¿Grito de independencia o de auxilio?/Enrique Cervantes Ponce
“Viva la Cuarta Transformación que nos da continua ocurrencia e improvisación, vivan los otros datos que permiten seguir engañando a la población, vivan las cortinas de humo que dan la posibilidad de hacer olvidar todo lo que no se ha podido lograr, viva Hugo López-Gatell y el próximo pico que pronosticará por séptima vez, viva Irma Eréndira Sandoval y su intocabilidad a personajes cercanos a la figura presidencial, viva la felicidad que se privilegiará antes que al crecimiento económico que no han podido asegurar, vivan los abrazos que han incrementado la inseguridad, viva Morena, viva Morena, viva Morena”. Así se escuchará el grito que exclamará López Obrador desde el balcón de Palacio Nacional, ese grito que se rehúsa a cancelar y que con capricho quiere realizar, ese grito que pretende utilizar como palmadas en la espalda para simular, ese grito que le permitirá escuchar aplausos por un lapso y alejarse por un momento del reclamo que se ha convertido en una normalidad.
Y es que uno de los rasgos que ha caracterizado a la figura presidencial, es la insensibilidad, acompañada de un toque de irresponsabilidad, frente a las diversas situaciones y problemáticas que ha tenido que enfrentar en el ejercicio de gobernar. Por ejemplo, cuando al presidente se le cuestionó sobre el incremento de los feminicidios en el país, lo negó y además respondió que el 90% de las llamadas denunciando la violencia domestica no eran verdad. O cuando al titular del Ejecutivo Federal se le preguntó sobre si atendería a la caravana por la paz y dijo que no, pues no quería manchar la investidura presidencial. O cuando los padres de los niños con cáncer exigían medicamentos y atención y Andrés Manuel los calificó como grupos de choque que buscaban la desestabilización. Hoy, en plena pandemia y sin importar los más de 47 mil fallecidos producto de la negligencia e incompetencia gubernamental, López Obrador ha decidido continuar la festividad con motivo de la independencia que los mexicanos acostumbramos celebrar.
Sin embargo, más allá de la fecha conmemorar, busca que se le rinda culto a su personalidad, por lo que ha pedido a los mexicanos llevar consigo una antorcha para mandar el mensaje de que sigue encendida la llama de la esperanza, esa que él mismo se ha encargado de apagar. Porque era mentira que el ganso no se cansaría, que serían la esperanza de México que tanto prometían y que generarían el cambio verdadero que el país requería. Y ante las constates fallas, los inmensos errores, las notorias equivocaciones, lejos de un grito de independencia lo que debería de haber es un grito de auxilio; más allá de simular que la esperanza se mantiene viva en una llama, se debería cambiar el rumbo que hoy tiene al país en picada; en lugar de un desfile militar, debería comenzar una gira para los hospitales visitar y darse cuenta de las carencias que le gusta en el discurso ocultar.
La semana pasada, durante una de sus conferencias de la mañana, Andrés hablaba de lo pequeño que se veía todo, incluso él, a lado del avión presidencial, misma situación que miles de ciudadanos podrán observar cuando se asome por el balcón del imponente pero austero Palacio Nacional. Aunque en realidad, el presidente siempre se ve pequeño, no importa desde que ángulo se le vea.