Encinas atrapado sin salida; García Harfuch, fuego amigo
Alejandro Encinas puede calificarse como un político que tiene buenos sentimientos
Pero oficio en el medio no lo ha tenido nunca.
Por ello la balbuceante respuesta que dio a los medios cuando le preguntaron sobre una posible implicación de Omar García Harfuch en el insoldable caso de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, solamente sirvió de parque para los enemigos y competidores del ex jefe de la policía en la CDMX.
Encinas nunca quiso agredir a García Harfuch. Lo que pasó es que el inocente no supo responder categóricamente que NO tenía ninguna evidencia de que Omar haya participado en la estratagema para desaparecer 43 cuerpos de otros tantos jóvenes.
Hay dos hechos que nunca se han ventilado lo suficiente:
1.- ¿Qué tanto supieron la noche de Iguala personajes como Ángel Heladio Aguirre Rivero, Rubén Figueroa y Félix Salgado Macedonio?
2.- ¿Porqué el gobierno federal, encabezado por Enrique Peña Nieto, entró tan tarde a tomar cartas en el penoso suceso?
Como dicen algunos columnistas, Ayotzinapa ya pasó de la Verdad Histórica a la Verdad Histérica.
Se puede seguir revisando viejos archivos sobre el caso, o se pueden traen a otros especialistas extranjeros, y, lo más probable, es que nunca presenten un resultado convincente del lugar en que pudieron haber quemado o simplemente sepultados a los normalistas.
Escribió Raymundo Riva Palacio:
“Omar García Harfuch está sometido a una lluvia de misiles políticos que quieren descarrillar su carrera por la candidatura de Morena al gobierno de la Ciudad de México. Nunca había experimentado una batería de ataques así, y menos aún que se lanzaran desde frentes tan distintos. Las fuerzas que no quieren que llegue a gobernar la capital federal probablemente no han reparado en que en la campaña contra él hay un segundo objetivo, deliberado o inopinado: Claudia Sheinbaum, que salvó un extraordinario imponderable, será la candidata presidencial del oficialismo el próximo año. Van junto con pegado, en todos los sentidos.”
Y la verdad por allí anda la cuestión.
¿O el gato de verdad tiene tres patas?