El último aliento
El cambio de régimen acabó con el ciclo independiente de la Corte, pero está por verse cómo cierran la cortina. El día de hoy, martes 5 de noviembre, se reúnen para discutir la reforma judicial. Para invalidarla, total o parcialmente, necesitan ocho votos de ocho posibles, pues se sabe de antemano que las tres ministras oficialistas andan en campaña, dependen del apoyo de Morena y se opondrán a moverle una coma por lo mismo. El proyecto que está sobre la mesa es del ministro Juan Luis González Alcántara, el cual plantea una salida jurídicamente sólida a la crisis constitucional mediante resolución equilibrada que, de manera implícita, convoca a un acuerdo político.
Sobran elementos para echar abajo toda la reforma, comenzando por el procedimiento. Si han anulado cambios legales cuando se impide la deliberación democrática, conculcando derechos de las minorías, eso también debiera valer para modificaciones constitucionales que, por su importancia, requieren de mayores condiciones. En este caso no solo la aprobaron fast-track en un gimnasio, se basaron en un dictamen heredado de la legislatura pasada que, como ha quedado claro, ni siquiera leyeron los diputados que levantaron el dedo.
Pero González Alcántara, así lo ha reconocido, no pretende atizar la polarización, sino apelar a la sensatez con una solución que pudiera ser aceptada por todos y, de esa manera, tratar de conjurar la amenaza del desacato. Eso significa conceder en puntos cruciales, pero no es correcto reprocharle al ministro por mostrar la responsabilidad y visión de Estado que le faltan a la ilegítima hegemonía voraz que cree poder hacer con la Constitución lo que le venga en gana con su espuria mayoría calificada que solo representa al 54% de los ciudadanos que sufragaron.
Elegir ministros por voto popular es politizar la Suprema Corte y entregársela al Ejecutivo, pues el oficialismo usará sus clientelas para definir a los ganadores de una boleta integrada por obedientes palomeados por otros obedientes. Eso atenta contra la división de poderes y, por tanto, contra la república y la democracia, pero es poderoso el argumento del ponente, en el sentido de que habría un conflicto de interés que mancharía la sentencia si deciden sobre la permanencia de sus cargos, actuando como juez y parte.
En sí, el proyecto de resolución admite la elección popular no solo de ministros, sino también de los magistrados del Tribunal Electoral y del Tribunal de Disciplina Judicial, aunque a éste se le acotan facultades y los juzgadores podrían apelar sus sanciones. Es decir, se le entrega al régimen autoritario el control político del Poder Judicial para que orienten los fallos en los asuntos que importen al gobierno, incluyendo los electorales.
En contraste, salvarían la carrera judicial y el trabajo de cientos de jueces y magistrados a los que están despidiendo de manera cruel e injusta. Con ello se evitaría el caos y la corrupción que generarían juzgadores improvisados y cargados de compromisos con quienes los colocaron en la boleta, les ayudaron en la campaña y mandaron a sus clientelas a votar por ellos, manteniendo ámbitos de autonomía y certeza jurídica.
Aunque la principal beneficiaria sería Claudia Sheinbaum, pues mitigaría los costos del golpe autoritario, le daría margen de maniobra y estaría en mejores condiciones para sortear la complicada revisión del T-MEC en 2026, insiste en anclarse en la mentira demagógica que repite como mantra: “la reforma es voluntad del pueblo de México y nadie puede revisarla”. Ha dejado entrever la operación para que no se logren los ochos votos y eludir así el dilema de acatar o desacatar la resolución de la Corte.
Pero, en cualquier caso, seguir a pie juntillas el trazo dejado por el ex presidente López Obrador, aun a costa de sabotear su propia gestión, la llevará más temprano que tarde a un punto de no retorno, marcando y condicionando lo que reste de su sexenio. Es decir, se estará obligando a continuar y profundizar la ruta autoritaria a niveles que, supongo, nunca imaginó. La pregunta que le hizo a los ministros se le regresa: ¿así quiere pasar a la historia?.
De paso…
Hoy son las elecciones en Estados Unidos. El resultado repercutirá en el mundo y, de múltiples maneras, en México. No es lo mismo tratar con Kamala Harris y los demócratas que con Donald Trump y maga, aunque en ningún caso será fácil por la agenda, el momento y las circunstancias. Además, el factor geopolítico de Vladimir Putin en la región también sería distinto. Ya lo comentaremos… a toro pasado.