Fuego nuevo, año nuevo, Cuanajo/Gerardo A. Herrera Pérez
Fuego nuevo, año nuevo, Cuanajo.
Gerardo A. Herrera Pérez.
Desde que llegamos a Cuanajo, espacio designado para la ceremonia del Fuego nuevo y del Año nuevo Purépecha, se sentía la alegría, se sentía un ambiente de fiesta, se sentía la energía que vive en cada cuerpo de los que ahí poco a poco fuimos llegando; se sentía esa energía que genera la comunalidad en cada espacio, en cada planta, en cada animal, en cada humano, en cada ser vivo. Las personas, en su mayoría, personas de pueblos y comunidades indígenas de las cuatro regiones del reino Purépecha: de la región del Lago, de la Ciénega de Zacapu, de la Cañada y de la Meseta, recorrían la plaza del centro histórico de Cuanajo, donde se levantó una yacata para la ceremonia del Fuego Nuevo.
En punto de la 23:50 horas dio inicio en la plaza del centro histórico de Cuanajo la ceremonia del Fuego nuevo y año nuevo; el evento resignificó, la solemnidad, así como la formalidad y el respeto a la espiritualidad con que debía de conducirse un evento con las características de la integralidad con que fue planeado por los cargueros salientes y entrantes.
En la plaza pública fue construida una yácata, donde se le honraría al Fuego nuevo por parte de los cargueros y de toda la comunidad ahí presente, al menos dos mil personas; previó al encendido del fuego nuevo con fuego viejo o abuelo, se apagaron las luces del centro histórico de Cuanajo, el silencio se apodero del lugar y el respeto por los usos y costumbres fue el detonante para evitar que se utilizaran instrumentos electrónicos. Al apagarse las luces se abrió el cielo, las constelaciones estuvieron presentes, fueron testigos de la magia de esta ceremonia.
Sobre dicha yácata se montó una gran hoguera que abrevo del fuego viejo traído de Naranja de Tapia, y que tardo dos días en llegar (la caminata hace paradas en diversas comunidades purépechas con el propósito de fortalecer los lazos de amistad y rescatar los valores de la cultura); una vez encendida ésta, se dejó ver una gran fogata, de la cual se desprendían generosas lenguas de fuego, todas diferentes, todas buscando el cielo, todas buscando conectarse con la luna y la fortaleza de las estrellas y sus costelaciones, en un marco de azul celeste y luminosidad intensa.
El acto fue acompañado con una orquesta de sonidos naturales expulsados por: las flautas, tambores, silbatos, sonidos emitidos por los humanos, de expresiones y voces que acompañan el ritual; en tanto que el sonido de los caracoles anunciaba el fuego nuevo y con él, el año nuevo, fue el momento en que uno de los cargueros dirigió un mensaje en lengua Purépecha. De esta manera, hombres y mujeres al unísono, en una sola voluntad de reconocer el fuego danzaron alrededor de la gran fogata. A su alrededor cientos de personas presenciando el ritual, con la templanza y el respeto necesario para presenciar este acto ancestral.
Una vez compartido el Fuego nuevo entre los hermanos y hermanas purépechas a través de antorchas, y compartido a su vez con la comunalidad, se da el inició a soltar lo que nos hace daño y a fortalecer el espíritu. Y con el compartir el Fuego nuevo, da inicio la música y el baile con pirékuas, el Torito, y la alegría de las y los presentes.
Durante la convivencia del Año nuevo, tuve la oportunidad de saludar a muchas personas de los pueblos y comunidades indígenas, así como amigos que comprometidos con el tema, siempre hacen acto de presencia para celebrar con los pueblos y comunidades indígenas el Año nuevo.
Con el agradecimiento al final de la ceremonia para todos y todas las participantes, nos deja claro que el encendido del Fuego nuevo, congrego a las cuatro regiones, con ello, existe una señal clara de sentir el ritual para valorar la identidad cultural purépecha en donde se reconocen las regiones y los pueblos originarios entre sí, de esta manera y después de una ceremonia formal y solemne, se logra mantener y recuperar la sabiduría, por medio de su renacimiento, su fuerza, y las raíces que hacen único este ritual que fortalece nuestra identidad y la cultura indígena. Finalmente, el próximo año el fuego nuevo surgirá en una ceremonia en San Juan Capacuaro, municipio de Uruapan.
Siempre agradecido por el acompañamiento a tan importante evento del maestro Pedro Chávez Guzmán, quien comparte esta visión al recuperar las emociones y el sentimiento que nos permite comprender el cosmos de otra manera y bajo otro enfoque espiritual de reconocimiento de la vida como eje del mundo y en el cuidado a la naturaleza, al medio ambiente, a la biodiversidad.