Indicador Político/Carlos Ramírez
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Carlos Ramírez
Desde el colapso simbólico del 68, el país ha atravesado por nueve crisis y ninguna ha servido para reconstruir un nuevo consenso pos-posrevolucionario. Hoy tenemos más democracia, pero menos sociedad democrática. Las elecciones de este año van a afectar al 93.7% de la república, pero para seguir resanando al viejo aparato priísta de poder: sistema/régimen/Estado/Constitución.
Hoy no existe siquiera un plan alternativo de vuelo. En el 2000, ante la alternancia partidista en la presidencia de la república, aliados de Vicente Fox obligaron al presidente a enfocar una transición a un nuevo modelo de república, pero la tarea se la asignó a Porfirio Muñoz Ledo, un acomodaticio del viejo régimen sin ninguna idea del modelo teórico de las transiciones. Al final, su reporte fue tirado a la basura y Muñoz Ledo se fue de embajador a alguna parte del mundo.
Como nunca antes, los astros alinean cambios en 30 de las 32 entidades de la república: toda la cámara federal de diputados, 15 gubernaturas, 500 diputados federales, 1,926 alcaldías y 15,107 regidurías. Y ante el desafío de debatir el final del sistema/régimen/Estado/Constitución del PRI que sigue vigente y aprovechar los relevos electorales para una transición general, todo el debate se ha centrado en la candidatura del morenista Félix Salgado Macedonio y las acusaciones feministas en su contra.
Los partidos se han achicado a su mínima expresión y su utilidad práctica es sólo como agencia de colocaciones, los líderes buscan consolidar sus parcelas de poder, la sociedad reconoce en los hechos que no existe una ciudadanía real y los medios cayeron en la trampa de la confrontación y no del análisis o del debate.
El país que salga de las elecciones del próximo 6 de junio será el mismo que había el 5, el mismo que salió de las elecciones del 2018, el mismo que votó por el PRI en el 2012, el mismo que llevó a Fox a Los Pinos, el mismo que le quitó la mayoría absoluta al PRI en 1997, el mismo que estalló en euforia con el alzamiento zapatista del subcomandante Marcos como líder simpático de la protesta nacional, el mismo que soñó con el cambio en 1988 y el mismo que desaprovechó la gran crisis de 1968.
Las grandes crisis de 1968 a la fecha se resolvieron a favor del viejo sistema/régimen/Estado/Constitución fundado por el PRI en 1917. El sistema priísta entró en una lógica autopoiética (Maturana y Varela) de reorganización autónoma para modificarse a sí mismo, sin ninguna intervención social o partidista.
La crisis fueron oportunidades perdidas: la política con la represión del 68, la económica en 1976, la de los pactos corporativos en 1982, la de legitimidad en 1988, la de gobernabilidad en 1994, la de hegemonía en 1997, la del PRI en 2000, la de la nueva oportunidad perdida en 2012 y la del colapso interno en 2018. En el 2021 el sistema/régimen/Estado/Constitución es más priísta que en 1968. Y todos contentos, enojados, pero contentos, irritados, pero a la espera de beneficios. La décima crisis es la peor: de expectativas frustradas.
Las elecciones ocurrirán en medio de cuatro crisis adicionales cuya solución requiere de cirugías mayores: la crisis de salud con una vacuna que no llega, la crisis económica con un PIB de 2% promedio anual para los próximos diez años, la crisis política con la reconstrucción del sistema presidencialista priísta y su correlativo Estado centralizador y la crisis social de una sociedad pasiva a la espera godotiana del regreso del viejo populismo priísta.
En este escenario, las elecciones de 2021 serán irrelevantes; masivas, pero sin efectos reorganizadores. Cambiarán funcionarios y se reacomodarán partidos políticos, pero con sus viejas prácticas políticas de la larga era priísta. Los sectores sociales disidentes fueron de nueva cuenta engañados por las estructuras de poder: estarán los mismos protagonistas de siempre. La sociedad disidente no pudo entrar en las estructuras electorales institucionales y habrá nuevos funcionarios de elección popular que seguirán siendo los mismos para continuar funcionando igual que siempre.
El griterío seguirá en la calle, pero ahí no seguirá sin haber nadie que escuche.
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Política para dummies: La política debiera servir para fijar los cambios de sistema/régimen/Estado/Constitución, no para refrendar lo existente.
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