El Gatal y Cerro Blanco, agua, discordia y acuerdo
Está tan seco el paisaje que uno no cree que pueda haber un manantial por el cause empinado de esta barranca conocida como La Joya del Alicante. Y, sin embargo, como oasis milagroso, aparecen los breves escurrimientos y más arriba el manantial.
De esos exiguos escurrimientos toman agua los pobladores de El Gatal y algunos de El Cerro Blanco. Esa agua, dicen los pobladores, de plano había dejado de llegar porque en la parte alta, como ya es regular en los tiempos presentes, el agua es derivada para modestos cultivos de aguacate y frutillas.
El caudal hídrico, como en todo Madero, y más aún en esta zona de tierra caliente, tiende a reducirse dramáticamente con el paso de los días. El amenazante ritmo con que disminuye el agua es proporcional a la inconformidad y los reclamos por los usos de ésta.
Incluso los pobladores entre comunidades y entre ellos mismos viven momentos de tensión que solo pueden ser encarados con procesos de negociación soportados en principios operativos como la justicia y la equidad y en la apertura y disponibilidad para reconocer primero que el agua escasea y segundo que la poca que hay debe asegurar primero el consumo humano y luego las actividades productivas.
La cisterna que almacena una parte de la provisión de agua para el Gatal apenas si está al 10 % de su capacidad, el otro depósito está completamente seco. Los más de 100 hogares que se abastecen de su red tendrán que racionar lo poco que hay y verificar que no se fugue una sola gota.
A diferencia de la experiencia de La Pitaya del martes 9, ocurrida en las alturas de Santas Marías, en donde los pobladores tomaron el agua que les correspondía ante la nula respuesta de los aguacateros, en El Gatal y Cerro Blanco la reunión, no exenta de momentos ríspidos, se impuso en el ánimo de los participantes la generosidad y la voluntad de conciliación y concordia que permitieron alcanzar un acuerdo satisfactorio.
Nos habían dicho que las personas de este lugar era gente recia, tanto como las condiciones agrestes y difíciles en que se vive en la tierra caliente de Madero. Será difícil construir acuerdos, nos advirtieron. La realidad fue otra, el diálogo siempre fue respetuoso, se expusieron muchas razones, pero nunca se cerró la puerta del acuerdo.
Pasada una hora de la firma del convenio el agua ya sonaba en la cisterna de El Gatal. Las partes estrecharon las manos y se reconocieron el derecho de cada cual para acceder a ella. —Vale más un mal acuerdo que un buen pleito— dijo alguien sin ocultar su satisfacción.
Hoy los pueblos podrían confrontarse por el acceso al agua en el marco de la sequía y comenzar una historia trágica de consecuencias nada gratas. La realidad de la sequía es un evento que rebasa a los pueblos y que ha rebasado a las instituciones gubernamentales colocando en el filo del precipicio la gobernabilidad en las zonas de Michoacán más afectadas.
El haber permitido durante las últimas décadas la expansión caótica de huertas aguacateras y de frutillas, sin regulaciones precisas, permitiendo la violación constante de la constitución y la Ley de Aguas Nacionales, ha generado un monstruo que se está llevando entre las patas la paz de los pueblos.
En los diferentes sitios de Madero, con conflicto entre pueblos o con huerteros, se han constituido Comités de Regulación de Usos de Agua, integrados por ciudadanos, que tienen la encomienda de encontrarle la cuadratura a la distribución justa y equitativa del líquido y asegurar la paz y concordia entre las comunidades.
Las lecciones que nos está dando la sequía son mayores y deben ser aprendidas. Ellas obligan a correcciones mayores, por ejemplo, a revisar el modelo que se emplea en los hechos de la administración de las aguas, o bien a generar nuevos modelos de gestión ciudadana del agua y los bosques.
Para muchos pueblos la sequía ha sido un infierno y tendrán que ser creativos para encontrar en esta desgracia una oportunidad para la organización y para la gestión pública de sus necesidades hídricas.
Afortunadamente, nos dice el Dr. Chacón del Inirena, que el fenómeno climático de la Niña llegara a mediados de mayo trayéndonos algo de lluvia.