La adaptación/Julio Santoyo Guerrero
La adaptación
Julio Santoyo Guerrero
El discurso y la práctica de la Cuarta Transformación no es un todo coherente. Algunas de las definiciones programáticas que se difundieron durante la campaña electoral han mutado a lo contrario o han sufrido modificaciones sustanciales después del 1 de julio. Eso ha ocurrido en el ámbito de las propuestas sobre seguridad pública, en torno a la determinación de castigar la corrupción, o al tratamiento que se ofrecía dar a lo que se debía entender como la "mafia del poder"; ha ocurrido también con el tratamiento de la política económica y el sistema financiero, lo mismo que con el posicionamiento frente al "duopolio televisivo", entre muchas otras.
En la euforia del activismo y protagonismo pre asuncional de los líderes de Morena, que todo lo han querido cambiar con sólo manotazos en las tribunas, los factores de poder se han movido con rapidez táctica y eficacia abriendo espacios de preocupante incertidumbre para la gobernabilidad y la estabilidad económica precipitando foros públicos para la resistencia, y a la vez muy privados para el cabildeo de viejo cuño. La superficialidad imprudente de la estrategia para cambiar y la flaqueza técnica de las ideas que deberían ser el camino para realizar las transformaciones han agotado prematuramente el vigor, consistencia, el ritmo, credibilidad y eficacia de la cuarta transformación. Optar por consultas trazadas a bote pronto sobre las rodillas, usando metodologías cuestionables, que jamás se habrían aceptado si el priismo las hubiere hecho, con las que se falta el respeto a la inteligencia común de los ciudadanos y se manda al basurero la seriedad y los valores centrales de la democracia, está deteriorando con extrema prontitud, los supuestos del consenso por los cuales se inclinó la mayoría de los mexicanos el 1 de julio.
El primer cambio político electoral del país de gran calado luego de más de 70 años, guste o no, fue el ocurrido en la elección del 2000 que desplazó al régimen de partido de Estado y también motivó cierto nerviosísimo en las grandes ligas de los poderes fácticos transexenales. Fue el primer escenario con el cual se ensayaron mecanismos de recomposición y adaptación para asegurar continuidades, algunas con rutas algo distintas, tímidamente con nuevas aperturas. El foxismo, también sin proyecto serio, sin estrategia sólida y eficaz y con niveles pedestres de cultura política y económica, terminó allanándose a los nuevos acuerdos que fueron conquistando todos esos poderes. La expectativa de aquellos días también era muy elevada. Con la misma ligereza las multitudes aplaudían ocurrencias como aquella de cazar talentos para el gabinete con la pretensión, muy bien aceptada, de que deberían gobernar los mejores. Los resultados los conocemos.
La adaptación es una cualidad que los poderes fácticos han desarrollado con maestría a lo largo de la historia política y económica del país. Con sus mecanismos sutiles y de gran eficacia logran arrastrar la dinámica de gobiernos que tienen carencias programáticas, no conocen los procesos que desean cambiar o de plano no tienen claridad en la profundidad y radicalidad de los cambios. Por ejemplo, si deseaban erradicar la corrupción en la concesión de obras, como en el caso del aeropuerto de Texcoco, el objetivo entonces no era cancelarlo en sí mismo sin el conocimiento profundo y escrupuloso de lo que implicaba económicamente, ambientalmente y en términos aeronáuticos, sino encontrar, si es que objetivamente los había, a los empresarios que estaban involucrados en actos de corrupción. Resolver el diferendo con los empresarios como se hizo, dejando a un lado el reclamo de corrupción y ofreciéndoles nuevos contratos al margen de los obligados concursos públicos de licitación, representa una concesión para la adaptación y la quiebra del proyecto original de la Cuarta Transformación.
Es el mismo caso de Elba Esther Gordillo y la "recuperación", en el contexto del triunfo electoral obradorista, de la dirigencia del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación. Ante el hecho -permitido y alentado-, destaca el discurso de los líderes de la Cuarta Transformación por su omisión frente a lo que ha representado históricamente este tipo de liderazgos corporativizados y empujados al servilismo con el ejecutivo en turno. La habilidad para la adaptación lo hicieron frente a Zedillo, lo lograron exitosamente con Fox y Felipe Calderón y con el encarcelamiento de la maestra Gordillo, no tuvieron rubor por adaptarse al peñismo.
Lo que está ocurriendo en el sindicato de maestros -también con rapidez insólita-, como cuadrando sus resultados con la toma de posesión del presidente electo López Obrador, es sin lugar a dudas la legitimación de la ruta que el sindicalismo mexicano tradicional tendrá que seguir frente al nuevo ejecutivo y su Cuarta Transformación. Todos los grupos de poder están entendiendo el mensaje: tienen que proceder a la adaptación para darle sentido y color a la Cuarta Transformación. Aquél temor de que, por sus antecedentes políticos y económicos de la nomenclatura de Morena, los cambios prometidos correrían la suerte de la paradoja de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, "cambiar todo para que nada cambie", está tomando figura y sustancia. Ojalá y nos equivoquemos.