Ganó el formato, faltan aportaciones/Felipe de J. Monroy
Concluido el primero de tres debates entre los candidatos a la Presidencia de la República, los cinco candidatos –como ya lo habían trabajado en sus equipos de campaña- se declararon ganadores de su trinchera y pusieron en marcha sus tácticas para posicionarse en los espacios noticiosos de la semana. Sin embargo, como nunca antes, las estrategias en las redes sociales presidieron el análisis de lo acontecido en tiempo real y con miles de matices de opinión. Lo que quedó fuera, no obstante, fue la oportunidad de abordar los temas de fondo, que sí los hubo, pero palidecieron bajo las tácticas de imagen y campaña.
Los esfuerzos del Instituto Nacional Electoral para trabajar con las empresas controladoras de las principales redes sociales del mundo y que éstas operaran a favor de lograr audiencias y conversación fueron notorios, pero inquieta mirar los resultados: un inmenso volumen de participantes, pero igualmente inmensa la basura que allí se produce. Eso, sin contar aquello que los vendedores de fantasías llaman “estrategias de redes” pero que no son sino la compra burda de tecleadores obsesivos.
Las redes sociales rompieron el monopolio de opinión de los medios de comunicación tradicionales de noticiarios. Nueve de las diez tendencias masivas en Twitter en México hablaban sobre el debate; además, la utilización de diversos hashtags del INE para generar y concentrar la conversación que produjeron cientos de miles de usuarios facilitó dar seguimiento no sólo a las intervenciones de la sociedad sino a los usos que los equipos de campaña de los candidatos están dando a estas herramientas. Por supuesto, Facebook y Whatsapp también fueron receptáculos inmensos donde creció la exposición de lo acontecido en el debate pero hay datos muy preocupantes sobre este enorme esfuerzo: sólo uno de los diez principales influencers en México decidió participar y colaborar en la conversación sobre el debate presidencial; el resto, para mantener su autenticidad y lo que sus audiencias les piden, decidieron no intervenir, ni voluntariamente ni por medio de intereses económicos que les sugirieron tuitear a favor de ciertos candidatos a cambio de un atractivo bono económico.
Esto quedó reflejado involuntariamente en una encuesta realizada por la empresa Pauta: tras el debate realizó mil 196 llamadas telefónicas a hogares mexicanos, sólo 27% de los encuestados había seguido el ejercicio democrático. Es decir, aún permanece un gran volumen de indiferencia social ante estos temas políticos. Y, cuando los hay, la banalización o la burla antecede a la reflexión desapasionada. En la encuesta de un destacado informativo de Jalisco, más de la mitad de sus audiencias confirmó que lo más importante del debate fueron los ‘memes’ y los ataques. Así que, al igual que otras redacciones de noticias, se colocaron en portada principal dos notas: Los memes de los candidatos y un contador de ataques durante el debate.
Ya se esperaba, los ataques se centraron en el candidato puntero y los analistas coinciden en que esta circunstancia redujo las posibilidades de que los participantes expusieran temas concretos y exploraran respuestas a los temas que se les presentaron en este primer debate. Según el contador de ataques emitidos y recibidos: Anaya hizo 17 ataques y recibió 14; Zavala atacó 14 veces y recibió sólo una crítica; Rodríguez no recibió ninguna embestida pero hizo 15; Meade arremetió en 17 ocasiones y recibió 7 agresiones; y, finalmente, López Obrador, atacó dos veces y recibió 43 señalamientos de sus opositores.
En el balance de los analistas políticos y de imagen pública hay cierta coincidencia en que el candidato Ricardo Anaya, fue el que realizó un mejor desempeño en la técnica; que José Antonio Meade, desaprovechó la oportunidad de salir del tercer lugar en la intención de votos; que Andrés Manuel López Obrador, aportó muy poco en el ejercicio y soportó con estoicismo las acérrimas críticas de sus oponentes; que Margarita Zavala, se esforzó demasiado en el tono y en la emoción pero no en el fondo de las ideas; y que Jaime Rodríguez, destacó por las insensateces vertidas y la disruptiva actitud.
Con todo, más allá de la imagen y desenvoltura de los aspirantes, finalmente los temas de fondo sí aparecieron en estos ejercicios democráticos, aunque con tibieza y abordados sin claridad. Quedan para posteriores reflexiones y diálogos: La elección de un fiscal independiente para combatir la corrupción en el gobierno, la exploración de una reforma legislativa para revocar el mandato presidencial, el diálogo por una estrategia de seguridad eficiente y la gobernabilidad en medio de una crisis de Estado.
En conclusión, ganó el formato del debate y será un error dar marcha atrás en ello. Eso obliga a los aspirantes a mejorar sus técnicas y sus argumentos, a ordenar sus ideas y plantearse una imagen que converja con sus planteamientos y a aprovechar su tiempo porque es el tiempo que los ciudadanos (los pocos interesados) les están dando. El terreno está asentado y la audiencia interesada está deseosa de participar, esperemos que –ahora sí- haya más propuestas para hacer coincidir esos dos espacios.