Entre la mala educación y la sospecha/Salvador Jara Guerrero
La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo, decía Nelson Mandela; y Don Jaime Torres Bodet reconocía que no hay problema social cuya raíz no sea la ignorancia.
Pero educar no sólo es alfabetizar o proveer de un oficio, es aprender a pensar, aprender a juzgar adecuadamente, con evidencia; y la ignorancia no es sólo no saber, la mayor ignorancia es creer que se sabe.
A un ciudadano educado no le basta saber leer y escribir o saber algo de matemáticas o algún oficio, el elemento más importante es la capacidad de analizar y discernir, de evaluar y concluir, de distinguir entre lo que se cree y lo que se conoce. Pareciera una verdad de Perogrullo, pero basta un recorrido somero por las declaraciones y publicaciones que nos envuelven cada día para notar que la mayoría no muestran educación sino ignorancia.
Se cometen las falacias más antiguas que consisten en sacar conclusiones de premisas ajenas, se desacredita un argumento atacando a la persona o se admite una conclusión con base en la autoridad o reputación de quien lo dice, en ambos casos se evita analizar la evidencia o las premisas, no hay discusión.
Y entonces el aeropuerto de Texcoco es un error porque es un proyecto de Peña y el tren maya es un acierto porque lo dice Andrés Manuel o al contrario. Peña es culpable de los 43 y AMLO de la lamentable tragedia que sufrió Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle. La información posterior llega ya a muchos oídos sordos, ya no hay nada que pensar ni analizar, tan sencillo como que algunos tienen siempre la razón y otros no. Ya no evaluamos ni analizamos, creemos, le tenemos fe a algunos y total desconfianza a otros, así que podríamos dejarnos llevar mansamente, quien sabe si al matadero o al paraíso, como la historia nos muestra.
El problema va mucho más allá de la política. Nunca ha tenido la humanidad más información disponible que hoy día. Los medios de comunicación, el internet y las redes sociales son proveedoras de una cantidad enorme de noticias y sin embargo, un gran porcentaje de ellas son afirmaciones sin sustento, creencias, opiniones e información falsa publicada de manera deliberada.
En el caso de información sobre salud la inmensa mayoría de las notas propagadas en medios y redes es falsa, es charlatanería, mercadotecnia y no tenemos organismos confiables ni mecanismos que nos protejan más allá de nuestra capacidad de discernimiento. Nos hemos encargado de desprestigiar nuestras instituciones ¿Dónde están quienes podrían proveernos de evidencia para tomar mejores decisiones, para normar adecuadamente nuestro criterio? Los hay, muchos en las universidades, el mejor procedimiento con que contamos para sacar conclusiones, evaluar evidencias y acercarnos lo mejor posible a decisiones adecuadas es la ciencia, producto de una lucha de siglos en contra de los dogmas y fanatismos. Y los científicos naturales, sociales y humanistas están ahí, en las universidades. Ahí debería estar el mejor ejemplo de cómo discutir civilmente, sin violencia y sin agresiones.
Desgraciadamente también nuestros centros de estudio han sufrido alguna contaminación con la siembra del odio y no todos contribuyen con el ejemplo de la civilidad y la discusión informada como observamos cada vez más en las redes sociales.
Pero también aprendemos y atendemos al proceder de nuestros gobernantes y de nuestras instituciones, son también ellos quienes con el ejemplo deben motivar la discusión civil y el análisis informado, y no sólo exigir que los demás lo hagan.
Las declaraciones, rumores y noticias falsas denotan falta de civilidad, de prudencia y son también una prueba de la ausencia de educación. Son más fuertes las creencias que las evidencias, la prisa por culpar o exonerar es mayor a la búsqueda y análisis de la evidencia y a la ponderación de los argumentos. Cada cual tiene su verdad y no importa ya lo demás.
Nos está enfrentando la ignorancia, las teorías de la conspiración y la sospecha en una mezcla de odio muy peligrosa para la nación.