En memoria a Jessica González/Carlos Gutiérrez Fernández
Ante el trágico hallazgo del cuerpo sin vida de la joven Jessica González, descubierto el día 25 de septiembre del presente año, tras encontrarse desaparecida por 5 días en la ciudad de Morelia, Michoacán, surgen como ya en muchas ocasiones, un cúmulo de reacciones y sentimientos que sin duda alguna impregnan un ánimo de tristeza, indignación y hartazgo en la sociedad michoacana.
Son comprensibles todas las expresiones sociales de protesta, repudio, enojo, reclamo e impotencia, incluso venganza, que se han externado masivamente; es claro el dolor y el sentimiento de pertenencia para miles de personas que se sienten afectadas con el delito. La muerte de Jessica consterna no solo a quienes la conocieron, sino a cualquier persona que, a raíz de saber de su desaparición y posterior muerte, se siente tan afectada y dolida como los familiares más cercanos, por el grado de injusticia en lo sucedido.
Nadie debería morir así. Porque el terrible delito, apagó la vida de una joven con sueños, anhelos, metas y un futuro que ahora no existe; pero atentó también en contra de todas las mujeres a las que impacta el hecho, como un espejo en el que todas pueden verse reflejadas; es evidente que nadie sin excepción se siente exenta de sufrir un grado de violencia semejante; el crimen acabó con la vida de Jessica y además refrescó, una vez más, el miedo, el dolor, la inseguridad, la desesperación y zozobra con que viven las mujeres en un contexto de violencia de género sistematizada en el país y en el mundo.
Las autoridades encargadas de perseguir el crimen, en el mejor de los casos, seguramente realizaran su mayor esfuerzo hasta esclarecer los hechos y llevar a los culpables ante los tribunales para así proveer justicia; sin embargo, la muy necesaria sentencia y sanción a los responsables, no regresara la vida a Jessica y más aún, no provocara que las mujeres se sientan libres y eliminen todos esos sentimientos de los riesgos que implica nacer mujer.
Quien o quienes agredieron a Jessica atentaron también contra todas las mujeres, pues el valor de su vida, quedó disminuida a un arranque, a una voluntad, a una justificación y con ello, se materializó el fenómeno inadmisible de la desvalorización y anulación del derecho humano a la vida de una mujer por el simple hecho de serlo.
Es entonces importante preguntarnos que implica dicha desvalorización y quien resulta responsable de erradicar esa lamentable realidad. Si bien la respuesta tiene múltiples aristas y sin dejar de lado la obligación del gobierno en la transformación y re-educación de la población a través de políticas públicas que incidan en ello, es necesaria que todas las personas, hombres y mujeres asumamos la responsabilidad de la sociedad en su conjunto en revertir cientos de prácticas, costumbres y modelos que fomentan y perpetúan el estado de cosas que existe, plagado de estereotipos, de roles y de parámetros de éxito o felicidad anhelados socialmente con cargas violentas, sexistas, misóginas y opresivas para las mujeres.
Todas aquellas personas que protestamos por el crimen podemos también asumir la autocrítica respecto a reflexionar en cuantas conductas participamos activa o pasivamente que inciden en la violencia de género a través de sus múltiples formas, llegando incluso a la más grave que resulta en feminicidio; pensemos en el contenido de las letras de múltiples canciones populares que todos los días son escuchadas y popularizadas solo por poner un ejemplo de lo que las corrientes feministas han definido como micro violencia de género.
No se trata de trivializar y mucho menos disminuir o justificar la terrible tragedia en que fue víctima Jessica, sino de profundizar en sus causas y aquellos impulsos que la hicieron posible; los hombres no nacieron para cuidar a las mujeres tal como muchos hombres aseguran al intentar solidarizarse con el hecho, porque las mujeres no son débiles y mucho menos necesitan ser protegidas o cuidadas, sino respetadas en un plano de igualdad. No es incorrecto poner énfasis en la violencia contra las mujeres y evitar situarla a la par de la violencia que puedan sufrir los hombres, puesto que la brecha de desigualdad entre unos y otras lo impide y escondería lo injusto y grave de la violencia hacia ellas, minimizándola.
La muerte de Jessica resulta una tragedia que visibiliza un estado de cosas alarmante; Catharine MacKinnon activista feminista estadounidense señala en su “teoría política” que los problemas de una mujer no son suyos individualmente, sino, que son los de las mujeres en su conjunto; por lo tanto, propone, solo pueden resolverse de forma colectiva.
La sociedad en su conjunto ha repudiado y lamentado la trágica muerte de Jessica, pero seguramente además de esas muestras de solidaridad y empatía, puede tambien reflexionar y convertirlas en acciones permanentes y no transitorias que busquen el anhelado efecto transformador social que de paz, libertad, seguridad y justicia a las mujeres y erradique la violencia de género. No es una cuestión sencilla, pero es la forma de evitar que la muerte de Jessica González y miles más quede en el olvido.
En memoria de JESSICA GONZÁLEZ VILLASEÑOR y todas aquellas mujeres que han perdido la vida por la violencia de género.