Kúrpites: zapateado mágico/Zaid Mora
La danza sigue siendo una de las más finas manifestaciones del arte, no sólo es agradable al ojo y percepción humana, sino que agrada y da armonía al alma, nos eriza la piel al conjugarse con la música, nuestros aplausos nos permiten abrazar a los danzantes a manera de agradecimiento y reconocimiento.
¿Quien no ha pronunciado o simplemente escuchado el famoso refrán: “Al son que me toquen, bailo”?
Los habitantes de San Juan Parangaricutiro lo tienen presente todo el año, específicamente los vecinos del barrio de San Mateo y San Miguel. Y es que, cada año se realiza el tradicional concurso de los Kúrpites, cuyo significado es: los que se juntan o los que se reunen. Durante todo el año los participantes ensayan con una disciplina militarizada excepcional que los distingue de otras danzas. He tenido la dicha y la fortuna de asistir a los ensayos de estos jóvenes, en su totalidad son muchachos con diferentes edades pero que no pasan los 20 años, ellos eligieron el zapateado a diferencia de otros que prefirieron las armas, la violencia y los vicios en esta zona lastimada por la delincuencia. Uno de los requisitos indispensables para formar parte de la cuadrilla de los Kúrpites es ser soltero, las novias de estos se encargan de confeccionar el delantal con chaquira, lentejuela y bordados que lucirán en la batalla dancística. Cada joven visita a su novia o prospecto en su domicilio para llevarle dulces, chocolates, música y baile como forma de gratitud. De manera chusca, los hombres casados que decidan y quieran participar en el concurso, tienen que bailar con los Kúrpites feos, mismos que se caracterizan por llevar ropa vieja y máscaras de “monstruosos políticos” o personajes de ciencia ficción, nada en común entre ambos, no piensen mal.
Todo inicia la tarde del 6 de enero con la entrada de la música al pueblo de San Juan Nuevo -Antes San Juan de las Colchas- el famoso y esperado concurso da inicio a las 12 horas del día 8 de enero y es el significado de la riqueza que tenemos como Estado, pero sobre todo, la valiosa herencia cultural que nos dejaron los que estuvieron antes de nosotros, un legado que ha traspasado fronteras y que han podido apreciar muchas personas en el mundo al observar este elegante zapateado de estos michoacanos en otros continentes.
El vestuario de los danzantes es realmente impresionante y majestuoso, iniciando por el líder, el gran T’arepiti, el viejo o también conocido como San José. La máscara lleva consigo una atractiva barba, ojos azules, espejos en la frente, un precioso delantal bordado, mangas de franela llenas de lentejuela que asemejan las estrellas del cielo, guantes de piel, capa bordada, un guaje decorado, escarcha simulando la cabellera hasta la cintura, en su hombro descansa un bastón con una campana y una cabeza de caballo tallada en madera que simboliza el mando ante su cuadra, en los tobillos se enredan varias vueltas de cascabeles, unas finas botas de piel que hacen parecer un fácil zapateado. Por su parte la María o maringuía, usa una falda muy pesada plisada, guantes blancos, blusa blanca, bisutería en forma de perlas, sombrero decorado con flores, su rebozo va doblado en forma delgada amarrado a la espalda y hombros, con un asombroso movimiento de cadera coordinado con brazos y manos que lo transforman en una cadencia inigualable protagonizado por un hombre.
Cada barrio está integrado por un T’arepiti que representa a San José, una maringuía que caracteriza a María -hombre vestido de mujer-, más de una decena de K’urpites que asemejan a los pastores que adoran al niño Dios y una Orquesta de música encargada de tocar los sones y jarabes que bailará el barrio propio y el contrario. Resulta interesante la capacidad de improvisar de cada barrio cuando toca la orquesta contraria, ya que esas piezas no las ensayaron, en ese momento aplica el refran: al son que me toquen, bailo. Por cada barrio debemos contemplar la entrada, la danza de todos los kúrpites, la danza del T’arepiti, de la maringuía y la salida, ya que son las partes en las que se divide el concurso, mismo que se puede extender a los largo de 4 horas aproximadamente. Al final el jurado premia a la mejor cuadrilla, al mejor T’arepiti, mejor maringuía, mejor vestuario, la mejor mascara -elaboradas a mano- y finalmente el barrio ganador.
Tienes a partir de hoy y hasta el 8 de enero para encomendarte al señor de los milagros, Santo Patrón de este maravilloso pueblo, si recibes el milagro tienes que entrar bailando en la fría iglesia desde la puerta principal hasta el altar mayor para posteriormente comprar tanto dulce de cajeta, cocadas, tamarindos, alegrías, borrachitos, obleas, como te sea posible y comida típica de la región.
¡Vivan las tradiciones de nuestro Michoacán! No es una consigna, es una exigencia.
Manos a la obra, no en las armas.