La inexorable captura del Estado/Rafael García Tinajero Pérez
Existe una grave crisis del sistema político mexicano, uno de cuyos componentes fundamentales sigue siendo la corrupción, no solo en la forma en que se ejerce el poder sino también en la forma de disputarlo.
Inseguridad rampante; miles de homicidios dolosos en todo del territorio nacional; enfrentamientos entre cárteles; acoso toma y disputa de comunidades y regiones enteras; muertos colgados en los puentes, levantones, amenazas y asesinatos de candidatos a cargos de elección popular o incluso a quienes ya ejercen alguno. Y esto se da en todo el territorio nacional, prácticamente sin excepciones , de Chiapas hasta Tamaulipas o Baja California, aunque hay regiones y estados más afectados que otros. Son fenómenos imposibles de explicar sin un hilo conductor que une corrupción política y delincuencia organizada. A ello dedico las siguientes reflexiones.
Es indudable que la corrupción a todos los niveles del Estado representa una amenaza para la estabilidad económica, política y social del país cuando esta corrupción se vincula con la delincuencia organizada, una amenaza latente se extiende a la seguridad nacional.
Entre delincuencia organizada y corrupción política existen relaciones profundas pudiendo sostenerse que ésta ha sido un requisito central para la formación de aquella.
Los grupos criminales usan la corrupción en el sector público como instrumento para quebrantar la ley y enfrentar al Estado con impunidad. Luchar en contra de la corrupción en el sector público, controlarla al menos o erradicarla es una condición necesaria si en verdad se pretende alcanzar un desarrollo político, social y económico sostenido que permita combatir la desigualdad y la pobreza, pero además es condición sin la cual será imposible lograr niveles adecuados de seguridad y acotar o acabar con la criminalidad organizada y que ésta siga un proceso cada vez más acelerado de captura del Estado.
Según Buscaglia podemos distinguir cinco niveles de penetración de la delincuencia organizada en los sectores públicos:
En el primer nivel encontramos al soborno o cohecho que se dan aislada y esporádicamente con el fin de obtener un provecho criminal.
En el segundo nivel, los actos de soborno son continuos y periódicos y el agente público ya se encuentra en la nómina del grupo delictivo.
En el tercer nivel, son infiltradas las agencias gubernamentales en forma esporádica dentro de las posiciones oficiales de rango medio.
El cuarto nivel se caracteriza por una infiltración gubernamental en los niveles más altos, lo que se define como captura del Estado, pudiendo abarcar ramas completas de la administración o funcionarios de alto rango en las agencias y dependencias gubernamentales importantes para el grupo delictivo
El quinto nivel de infiltración se produce cuando los grupos de ésta logran participar en precampañas o en campañas políticas financiandolas, comprando votos, coerciónando al electorado y corrompiendo a los candidatos o coaccionandolos mediante amenazas y chantajes. De la infiltración en este nivel solo sigue que la delincuencia organizada controle al Estado en sus decisiones más importantes.
Un zaguán abierto para la captura del Estado ha sido la forma en que desde hace algunos años se viene haciendo política en México, requiriéndose grandes cantidades de recursos y con un sistema electoral esencialmente clientelar y corrupto en el que el dinero manda, el crimen organizado se ha convertido en muchas regiones del país en el gran elector capturando progresivamente los elementos más débiles del Estado Nacional como son los municipios.
Para nadie es un secreto hasta donde ha avanzado la captura de el Estado Nacional Mexicano. Las organizaciones criminales mediante la fuerza , violencia y el dinero han logrado arrebatar al Estado población, territorio, gobierno , capacidad de cobrar impuestos y monopolio de la violencia armada. Nada más pero nada menos que aquello que constituye la esencia del propio Estado.