Hablando en serio/Santiago Heyser Beltrán
Por mi edad, hablar de chiquillos y chiquillas se me hace una jalada foxiana. En español existe el masculino genérico y se usa refiriéndose al masculino y femenino de forma incluyente. Así, al referirme a hijos e hijas, padres y madres, solo diré: hijos o padres.
En artículo anterior hablé de los padres que no entienden que sus hijos crecen y se vuelven independientes y recomendé leer: “Ética para Amador” de Savater… ¡Háganlo!
Cada adolescente es único, cada ser humano, además de ser un milagro de la naturaleza ¡Es único!, el ser únicos nos vuelve valiosos (aunque no lo sepamos); el valor de una obra de arte está en función de su valor intrínseco ¡Sí!, pero también de su unicidad; si hubieran muchas “monas lisas”, al margen del mérito de la obra de Leonardo DaVinci, su valor sería menor, al ser única la “Mona Lisa”, su valor es incalculable, hablo de millones de dólares o yuanes o euros, además del valor cultural no monetario… Repito, al ser único, el valor de cada ser humano, de cada adolescente ¡Es enorme! Entendamos, cada uno, cada persona es única y en consecuencia ¡Muy valiosa!…
Si fuéramos poseedores de una obra de arte única, de una obra de arte muy valiosa, ¿cómo la cuidaríamos?... Pregúntate estimado lector: ¿cómo te cuidas tú mismo y como cuidas a cada uno de tus hijos?.. ¡No!, no está el cuidado en función de lo que te cuesta mantenerlo o educarlo, no en función de regalos o colegiaturas, no en función de mensualidades o herencias, tampoco en función de cómo satisface tus expectativas o te preocupas por él;… el cuidado de un hijo está en función del amor, tiempo y dedicación que le consagras para orientarlo, de manera tal que desarrolle todo el potencial del que es capaz a través de ese espacio de tiempo que llamamos vida.
Como en toda obra que merece la pena, bueno es detenerse un momento para pensar en el objetivo, pensemos: ¿Para qué educo a un hijo?,... ¿para que sea poderoso?,… ¿para que sea rico?,... ¿para que me honre?,… ¿para mi satisfacción o para que me sirva?,… ¿para hacerme lucir socialmente como buen padre?,… ¿porque es mi obligación (aunque me agobia y me pesa)?,… ¿para que me haga compañía y se encargue de mí en mi vejez? ¡¿Para qué?!... No hay una sola respuesta, ni hay una respuesta única, esta es una decisión personal, decide o identifica la tuya estimado lector; lo que si se es que en función de esa respuesta, estará la relación que tendrás con tu hijo y en consecuencia, en función de tu influencia de padre aunada a su unicidad genética, el rumbo y camino que tomará tu hijo al hacerse adulto e independiente,… y también en función de ello estarán incluidos los paradigmas de comunicación contigo, es decir: si tendrán una relación sustentada en el amor, la comunicación y el respeto o en el rencor, el distanciamiento y la incomunicación; si te escuchará o te ignorará, si te hablará con verdad o te ocultará cosas…
Lo sé, debí decirte esto hace veinte años y no ahora que no encuentras la puerta para hablar con tu hijo adolescente… ¡Lo siento!, andaba yo haciendo escuincles y no tenía tiempo para escribir, pero aquí estamos; ¿es tu caso el de tener un hijo adolescente con el que no te entiendes?, te voy a decir algo, tu caso es el de muchos y las causas variadas, pero una buena noticia, todo se puede recomponer si a partir de ahora actúas de forma inteligente y en función del bienestar de tu hijo; la clave está: 1.- En construir un puente de comunicación, es decir, que tú y tu hijo puedan hablar con franqueza y abiertamente sin temor a la crítica o regaño ¡Deja de actuar como padre y conviértete en amigo!, tu hijo ya creció. 2.- Que el respeto y la confianza sean la base de la comunicación. Lo sé, está cabrón después de tantos años de hacer las cosas de forma equivocada, imponiendo y no formando, disciplinando y no educando, dando pero no atendiendo, oyendo sin escuchar, pero como te dije, aún es tiempo de arreglar las cosas, habla de frente con tu hijo y dile: si no hablamos con franqueza basados en el amor y la confianza, este ejercicio es solo simulación ¿Que no resulto a la primera?, insiste una segunda, tercera y cuarta vez, las que sean necesarias, finalmente se trata de tu hijo, un ser único e irrepetible muy valioso. Cuídalo como lo que es: ¡Una obra de arte de la naturaleza! Amalo como lo que es: ¡Tu hijo!... ¡Así de sencillo!... continuará en Quadratín con el tema: Hijos de padres divorciados.
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador