Incongruencia 4T
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En 2006 el candidato de la oposición a la presidencia era un sorpresivo fenómeno de la política. No como en 1988, pero sí logró representar toda la inconformidad social en contra del régimen político que había prometido mucho y pudo cumplir poco. El cambio de gobierno del año 2000 venía lleno de esperanzas de cambio verdadero, toda la sociedad esperaba que los viejos vicios del priismo desaparecieran, incluyendo a muchos buenos seguidores del PRI. Pero Vicente Fox no logró esa transformación mágica que los mexicanos esperábamos, realmente nadie podría hacer magia. Así, pese a lo disruptivo y exitoso de la propuesta de Fox, una muy buena parte de la sociedad se desencantó y voltearon a ver a quien el mismo presidente señalaba, su crítico y opositor Andrés Manuel López Obrador.
Aquel López Obrador, rebelde y dicharachero, no tenía una historia muy atractiva más allá de haber sido presidente nacional del PRD y jefe de gobierno del Distrito Federal por herencia del impulso político de Cuauhtémoc Cárdenas. Pero tuvo la gran ventaja de contar con el desprecio del presidente de la república quien lo atacaba todos los días, lo descalificaba e incluso pidió su desafuero. Para finales de 2005 y principios de 2006 el novedoso “Peje” era el más atacado desde el poder y por lo mismo el más popular entre todos quienes no querían que siguiera el proyecto de Vicente Fox. Su principal crítico fue su principal promotor, así se construyó la exitosa campaña de López Obrador en 2006 de la cual hoy, 17 años después, sigue reclamando fraude electoral y culpando aquel gobierno que llama “espurio” como el culpable de todos los males de México.
Hoy sucede exactamente lo mismo. Sin haberlo advertido y cuando todo parecía indicar que habría Morena para rato, de pronto el presidente arremete contra su oposición y enfila todas sus armas políticas para derrumbar a una potencial contendiente. No aprendemos ni cuando experimentamos en cabeza propia. El mismo presidente construye su más fuerte oposición y contendiente. Peor aún, él solito cae en todas las incongruencias posibles entre lo que criticó, denunció, ofreció, prometió y hace. En aquel 2006 el “Peje” señalaba con mucho filo los excesos del poder, cuestionaba las conductas antidemocráticas y tendenciosas del presidente, denunciaba el uso del gobierno para favorecer al partido oficial, decía claramente lo que debía ser y lo que no debía ser del actuar de los gobernantes, ofrecía cambiar las cosas y desterrar todos los abusos, excesos y arbitrariedades. No le faltaba razón a aquel personaje, sus reclamos eran correctos, aunque sus formas fueran muy cuestionadas. Era otro personaje.
Podríamos repasar los discursos y consignas de López Obrador como dirigente partidista, como líder opositor o como candidato, todo encajaría perfecto para señalar los errores y abusos de quien hoy gobierna. También se pueden enlistar los compromisos de campaña que en su momento fueron cuestionados pero atractivos y que hoy quedaron en el conveniente olvido institucional. Ni qué decir de todo aquello que decía que iba a suceder desde el primer día de su gobierno y que no parece que vaya a pasar ni llegando al último de su gobierno. Lo que no tenemos, pero que él si está construyendo, es una oposición con voz y autoridad moral para señalar todos los errores que se cometen desde el poder. Pero solamente el tiempo dirá cuál es el balance de un gobierno que prometió que todo iba a cambiar, suponiendo que el cambio sería para mejorar.
Bien dicen que las campañas se hacen con poesía y el gobierno con prosa.
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