El reality mañanero
Hace un poco más de 5 años comenzó un “Reality Show” inédito en nuestro país que nos ha pasado de frente y se ha vuelto parte de lo cotidiano. Se le denominó “Mañaneras” por su madrugador horario, más o menos de 7 a 9 y de lunes a viernes. ¿Se acuerdan de Chabelo o de Raúl Velasco? Pues es lo mismo, pero de traje, aburrido y sin edecanes. El show de López Obrador, sin aparente guion y con invitados todos los días para hablar de los problemas de México, de la visión del presidente y para bombardear a la oposición desde su privilegiada posición de Estado. La política convertida en Telerealidad.
Pero todo esto no es novedad, lo hemos visto ya por varios años y hasta acostumbrados estamos a vivir con este peculiar show político. Desde esa tribuna y con un auditorio a modo, el titular del ejecutivo habla del pasado, de todo lo malo que fueron quienes gobernaron antes de él, de por qué no se resuelven hoy las cosas, de lo que él dice que su gobierno no es y de lo malos que son todos quienes no estén de acuerdo con su visión de México. Las mañaneras no son solamente un espacio de difusión, es uno de los elementos más importantes de su estilo de gobierno, quizá el más importante. Así quedará marcado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como el sexenio de las mañaneras.
Pensemos en un día habitual del presidente. Se levanta temprano y camina unos pasos a su despacho. Se reúne con su gabinete de seguridad y gobierno, para pasar a su “Reality Show” de la mañanera. Dos horas o más diciendo lo que él quiere, como lo quiere y con quien él quiere. Termina su programa y se reúne con algunos miembros de su gabinete, recibe algunas visitas oficiales, ve dos o tres temas y analiza sus encuestas y su panorama político. Si no es eso, entones se va de gira y se avienta unos cuantos discursos. Duerme temprano y comienza el nuevo día. Lo que no falla cada día, son las mañaneras. Con esto no quiero minimizar el quehacer del presidente, solamente lo simplifico y lo describo.
¿En qué consiste el trabajo de un presidente? Básicamente en tomar decisiones de Estado, de esas que afectan a todos los gobernados. Pero esa importantísima responsabilidad, en una república como lo es México, no significa que el presidente decida basado en su ánimo, en sus creencias o en sus intereses personales. Presidir una nación implica tomar decisiones en función de análisis de los expertos, de información veraz, de anteponer el bien común, de mantener la unidad nacional y de asumir que esa decisión va a afectar a todos. ¿Dónde están esos expertos cuando el presidente asume que él por su propia naturaleza tiene la razón en todo lo que se le ocurre?
Gobernar desde la llamada mañanera no es gobernar. Es una pena que un presidente tan legítimo como Andrés Manuel desperdicie su condición para favorecer su proyecto político partidista y dividiendo al país entre aliados y enemigos, entre buenos y malos, entre sus aplaudidores y sus críticos. Y todo eso lo destila en su “Reality Show” de cada mañana. No importa si hay que negar realidades, aplastar opositores, eludir la responsabilidad, promover proyectos políticos o descalificar otros poderes, otros niveles de gobiernos o a cualquier actor o sector de la sociedad que no comulgue con su credo. La mañanera sirve para todo eso y más.
Esta administración se termina y seguramente acabará son una madrugadora mañanera. Se irá el llamado “Obradorismo” pregonando su verdad y descalificando todo lo que esté en su contra. Hasta ahora han sido cinco años de decir todos los días lo que hicieron mal otros gobiernos, de acusar herencias perversas y de dilapidar todo lo que no lleve la marca de la Cuarta Transformación. Es un capital político y un sexenio desperdiciados. ¿Habrá en algún momento el día en que este gobierno asuma que todo lo que está mal y no se ha resuelto es precisamente su responsabilidad? Por lo pronto, la responsabilidad de la tragedia del presente que vivimos nadie la asume.
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