojalá lo sea, pero las señales que hasta ahora ha mandado distan mucho de fortalecer esa tesis.
Al rendir protesta y asumir la máxima magistratura de nuestro país, su discurso tuvo momentos emotivos, especialmente cuando se refirió al empoderamiento de las mujeres en los diversos ámbitos de la vida nacional y ahora, y por primera vez, en la presidencia de México.
Lo lamentable es que priorizó un largo tiempo, más de 15 minutos, a elogiar a Andrés Manuel López Obrador y su gobierno. Las loas para su gurú resultaron excesivas, dejaron un mal sabor de boca.
Con la defensa al desastroso gobierno del expriista y experredista tabasqueño y su compromiso de darle continuidad, tiró por la borda la oportunidad para dejar claro que es ella la que ya tiene el control, al contrario, esa sumisión, que pudo degenerar en el imaginario de muchos mexicanos como sometimiento de género, oscureció la luz que algunos esperan ver al final del túnel.
Las crisis que deja López Obrador en seguridad, salud, economía, corrupción, opacidad, tráfico de influencias y nepotismo, entre otras, obligaba a una crítica, pero optó por ignorarlas.
Pidió que se le diga presidenta, con a, porque lo que no se menciona no existe. Así trató de desaparecer las crisis que le hereda su caudillo, sin mencionarlas. También desapareció a las mujeres violentadas, asesinadas, a los niños con cáncer, a los que no tienen sus medicamentos en tiempo, a los asesinados, a los extorsionados.
Claudia Sheinbaum pidió que se le mencione presidenta, con a, para que exista, pero ella desapareció buena parte del México que sangra, que llora, que padece.
Así que, en su primera intervención, la Doctora quedó a deber. No ha encontrado la manera de independizarse de López Obrador, de empezar a construir su personalidad. Priorizó lambisconear al jefe varón, antes que empoderarse ella y a todas las mujeres.
Reitera que sigue la misma política fracasada de “abrazos y no balazos”, con los agregados de inteligencia e investigación, así como coordinación con estados y municipios. Y para colmo, mantiene como enemigo favorito a Felipe Calderón Hinojosa, al que criticó por la guerra contra el narcotráfico, pero que tiene mejores resultados que López Obrador. Calderón dejó un saldo de 120 mil muertes violentas, López casi 200 mil.
Insiste en imitar al tabasqueño con sus mañaneras con todo y el ataque a los medios de comunicación, atendió el primer desastre natural de lejos, sin ensuciarse; y defendió que el sometimiento de la Guardia Nacional al Ejército no es militarización.
Vale reconocer que hizo esfuerzos por generar certeza en los inversionistas, que pese a defender la reforma al Poder Judicial, ya no se refirió al Plan C ni amenazó con destruir los organismos autónomos, comprometió autonomía en el Banco de México, aunque la Doctora falló al referirse a nuestra nación como la “doceava” economía del mundo, cuando lo correcto es decimosegunda.
Con bastante tacto, hizo algunas críticas al gobierno de López Obrador. Por ejemplo, su compromiso de consolidar el IMSS Bienestar, es decir, reconoció que el sistema de salud en México no es el mejor del mundo. Comprometió, además, hacer política con amor y no con odio, impulsar el cuidado del medio ambiente y garantizar todas las libertades.
Pero mantuvo los fetiches discursivos de López Obrador que distan mucho de aplicarse en los gobiernos de Morena, y que presumen como el humanismo democrático con: por el bien de todos primero los pobres, austeridad republicana, funcionarios honestos, gobierno del pueblo y para el pueblo, entre otros.
En fin, Claudia Sheinbaum empezó tambaleante, a la sombra de López Obrador. Queda la posibilidad de que pueda separarse en algún momento y definitivamente del tabasqueño o de insistir en el segundo piso de uno que fracasó, que tiene tendencias autocráticas y que ha provocado una peligrosa polarización. Veremos.
Mientras tanto, debemos ser cautos, que sea una mujer la que gobierne no garantiza nada. Además, se trata de Claudia Sheinbaum que ya gobernó la Ciudad de México y que en su mandato acumula varias presuntas irresponsabilidades, como en la tragedia en la línea 12 del metro con 26 muertos y más de 100 heridos, por citar un ejemplo.
Hablamos de una corcholata de López Obrador a la que otras corcholatas como Marcelo Ebrard, acusó de corrupción, de derrochar recursos para tapizar el país con su foto y nombre, de usar a dependencias federales y a los servidores de la nación.
Que bueno que en México ya llegó a la presidencia una mujer, pero, no debemos perder de vista que ser mujer no garantiza absolutamente nada. Hay mujeres excepcionales, como también hay varones, y claro, hay varones y mujeres con una condición humana lamentable.
Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias.