El estado vs la sociedad en el 2024
Con la cancelación de la consulta del Frente Amplio por México y el surgimiento de Xóchilt Gálvez como candidata única de los partidos que lo forman, prácticamente está definido que serán dos mujeres las que compitan como las principales aspirantes a la presidencia de la República en la elección de julio del 2024.
Salvo que ocurra alguna situación extraordinaria, Morena postulará a Claudia Sheinbaum Pardo como su candidata a la elección presidencial, a pesar de que el proceso de selección haya sido tramposo, disparejo y falto de transparencia, como lo ha denunciado el propio Marcelo Ebrard, otra de las “corcholatas”, y su equipo.
Más allá de Sheinbaum y Gálvez, esta contienda será entre la fuerza del Estado, que hoy controla el partido Morena y concretamente el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, frente a una sociedad civil que a la que se ha hecho a un lado respecto a las decisiones de política pública del gobierno en turno, sobre todo en materia de salud y seguridad,
A la luz del reciente placeo público de ambas aspirantes presidenciales queda claro que se trata de perfiles totalmente opuestos, no solo en lo conceptual, ideológico, sino en lo personal.
La Exjefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum Pardo, no conecta con el “pueblo sabio” por más que sus asesores lo intentan. Da la impresión de que la gente le molesta.
En realidad, todas las muestras de expresión y apoyo hacia su persona y aspiración han girado en torno a la compra de voluntades y la alimentación de intereses creados, no tanto porque ella sea simpática, abierta, genuina. Sus propios gestos, adustos la mayor parte del tiempo, repelen, espantan a la gente.
Sus actos proselitistas, los cuales desde Morena se quisieron hacer pasar como no proselitistas, le fueron impuestos, claro, con todo pagado, como se ha denunciado insistentemente por parte de los equipos contrarios. Por eso las denuncias de que sus gastos superaron los 30 millones de pesos, cuando el tope era solo de 5 millones. Sin contar que muchas dependencias del gobierno capitalino dispusieron de personal para que salieran a hacer campaña a favor de la exfuncionaria, a pesar de su prohibición e ilegalidad, como también ha sido denunciado en medios de comunicación.
En la acera de frente, la ex comisionada de los pueblos indígenas en el sexenio de Vicente Fox y exjefa delegacional en Miguel Hidalgo, Xóchilt Gálvez, dio un salto cuántico a partir de su pleito con el presidente López Obrador por el derecho de réplica que no aceptó el huésped de Palacio Nacional.
Bastaron solo algunas semanas para que su imagen y popularidad creciera como la espuma, en gran parte por la sobreexposición que le brindó López Obrador y en parte por la desesperación de cientos de miles o millones de mexicanos que quieren un cambio del gobierno actual y se han volcado hacia una persona enjundiosa, echada para adelante, bregada en la realidad de la calle y con una narrativa de justicia social plasmada sin pelos en la lengua.
Dos historias, dos perfiles, dos visiones del México actual y dos proyectos que estarán, si no ocurre nada extraordinario, en los próximos días y meses, en las boletas electorales. Desde ahora ya se asume como la lucha entre la candidata del Estado (AMLO-Morena) y la candidata del pueblo ofendido, desdeñado, relegado y sobre todo decepcionado.
El mapa político electoral, sin duda, cambió para López Obrador. Él quería que su “corcholata” preferida disputara la presidencial con un representante de la oposición del sexo masculino, sin fuerza ni arraigo real en la sociedad y además que fuera fiel reflejo de los grupos de poder y privilegiados que durante décadas saquearon al país. Así sería más fácil diferenciar su proyecto de continuidad, de uno que representara revivir el pasado.
Hoy el propio presidente de la República insiste en endilgarle a Xóchilt Gálvez, todos esos malos atributos, pero al hacerlo de manera forzada, burda, tratando a la mayoría de los mexicanos como tontos, lo que está logrando es precisamente lo contrario. Como prueba de ello es el nivel de reconocimiento y aceptación con que repunta Gálvez en tan poco tiempo
Se avecinan tiempos de guerra política. Al presidente le movieron el juego y sus fichas (corcholatas) pueden ser dentro de poco naipes que caigan uno tras otro, por la inminente ruptura de la unidad que se dará a partir del domingo 3 de septiembre, cuando se de a conocer el nombre de la “corcholata” ganadora.
Morena entra a un punto de quiebre en el momento más determinante de la oposición, con una aspirante que camina ya con el consenso del PRI, PAN y PRD, pero sobre todo de la mano de una sociedad civil con un demoledor poder de voto.
