De ideologías, transición inconclusa, frentes y gobiernos de coalición

De ideologías, transición inconclusa, frentes y gobiernos de coalición.
Rafael García Tinajero Pérez.
7-agosto-2017
Comienzo este artículo señalando lo que es mi opinión desde hace ya algún tiempo, los partidos políticos con registro electoral en México en términos generales representan lo mismo. Diversos ideológicamente en el papel, todos han asumido la ideología pragmática y los usos y costumbres del viejo partido hegemónico, el PRI. Separados por sus siglas, pero hermanados por sus prácticas compiten en contiendas en las que las diferencias ideológicas brillan por su ausencia, ninguno esboza, aunque sea tímidamente un modelo político y de desarrollo, diferente al actual, para el México de este siglo. En un afán cortoplacista viven pendientes de la encuesta de hoy y la elección de mañana, de quién será el candidato y que alianzas habrá que conformar para ganar la contienda inmediata y lo más importante, de donde va a salir el dinero para movilizar a las clientelas, obtener los votos y asegurarse, una vez gobernando, adquirir personal, recursos, clientela y lealtades que les permitan seguir en este ciclo perverso.
PRD, partido en el cual milito, y Morena, cumplen con estas características, por eso en estos tiempos cercanos al arranque del proceso electoral del 2018, son poco consistentes los posicionamientos que ven como una herejía la alianza de fuerzas políticas en apariencia irreconciliables ideológicamente y que exigen al primero, en aras de una supuesta identidad de izquierda, apoyar incondicionalmente al candidato que propone el segundo.
Yo sostengo que la disputa entre PRD y MORENA no es ideológica sino en extremo pragmática y el objetivo es apoderarse de una clientela, de un nicho del mercado electoral, el de los votantes que se identifican a si mismos como de izquierda.
Ambos partidos, son muy parecidos, uno y otro carecen de una clara definición ideológica, en ninguno se ha dado una discusión conceptual que les permita formular un sistema teórico que sirva para la acción, sus declaraciones de principios son retazos de ideologías, ideas y ocurrencias no siempre coherentes entre si.
Sin cimientos ideológicos firmes, no pueden elaborar un programa o proyecto de nación consistente para el largo plazo, ni siquiera pueden sustentar una posición partidaria ante fenómenos coyunturales.
En ambos partidos hay una grave ausencia de vida orgánica, los órganos de dirección deliberación y decisión de estos partidos ni dirigen, ni deliberan, ni deciden, en el caso del PRD las grandes y pequeñas decisiones son tomadas por una oligarquía formada por los dirigentes de las tribus y en MORENA por un liderazgo unipersonal.
En el centro de la discusión actual no debe estar una lucha ideológica entre izquierdas, así en plural, ni entre estas y las derechas, por una simple razón, las ideologías políticas en México se fueron de vacaciones. Lo que si debe estar en el centro del debate es la viabilidad de México como nación. Es inocultable que nos encontramos ya en esa pendiente resbaladiza que lleva al Estado fallido, con un gobierno cuestionado en su legitimidad de origen, ejercicio y finalidad y con instituciones incapaces de garantizar la vida y bienes de las personas, cobrar impuestos, mantener el monopolio del uso de la fuerza y dotar a la población de múltiples bienes y servicios que son obligaciones indelegables para cualquier Estado.
En México el problema fundamental es el del poder, de donde viene, como se genera, como se distribuye, a favor de quien se ejerce y el de un régimen político caduco que no acaba de morir para que nazca uno nuevo. La lucha es entre quienes, independientemente de las etiquetas ideológicas con que se ostentan, pretenden sostener el actual sistema presidencialista y autoritario y quienes buscan demolerlo y crear la nueva institucionalidad en que se sostenga la legitimidad de un nuevo régimen, desbloqueando así el proceso de transición que hoy es amenazado por proyectos que, aun siendo en apariencia antagónicos, pretenden la restauración hegemónica y a los que hay que derrotar por las vías política, electoral y social.
Para esto hay que dar muy rápida y decididamente algunos pasos, a mi entender, los siguientes:
Convocar a una gran coalición en la que se sumen, converjan y participen, con visión de Estado, altura de miras, espíritu democrático y republicano, pero, sobre todo, generosidad, todos aquellos ciudadanos y organizaciones, que, independientemente de su filiación ideológica, coincidan en que es necesario, para que este proyecto se consolide, un cambio de régimen y que este debe darse por la vía pacífica y electoral. Aquí caben organizaciones e individuos de prácticamente todo el espectro político nacional, solo no podría estar quien se autoexcluya.
Generar un proyecto que cubra cuatro ejes, reconstruir la política, reconstruir la fiscalidad, recuperar la seguridad y desarrollar bienestar ciudadano.
Para seguir avanzando, será necesario que, los principales actores de esta coalición instauren un diálogo en el que consientan no pretender encabezarla, a toda costa, en la contienda electoral y trabajar en la consolidación de una estructura que cubra todo el país y que sirva para generar una mayoría social, política y electoral, que permita ganar la Presidencia de la República, la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión y de las posiciones de carácter ejecutivo y legislativo que concurrirán en la misma fecha del 2018 y que en conjunto serán necesarias para hacer avanzar el proyecto común mediante el impulso de reformas Constitucionales, legislativas y administrativas que bien podrían desembocar en una nueva Constitución.
Finalmente, definir quienes estarán en las mejores condiciones de abanderar este proyecto definiendo quien será el candidato a la Presidencia de la República y a los más de 3000 puestos de elección popular.
El frente tiene dos destinos, naufragar antes de zarpar en el mar de la falta de proyecto político, de los prejuicios, del sectarismo y arribismo, del interés personal o de grupo disfrazado de doctrina, o bien, el de conformar una gran fuerza política y social que logre generar un gobierno de coalición que dé a este país rumbo, estabilidad política, paz social y desarrollo durante los decenios por venir.