Libertad de expresión silenciosa/Enrique Cervantes Ponce
Que la libertad de expresión está garantizada. Que el derecho a disentir es parte de la cultura democrática. Que el talante autoritario del gobierno en gestión, es un invento de la oposición. Así defiende la “Cuarta Transformación” a la libertad de expresión que dice en el discurso asegurar, pero que en la práctica destruye cada vez más. Porque para Andrés Manuel López Obrador, este derecho ciudadano es necesario y debe ser cuidado, siempre y cuando no se ejerza para criticarlo, señalarlo, exhibirlo o denunciarlo. Debe ser respetado y resguardado mientras sirva al gobernante y no a los gobernados. No importan los malos resultados, el desastre generado y la preocupación genuina sobre el rumbo del país en los ciudadanos, él siempre tiene otros datos bajo los cuales debe ser juzgado. Así entiende el presidente la libertad de expresión: poco exigente y más complaciente.
Y es que aquél que durante años se formó y luchó desde el lado opositor, hoy le molesta cualquier comentario contrario a su opinión. Aquél que se proclamó en contra de que los medios de comunicación no expusieran los desaciertos de los mandatarios anteriores, hoy dice que son medios conservadores cuando estos señalan sus errores. Aquél que realizó marchas y plantones, hoy se burla de quienes encabezan estas expresiones. A pesar de que se dice respetuoso, Andrés Manuel cada mañana pronuncia un discurso, desde el púlpito presidencial, descalificando y denostando a los medios de comunicación y a quienes se dedican a esta profesión, creando un ambiente de intolerancia e intimidación; preocupante en un país en el que los niveles de violencia e impunidad, llevan a que la violencia verbal se convierta en violencia física en un parpadear.
Por ello, el presidente que se dice el más atacado por la prensa, es realmente quien más ha despotricado contra ella. Más allá de sentirse tan víctima como Francisco I. Madero, debería sentirse avergonzado por comportarse como el PRI cuando estaba en el gobierno. Se le olvida que la oposición y la libertad de expresión son necesarias para toda sociedad democrática sin distinción y esperar que este derecho sea ejercido sólo por aquellos afines al gobierno, es un acto ingenuo y poco sensato de López Obrador.
Es necesario entonces que el presidente se convierta en garante y no en verdugo de la libertad de expresión. Que promueva el uso del cubrebocas como medida de sanidad y no solo su utilización para que la oposición o medios de comunicación no puedan expresar su opinión. Porque la libertad de expresión se tiene que escuchar, no ser silenciosa como a Andrés Manuel le suele gustar; debe ser incomoda y denunciante, no sumisa y tolerante; necesario que sea exigente y pujante, no cómplice y amable. De esta manera, mas allá de estar exponiendo gráficas sobre cómo los medios y periodistas lo critican sin parar, se debería dedicar a dar resultados positivos para contrarrestar la serie de ocurrencias y malos resultados en los que su administración se ha llegado a especializar.