En busca de una política exterior perdida
En México el conflicto lamentable y doloroso de la guerra entre Israel y la fracción palestina del grupo terrorista Hamas, ha sido tomada como un elemento de político, tanto por parte de muchos comunicadores como del gobierno federal, específicamente del presidente López Obrador.
Reproduzco parte de la carta que envío Albert Einstein a Sigmund Freud y que leí con mucha preocupación cuando ocurrió la guerra de Los Seis Días.
“Querido profesor Freud:
¿Existe algún medio que permita al hombre librarse de la amenaza de la guerra?
En general se reconoce hoy que, con los adelantos de la ciencia, el problema se ha convertido en una cuestión de vida o muerte para la humanidad civilizada; y, sin embargo, los ardientes esfuerzos desplegados con miras a resolverlo han fracasado hasta ahora de manera lamentable.
Creo, por otra parte, que aquellos cuya tarea consiste en ocuparse práctica y profesionalmente de ese problema son cada vez más conscientes de su impotencia al respecto y desean ahora muy vivamente recabar la opinión de los hombres que, absortos en el cultivo de la ciencia, son capaces de considerar los problemas mundiales con la perspectiva que permite la distancia. En lo que a mí respecta, la dirección habitual de mi pensamiento no es de las que permiten una visión en profundidad de las zonas oscuras de la voluntad y el sentimiento humanos. De ahí que, en el intento de esclarecimiento ahora emprendido, apenas pueda hacer más que plantear claramente la cuestión y, dejando de lado las soluciones más elementales, ofrecerle a usted ocasión para que ilumine el problema con la luz de su profundo conocimiento de la vida instintiva del hombre.”
Par Freud la guerra era definida así:
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, tenía una opinión muy clara sobre la guerra. Para él, la guerra era una manifestación de la agresividad humana, una expresión de la pulsión de muerte que todos llevamos dentro.
La guerra es una expresión de barbarie que no debe usarse políticamente en ningún caso.
Pero parece que el gobierno mexicano no lo entiende. Y lo peor, es que se adivina que ya no entendió.