Sobre la violencia y la opresión/ Gerardo A. Herrera
Leer sobre los modelos para la mejor convivencia social, nos permite apreciar que existen mecanismos por donde transitar para tener una vida diferente, libre de violencia, de mayor comunicación, de entendimiento, que nos de confianza y credibilidad.
No obstante, nos queda claro la existencia de mecanismos de control sobre los cuerpos de aquellos que en las asimetrías del poder les toca ser los más débiles. En nuestra sociedad, la violencia y la opresión nos hace luchar diariamente por sobrevivir y superarnos. Todos salimos de nuestros hogares deseando regresar sanos, sin haber sido violentados, hay quienes pueden hacerlo, otros, otros no pudieron llegar, fueron asesinados, así hombres, así mujeres.
Pero la violencia la llevamos todos, todos la aprendimos en familia, de nuestro entorno, nos la enseñaron nuestros padres. La violencia puede ser interna nosotros la tenemos, pero también puede ser interpersonal, esto es, entre las personas (las oficinas, los mercados, los lugares de mercadeo informal son caldos de cultivo de la violencia interpersonal), pero también existe violencia entre las instituciones y las personas.
Observo violencia doméstica, aquella que se da entre las parejas, el noviazgo, el abuso sexual a menores, el incesto, y el abuso en familia que termina por marcar a los más débiles, niños, niñas, adolescentes, mujeres y adultos mayores.
Existe una violencia por odio y no solo es aquella que se manifiesta en los crímenes de odio por feminicidios, transfeminicidios, lesbofeminicidios, y muerte a homosexuales, sino también la encontramos en el acoso verbal, sexual; los estigmas de que son objeto estos cuerpos en la cultura patriarcal, en los medios de comunicación, presentados los cuerpos como objetos sexuales, y sobre todo aquellas actitudes abusivas sobre las personas más vulnerables.
Existe otra violencia, la violencia que se genera desde el poder del Gobierno, esto es desde el Estado que no responde al bien común; aquella violencia por encarcelamiento, claro hoy menos por el nuevo Sistema de Justicia Penal. Pero también al enfoque policial que aún requiere de mayor capacitación de los cuerpos policiacos, la discriminación por parte de servidores públicos que aún conservan ideologías misóginas, machistas, clasistas pese a los marcos normativos y a estar tipificado como delito la discriminación. Pero sobre todo cuando no se privilegian y se protegen los derechos humanos de las poblaciones y se violentan éstos como un mecanismos de violencia estructural, o bien al no cumplirse o al no considerarse en el corpus jurídico.
La violencia es así diversificada en estas formas, desde luego que afecta el poder de las personas, las deja en estado de indefensión y no permite un cabal desarrollo físico, social, y político a las vidas de las personas, a las comunidades, y los nuevos movimientos sociales tampoco se pueden desarrollar exitosamente. Pero esta violencia es apoyada por mecanismos de opresión que influyen en la sociedad, en las instituciones, pero también en las creencias sostenidas en prejuicios y prácticas que excluyen y niegan los derechos de las personas, violentando con ello los derechos humanos.
Existen al menos seis sistema que apoyan a la violencia para que ésta se legitime y se desarrolle plácidamente en nuestra cultura, la he visto en las zonas indígenas, en las comunidades de adultos mayores, en los grupos vulnerados, como las personas con discapacidad.
El primer sistema es la diferencia de trato social o discriminación; vulnerando a las personas indígenas, con discapacidad, a los jóvenes, o bien, a las personas adultas mayores; este mismo sistema permite legitimar a personas jóvenes dependientes de estratos sociales económicamente altos que no cuentan con alguna discapacidad.
El segundo sistema en el colonialismo; una ideología en la cual sustento muchas de mis reflexiones, y que lo comparto con mis alumnos del posgrado de derecho cuando les comento de la explotación en recursos y de las personas de los pueblos y comunidades indígenas por las empresas que no les interesa más que el dinero y apropiarse de las riquezas de los pueblos indígenas, y siempre pido leer La epistemología del Sur, de Boavertura de Sousa Santos.
El tercer sistema es el control y disciplina; no solo de los recursos sino también de los cuerpos de las comunidades rurales, es la apropiación de la riqueza por unos cuantos, frente a masas de población empobrecida, como los campos agrícolas altamente tecnificados apoyados por grupos de jornaleros migrantes que viven en espacios indignos.
El cuarto sistema es la el género y en específico de la mujer y la opresión contra las identidades sexuales del acrónimos LGBTTTI; el patriarcado somete a la mujer, la disciplina a través de cautiverios de control de su independencia y autonomía. Este sistema permite posibilitar que las mujeres actúan en función de los intereses del patriarcado, de su hombre, pero no en función de su beneficio de éstas. Para las personas con orientación sexual no hegemónica y con identidad de género, sufrirán invisibilidad, estigma, violencia y discriminación.
El quinto sistema, nos indica que la religión o el credo religioso, puede con sus dogmas perseguir y hacer daño a personas, como hoy lo vemos de representantes religiosos que son acusados de delitos sexuales; por lo que sus líderes religiosos han tenido que pedir disculpas públicas.
El sexto sistema y no sé si el último, el racismo, la xenofobia, la violencia contra indígenas, contra afrodescendientes, contra extranjeros, dándole el poder a la raza blanca para cuestionar y excluir a otros hermanos de raza negra. No deseo que los mexicanos hagan lo mismos con los migrantes latinos, como los texanos lo hacen desde hace años con el Ku Klux Klan.
Todos estos sistemas actúan para sostener la violencia y legitimarla. El aprendizaje de estos sistemas o de estas ideologías es trasmitido de padres a hijos, así, en generaciones, donde la familia es un ente social fundamental, como la escuela para adquirirla y llevarla a ésta. Estos sistemas o ideologías no nos permite realizar convivencia social, no nos permite conectarnos con la otredad, que nos permita tener relaciones sociales saludables con la familia, la comunidad, las organizaciones; así los valores siendo lo más apreciable que tenemos, unos y otros no dialogan entre si.
No obstante pienso que si se trabaja al interior de las instituciones que forman a las personas, como la familia y la escuela esto podría cambiar, por ello, considero importante transitar sobre una ruta permanente de dialogo para resolver conflictos con mediación, una ruta de tolerancia y respeto para vencer los sistemas de opresión, una visión de inclusión para alcanzar mecanismos de convivencia y las reglas, los límites, la responsabilidad y la disciplina necesaria para impulsar la Paz Social, donde los seres humanos se encuentran en un ambiente de confianza y credibilidad.
Agradezco a personas como Manuel Ortega Molina, sus reflexiones y comentarios para la realización de estas líneas.