Estupidez ilimitada
Seguimos padeciendo sequía extrema y en algunos lugares como Madero la falta de agua ha ocasionado una preocupante tensión social que ha obligado a la intervención del gobierno federal para inhabilitar bombas que tomaban el agua de ríos y arroyuelos para cultivos de frutillas y aguacates.
La aridez en la cuenca Porúas – Etúcuaro - Curucupatzeo – Carácuaro, alcanzó niveles nunca vistos en los últimos 70 años. El fenómeno, determinado en gran parte por el acaparamiento de aguas en las tierras altas, pudo verificarse al momento en que las tomas ilegales fueron retiradas y el agua volvió a correr por el cause de esta afluente del Balsas.
En esta zona del estado, en donde la expansión aguacatera y de frutillas avanza con gran velocidad consumiendo bosques y aguas sin freno o regulación alguna, sus pobladores rezan e imploran para que el temporal de lluvias sea mejor que el año pasado y para que inicie lo más pronto posible.
El episodio de lluvia, ocurrido a mediados de la semana pasada, fue recibido con gran alivio. Y se pensaría que por sentido común y racionalidad elemental hasta los productores agradecerían la disposición de la naturaleza para mojar la tierra y alimentar la vida. Lo insólito es que no fue así. Algunos productores de aguacate optaron por lanzar cohetones de diseño para romper y alejar las nubes.
Esta absurda acción, conforme a datos proporcionados por ejidatarios, también ocurrió en las inmediaciones de Huiramba. Es probable que eso se haya replicado en otros lugares que conforman la mancha aguacatera.
La explicación que suelen dar estos empresarios es que el granizo daña los frutos en proceso y la fronda del árbol mermando con ello las ganancias. No les importa saber que el uso de los cañones antigranizo o cualquier medio empleado para modificar los patrones climáticos está prohibido por la Ley Para la Conservación y Sustentabilidad Ambiental del Estado de Michoacán de Ocampo.
Al respecto, es muy clara la ley al indicar que, “no se podrán llevar a cabo aquellas obras que puedan causar desequilibrios ecológicos o produzcan impactos ambientales significativos en el medio ambiente, los recursos naturales, o en su caso puedan modificar artificialmente los patrones hidrometeorológicos, ya sea utilizando cualquier técnica, mecanismo, implemento, procedimiento o actividad que tienda a cambios de fenómenos hidrometeorológicos relacionados con el agua atmosférica, el régimen de lluvias, granizo, agua nieve; entre ellos la instalación y operación de sistemas antigranizo que emiten ondas ionizantes u ondas sonoras a la atmósfera y que se pretendan instalar en zonas agrícolas, forestales o preferentemente forestales, rurales, urbana y periurbana”.
Para muchos huerteros, como ya es sabido desde hace bastante tiempo, han tomado la ruta de la abierta ilegalidad y se han colocado al margen del derecho ambiental. Por ese camino han devastado bosques haciendo cambio de uso de suelo, se han apropiado de aguas sin concesiones para ello y hacen uso de tecnologías prohibidas por la legislación.
Las consecuencias de estas prácticas productivas, que van en contra de los principios esenciales de la ética ambiental como la protección a la vida y el respeto por la naturaleza, han sido fatales para todos, incluso para ellos, disminuyendo los recursos actuales para la propia economía y cancelando las oportunidades de las generaciones venideras.
Alguien me había advertido, cuando con la primera lluvia todos celebrábamos, que con la primera precipitación vendrían también los primeros cañonazos para ahuyentarla. No me pareció extraña su predicción, porque eso ocurre anualmente con la llegada de las lluvias, aunque tenía mis dudas a sabiendas que la sequía está en curso y es agobiante y letal para muchos ecosistemas. Me pregunté ¿Quién en su infinita estupidez haría cosa semejante?
Y sí, si hubo quién, y fueron muchos quiénes. El hecho me hizo recordar un ensayo del pensador Carlo M. Cipolla dedicado a comprender las leyes de la estupidez humana que en su primera ley establece que siempre subestimamos el número de estúpidos que hay en el mundo, porque siempre son más de lo estimado.
Ahuyentar la lluvia, por el medio que sea, cuando atravesamos por un período de intensa sequía, en donde Michoacán tiene un 85 de su territorio bajo esta condición, es con toda claridad una evidencia de estupidez humana.
Dice Cipolla que un acto de estupidez es aquél cuyos resultados no dejan ninguna ganancia para el que lo comete ni tampoco beneficios para los otros. Ahuyentar las lluvias perjudica a los huerteros que necesitan agua para sus plantaciones (aunque sea en forma de granizo) y para llenar sus hoyas, y también perjudica al resto de la población por razones obvias.
Identificar huertas e infractores in fraganti que “modifican artificialmente los patrones hidrometeorológicos” es una tarea difícil. El método más eficiente es a través de redes de pobladores que radican en los entornos de las huertas y que pueden identificar a los dueños y a sus mayordomos por nombre y apellido y que pueden, a su vez, conocer cuándo transitan con cohetones explosivos o cuando operan cañones ya instalados. La denuncia inmediata debe ser con la autoridad municipal que tiene la misión de hacer cumplir la ley o ante la Procuraduría Ambiental de Michoacán.
La estupidez humana en materia ambiental tampoco conoce autorregulación.