El evangelio hoy/Mateo Calvillo
La gran revelación de Dios
Mateo Calvillo Paz
La experiencia más grande es tener una visión de Dios. Tenemos sed de Dios mientras llegamos a su presencia en la gloria.
En tu vida. Hay personas que han visto a Dios, a sus enviados y sus señales, quedan como soñando, absortos, en el asombro.
Es una experiencia profunda fuerte, se queda uno extrañado ante la majestad de Dios y la infinita pequeñez personal.
DIOS HABLA. Dios nos formó para su gloria, para verlo y estar en su presencia. Tenemos una sed infinita de Dios y de estar con El. Sus señas, sus signos, los destellos de su presencia nos dan una alegría desconocida, que invade todo, con nada comparable.
Dios está cerca de su pueblo a lo largo de la historia, de sus criaturas. No es difícil percibirlo a través de su creación, las maravillas de la naturaleza.
En la actividad humana cuando no se está ciego o deformado, cuando los hombres no “viven como enemigos de la Cruz de Cristo… Por que su Dios es el vientre”, como explica Pablo a los cristianos de Filipos, es posible sentir su presencia porque la persona tiene una dimensión divina.
Las manifestaciones de Dios, de lo sagrado tienen algunas constantes. Un sueño pesado, un miedo terrible, un sentimiento de la nada de la persona ante el Misterio. “Abram cayó en un profundo letargo y un terror inmenso y misterioso se apoderó de él”. “Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño… Al verse envueltos por la nube se llenaron de miedo”.
En el caso de Abram, Dios se manifiesta en la forma de “un brasero humeante y una antorcha encendida (que) pasaron por entre aquellos animales partidos”. En la transfiguración el signo crece, Dios sale de la nube y se manifiesta el mismo en su Hijo. El Hombre Dios, Jesús se transfigura, “su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes”.
Hay otros signos de la altura de lo sagrado: la presencia de dos personajes santos y de primer orden, Moisés y Elías.
La voz misteriosa por la que el Padre presenta a su Hijo y autoriza su misión en el mundo: “este es mi Hijo, mi escogido, escúchenlo”.
Dios está cerca de sus criaturas queridas y se manifiestan en los momentos de pruebas más terribles. Los casos son incontables. Un taxista sufría horriblemente los dolores de su columna, había sido operado. Aunque él andaba con la secta de los cristianos, se le apareció la virgen de Guadalupe, y le dijo “no estoy yo aquí que soy tu madre?” Automáticamente cesaron los dolores, ahora él trabaja de nuevo en su taxi.
Es mejor estar en búsqueda, tratando de seguir a Cristo, escuchando al sacerdote en la comunidad, estudiando la Palabra, rezando…
Es importante seguir a Cristo, en la cuesta, la prueba, preparando la cita definitiva con Dios, el encuentro definitivo al final de la vida. Es necesario que él se manifieste para no desmayar en el camino, para no desesperar y abandonar.
Entonces Dios nos da probadita de gloria, cuando la duda nubla el horizonte, cuando se pierde la luz de Dios, cuando es dura la prueba y se siente la fe muy exigente.
Cuando uno se pierde entre las seducciones engañosas, deslumbrantes, pasajeras y limitadas del mundo, cuando falta la fe en nuestro destino definitivo, en el encuentro de Dios en su gloria y su fiesta del cielo. Entonces Cristo acompaña en el camino, se transfigura y da un adelanto y garantía de su gloria.
También se hace presente en los momentos más negros y dolorosos para aliviar la pena y el dolor y volver al único camino de Cristo.
Vive intensamente. Considera tu vida en toda su dimensión, hasta la gloria y la felicidad total con Dios.
Cristo está con nosotros. Para los hermanos que entran en la celebración, aquí es la transfiguración, en los signos de pan y vino.
Compartir en familia. Cristo también se transfigura cuando alguien de la familia está en peligro.