La cuesta del T-MEC
No hay que confundir extorsión con negociación. Una cosa son las amenazas de aranceles de Donald Trump, Espada de Damocles sobre socios para conseguir concesiones, principalmente en temas distintos a los comerciales, y otra muy distinta la revisión del T-MEC programada para 2026, la cual, desde ahora, se vislumbra difícil y compleja.
Es verdad que, si los aranceles se imponen, el tratado naufragaría de facto; pero aun complaciendo al próximo inquilino de Casa Blanca, el camino será sinuoso y la incertidumbre que hoy tienen los inversionistas por el cambio de régimen en México se acrecentará ante la posibilidad de modificaciones mayores e, incluso, de una eventual salida que no se descarta.
Si bien López Obrador respaldó y asumió la negociación realizada por el equipo nombrado por Peña Nieto y no objetó ninguna de las modificaciones propuestas por el Congreso norteamericano, una vez que entró en vigor le pareció buena idea incumplirlo a discreción. Sabiendo que a los tres países conviene el acuerdo de libre comercio, pensó que podría darse el lujo de faltar a lo estipulado en algunos rubros, según sus prioridades de política interna, recurriendo demagógicamente a la soberanía nacional como si los compromisos no hubieran sido adquiridos en expresión de su libre ejercicio y la simple invocación de ella librara a los países firmantes de la obligación de cumplirlos.
Eso explica la molestia de Canadá y su explícito viraje. En lugar de hacer bloque con México para resistir juntos los embates proteccionistas del presidente del país más fuerte, tal y como sucedió hace seis años, ahora se junta con éste para aislar al socio incumplido. No por nada se hizo pública la molestia de Justin Trudeau con Claudia Sheinbaum por dar a conocer supuestos pormenores de una conversación privada en el marco del G-20. El primer ministro reprobó la infidencia, señalando además que la conversación fue muy distinta a la narrada por la mandataria mexicana, pues asegura que le reprochó la violación sistemática del tratado en áreas que afectan los intereses candienses, como son, entre otros, energía y minería. La visita a Trump en Mar-a-Lago y posteriores declaraciones dejan claro que ellos no descartan sacar a nuestro país del acuerdo comercial. Por cierto, el previsible triunfo del Partido Conservador el próximo año no mejoraría la perspectiva, al contrario.
Con Estados Unidos el problema no es menor, con el agravante de que nuestra economía depende de los productos que nos importan. Para empezar, Trump le llama “renegociación” a la revisión estipulada en 2026 y, aunque su forma de ejercer su liderazgo se parece mucho al de López Obrador, no bastaría convencerlo a él para que la aduana del Congreso norteamericano esté allanada, pese a que los republicanos tendrán mayoría en ambas cámaras.
Poderosos intereses fueron afectados por los incumplimientos del gobierno obradorista y el lobby de ellos se hará sentir. Y, en esa circunstancia, no sería extraño que otras decisiones, como la expropiación fáctica de los terrenos de Calica en Quintana Roo y el respaldo a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, también sean puestas sobre la mesa. El virtuoso principio diplomático de no mezclar temas fue conculcado cuando López Obrador cedió a las amenazas de aranceles en 2019 y no está claro que ahora vaya a prevalecer. Por lo pronto, le recomendaría a Claudia Sheinbaum no reconocer al próximo gobierno de Nicolás Maduro, cuya derrota electoral está documentada.
No puede haber mayor prioridad para el Estado mexicano que mantener el T-MEC, pero desoyeron los llamados de dar marcha atrás en la perniciosa reforma judicial y no desaparecer los organismos autónomos; a nadie van a engañar con poderes e instancias capturadas por el gobierno. Justo cuando más se necesita la inversión para hacer frente al alto déficit y endeudamiento, se agudizará el caos y la incertidumbre con la votación de jueces, magistrados y ministros en elecciones barrocas que presagian confusión y abstención, cuyo resultado no puede ser otro que la improvisación y obediencia sustituyendo a la profesionalización e independencia en el Poder Judicial, por no hablar de la infiltración del crimen. Sin certeza jurídica se complica dar garantías a inversionistas.
Para colmo, se dejó a un lado la negociación ya avanzada de un tratado de libre comercio con Europa y quien lo aprovechó fue el Mercosur. Solo nos queda América del Norte por más que con frivolidad y locuacidad se hable de remplazarla con China. Es verdad que los tres países ganan con el T-MEC, pero México llegará a la mesa en debilidad, sin otras opciones y con cuentas por pagar. Los socios lo saben y se aprovecharán de eso.