La juventud del presidente/Federico Berrueto
Chile, una de las democracias más consolidadas acaba de elegir a un presidente de 35 años. En los países longevos sus políticos son viejos, aunque no siempre es el caso. La edad, se asume, conlleva prudencia, experiencia y sensatez. La juventud, impulso, arrebato y propensión al error. La comparación de Donald Trump y Barak Obama lo desmiente y no parece ser la excepción.
México ha tenido ingratas experiencias con presidentes y gobernadores jóvenes. De hecho, la horneada más corrupta que se haya conocido remite a una clase política de jóvenes, la mayoría, priísta, causa del descrédito y debacle del tricolor. Carlos Salinas fue un presidente joven, también Enrique Peña. Lo fueron como gobernadores sus actuales líderes, Rubén Moreira y Alejandro Moreno. Ciertamente, la juventud no es virtud, tampoco la edad.
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