Indicador político/Carlos Ramírez
Colapso de seguridad nacional de EU por Afganistán; México, beneficiado
Carlos Ramírez
La política exterior de Estados Unidos como un Estado de seguridad nacional es un complejo entramado de vasos comunicantes. En este sentido, el fracaso del presidente Biden en las decisiones sobre el retiro estadounidense de Afganistán tendrá efectos inmediatos negativos en la estrategia de la Casa Blanca en México y América Latina.
El eje retórico del Estado de seguridad nacional era la responsabilidad autoasumida por la Casa Blanca para imponer su modelo de democracia procedimental/exacción capitalista en todo el mundo y para mantener la hegemonía absoluta de Washington en la economía, la política, el bienestar y sobre todo el dominio militar absoluto.
En uno de sus primeros discursos internacionales como presidente, Biden anuncio a toda voz qua “Estados Unidos estaba de regreso al liderazgo mundial”; pocas semanas después, se inició la debacle afgana determinada, por primera vez, por la incapacidad de Washington para redefinir su presencia en zonas conflictivas del mundo.
El reconocimiento de Biden de que los afganos “no querían la democracia” al estilo estadounidense puso punto final al modelo imperial de dominación mundial surgido del papel clave del ejército estadounidense en la Segunda Guerra mundial, aunque sin el reconocimiento de que la victoria conceptual de EU en Europa sólo había sido posible por el apoyo de la Unión Soviética comunista.
El modelo de dominación de la Casa Blanca en América Latina es, en términos estrictos, el mismo que ha aplicado Washington en todas sus intervenciones e invasiones de otros países: imponer el modelo capitalista de democracia, aunque en el fondo ha habido la subordinación de las estrategias militares y civiles de seguridad nacional de los países intervenidos o invadidos.
Ahora mismo la Casa Blanca estaba redefiniendo su papel intervencionista civil y militar en América Latina tomando la crisis de seguridad pública en los principales países de la región, con la presión directa para que las naciones afectadas por la droga y el crimen organizado asociado acepten la presencia militar estadounidense para combatir las bandas delictivas.
El equipo militar y de seguridad nacional del gobierno de Biden no entendió la lógica de Afganistán, como tampoco ha entendido que la crisis de drogadicción en Estados Unidos no sólo es responsabilidad de los países sede de los cárteles el narcotráfico, sino de la demanda de droga de los más de adictos millones de adictos y consumidores de estupefacientes y de la corrupción institucional de oficinas del gobierno de EU porque permitieron, la llegada, la instalación del control de bandas del tráfico de drogas y la hora de acción de la frontera estadounidense para el tráfico ilegal de personas.
La Casa Blanca de Biden, con todo y las imágenes de “todo sonrisas” de la vicepresidenta Harris, ha sido rebasada por el narcotráfico, el crimen organizado y la migración ilegal. Algunos países de América Latina podrían estar aprovechando la debacle del imperio estadounidense en Afganistán para salirse de los espacios de presión de Washington que quieren capturar desde la Casa Blanca de la seguridad nacional soberana de otros países.
Los primeros análisis han encontrado una equidistancia histórica de Biden con el débil presidente Jimmy Carter ante la ofensiva de radicales en Irán, lo que abrió la puerta a la llegada a la Casa Blanca del ultra militarista conservador Ronald Reagan. Ahora mismo han comenzado en EU las evaluaciones de Afganistán para concluir que la incapacidad de Biden le estaría creando las condiciones a Donald Trump para regresar a la presidencia en el 2024.
La diplomacia mexicana de López Obrador-Marcelo Ebrard ha logrado contener las ambiciones intervencionistas de la Casa Blanca y ahora encuentra el tiempo político favorable para aprovechar la debilidad de Biden y el colapso de su política de seguridad nacional intervencionista.
La crisis de EU en Afganistán puede ser la versión tardía del colapso 1989-1991 del imperio soviético, mientras la Rusia de Putin y la China Jinping se erigen como el nuevo eje de la geopolítica mundial y con ellos habrá que entenderse.
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