Indicador Político/Carlos Ramírez
Indicador PolíticoTwitter: @CR_indipolitico
A pesar de que ya se esperaban agresiones, la diplomacia mexicana supuso que el viaje del presidente López Obrador a la Casa Blanca en julio había sido una vacuna para evitar que el presidente Donald Trump metiera migrantes y muro en su campaña, pero ya lo hizo. Y no existe ninguna estrategia para convencer a los demócratas de la cooperación mexicana.
En Arizona volvió Trump a las andadas con el muro y los migrantes y dicen algunos reportes que el equipo de Joe Biden ya envió un mensaje a Palacio Nacional de que no se dejaría pasar el encuentro en la Casa Blanca repitiendo el numerito de agosto de 2016, hace justo cuatro años, que le sirvió a Trump para verse presidenciable.
El problema, en realidad, no fue que se haya dado el encuentro en la Casa Blanca dentro de una agenda de la inevitabilidad diplomática. Lo malo estuvo en la ausencia de una agenda estratégica bilateral en la Secretaría de Relaciones Exteriores de México que contuviera los efectos dañinos con los demócratas. Los contactos del canciller Marcelo Ebrard son más fuertes con el yerno Jared Kushner y con un círculo de Hillary Clinton, ninguno de los cuales le serviría en caso de que Biden ganara las elecciones.
Las relaciones exteriores de un país tienen dos lados: el formal que es la diplomacia como la gestión de relaciones burocráticas entre oficinas, agencias y acuerdos y el real que se mueve en los espacios de las áreas de inteligencia y seguridad nacional. Ebrard estudió relaciones internacionales en El Colegio de México, pero se tituló con una tesis sobre el congreso mexicano del siglo XIX. Y fue de manera fugaz vicecanciller sólo unas semanas con Manuel Camacho como canciller, sin dejar ninguna huella diplomática.
En los hechos objetivos, la cancillería mexicana parece estar apostando a la reelección de Trump. Y aunque no habría ninguna relación especial, de todos modos los canales de comunicación y negociación se llevan con el yerno Kushner, aunque con el inconveniente de que el esposo de Ivanka Trump pueda dejar el cargo de asesor especial en la segunda administración.
A la 4T le falta una propuesta real para que México deje de ser el patio trasero de la Casa Blanca, pero en el entendido de que el primer paso tendría que darse con un nuevo modelo de desarrollo mexicano que saque al país del hoyo recesivo, lo lleve a tasas de PIB de 6% y aumente la calidad del empleo. Esta opción no le corresponde a Relaciones Exteriores, pero cuando menos debiera de estar incluida en un enfoque estratégico, geopolítico y de seguridad nacional bilateral.
La actual cancillería mexicana carece de una política estratégica hacia los EE UU y en los hechos funciona como una especie de Secretaría de Comercio Exterior alterna centrada en el funcionamiento del TCL 2.0 salinista/pos-salinista, cuando las relaciones bilaterales se mueven en los escenarios de la seguridad nacional bilateral.
Gane Trump o Biden, México seguirá siendo el patio trasero de la Casa Blanca.
Napito canadiense. Diez agrupaciones que integran la Unión Nacional de Sindicatos Minero-Metalúrgicos y Metal Mecánicos de México han buscado por la vía legal que el gobierno de Canadá informe manera formal si el senador morenista Napoleón Gómez Urrutia es aún ciudadano canadiense como han revelado algunas fotos en Reforma donde el legislador presentó pasaporte canadiense. A finales de 2018 el senador presentó un certificado mexicano en el que renunciaba a su nacionalidad canadiense. De comprobarse en Canadá que Napito engañó al Congreso, de manera automática podría ser inhabilitado como senador mexicano. La respuesta canadiense está en proceso de entregarse a los solicitantes.